Dolar Oficial: - Dolar Blue:- Dolar CCL:- Dolar Bolsa: - Dolar Mayorista: -

EL LIBERAL . Opinión

Sarmiento: un prócer para el ring side

10/09/2020 22:05 Opinión
Escuchar:

Sarmiento: un prócer para el ring side Sarmiento: un prócer para el ring side

Para el gran crítico literario Enrique Pezzoni (1926-1989) la lectura de un libro funcionaba como un desafío, como un duelo cuerpo a cuerpo con el texto.

Me gusta pensar en esa imagen (la de la lectura como un duelo) cada vez que encuentro un escrito de Domingo Faustino Sarmiento, ese hombre que nació en San Juan en 1811 y murió en Asunción del Paraguay un día como hoy de 1888. Ese mismo que fue presidente de la Argentina (1868-1874) y cuyas obras completas exceden los 50 tomos.

Lejos de esa imagen edulcorada, pero añeja, que aún nos ofrecen los actos escolares en torno al Día del Maestro, está aquel personaje avasallante y polémico que fue Sarmiento: el “Padre del aula” devenido hoy en “asesino de gauchos”, como muchos lo califican. Así somos de viscerales en nuestro país cuando discutimos de política y de historia....

Pero volvamos a la imagen del principio: el acto de la lectura como un duelo. Porque Sarmiento, antes que un político, es un escritor. Es más, se lo considera uno de los fundadores de la literatura nacional. Entonces, es en su pluma donde encontramos el mejor terreno para conocer y discutir sus ideas.

Y resulta que Sarmiento, cuando escribe, está en situación de box, esperando para el ataque, buscando el momento para el uppercut a la mandíbula. No es casualidad que haya escrito un libro titulado “Mi defensa”. ¿Y por qué es así? Porque es su estilo, y porque, por lo general, se plantea adversarios. Si algo no le faltaron nunca a Sarmiento fueron enemigos. Y fueron sus variopintos adversarios quienes utilizaron terribles calificativos para referirse a él: infame, inmundo, vil, malvado, salvaje, traidor, loco, protervo, empecinado. Todo eso le decían sus contemporáneos. Pero de ninguna manera los insultos lo amedrentaban. Al contrario, en Sarmiento el agravio era un aliciente o combustible que le permitía ir por más.

Por eso leer a Sarmiento es estar en el cuadrilátero, en el ring side. Hay que tener siempre la defensa alta, porque arroja sus ideas, contradice a sus oponentes, se enoja, discute, se entusiasma. Sarmiento quiere ganar, quiere imponer sus pensamientos, se esmera en argumentar mejor que sus contrincantes, aunque en ese esfuerzo muchas veces cae en la calumnia, tal cual lo hizo en el debate con Juan Bautista Alberdi reflejados en las “Las ciento y una”. Sarmiento siempre quiere tener razón. Tal vez todos siempre queremos tener razón…, pero lo disimulamos. En cambio, Sarmiento no. Es como si nos dijera: “quiero tener razón, ¿y qué?”.

En el comienzo de su genial libro “Recuerdos de provincia”cita al padre del ensayo moderno, Michel de Montaigne. Presten atención a cuál es la cita: “Decir de sí menos de lo que hay es necedad y no modestia, tenerse en menos de lo que uno vale es cobardía y pusilanimidad, según Aristóteles”. Hay aquí toda una declaración en contra de la humildad. El sanjuanino le escapaba a la modestia y al perfil bajo; para él esas cualidades eran más bien sinónimos de cobardía. Digámoslo sin miedo: Sarmiento tenía un ego más grande que el de Cristiano Ronaldo.

“¿Cómo se forman las ideas?” Esa es la hermosa pregunta que se hace Sarmiento en el capítulo “Mi educación” del ya mencionado “Recuerdos de provincia”. Allí, en ese mismo capítulo, se encuentra la famosa anécdota de la que procede el apodo de “Sarmientito” destinado a estudiantes que nunca faltan al colegio. “En aquella escuela (…) permanecí 9 años sin haber faltado un solo día bajo pretexto ninguno, que mi madre estaba ahí, para cuidar con inapelable severidad de que cumpliese con mi deber de asistencia”. Queda en nosotros creer si el recuerdo es veraz o se trata de otra exageración de don Domingo.

Una vez un amigo me dijo que Sarmiento era “el prócer más auténtico que tenemos los argentinos”. Me pareció acertada la definición. Se trata de un prócer sin caretas. Y sin tapujos, sin pelos en la lengua. Es, además, la figura más original entre las surgidas en la Generación de 1837.

Sabemos también que hay una larga tradición de desprestigio y críticas hacia su persona por sus posturas con respecto a indios y gauchos, aunque entendemos que esas ideas eran parte de discursos dominantes de los que el autor de “Facundo” fue parte. En el siglo XXI somos conscientes de que todos los habitantes de un país tienen iguales derechos. Somos conscientes del desprecio que sufrieron los pueblos indígenas durante tanto tiempo, y aun hoy lo sufren. Pero allá por el siglo XIX, eso no estaba claro y Sarmiento era parte de esa elite cuyas concepciones filosóficas y culturales hoy repudiamos.

En este “Día del Maestro”, instituido en homenaje al sanjuanino, vale recordar que una de las cosas que se pide al educador en la actualidad es fomentar el “pensamiento crítico” en los/as estudiantes. Pues bien, nada mejor que el ejercicio de ese tipo de pensamiento a través de la discusión y el debate con un interlocutor. En ese sentido, el ejercicio de leer a Sarmiento, y a través de su lectura pensar en qué proyectos de país buscaba, resulta más fructífero que solo acusarlo de racista y clasista. En vez de cantar el himno que dice “Gloria y honor, honra sin par, para el grande entre los grandes”, mejor leer sus obras, divertirnos con sus ironías, admirar ciertas cosas que escribió, debatir con otras, repudiar algunas. Como dice Pezzoni, batirnos a duelo con el texto, en este caso, con el prócer. Como si estuviéramos en un cuadrilátero, y Sarmiento fuera un temible contrincante.


Lo que debes saber
Lo más leído hoy