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PEQUEÑAS HISTORIAS DE UN GRAN HOMBRE

13/09/2020 01:06 Santiago
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PEQUEÑAS HISTORIAS DE UN GRAN HOMBRE PEQUEÑAS HISTORIAS DE UN GRAN HOMBRE

Por Eduardo Lazzari

 

HISTORIADOR

 

Cada septiembre se renueva la conmemoración del paso a la inmortalidad de uno de los grandes hombres que habitaron América: Domingo Faustino Sarmiento. En su homenaje se recuerdan sus obras como uno de los más preclaros gobernantes que tuvo la Argentina, sus textos como el escritor más prolífico en lengua española del siglo XIX, e incluso sus amores como un romántico empedernido, lo que permite construir el semblante de un formidable personaje de la historia.

Es cierto que no se esquivan las polémicas que lo tuvieron como protagonista central del debate intelectual, político y social en sus años de vida, desde su nacimiento en San Juan de la Frontera en febrero de 1811 hasta su muerte en Asunción del Paraguay en 1888. La vida pública de los grandes hacedores de la historia es la más conocida, pero sin duda sus pequeñas anécdotas sirven para ilustrar su carácter y entender su pensamiento. La rememoración de algunos episodios que marcan el talante del gran sanjuanino es el recorrido que proponemos hoy, para conocer más a quien nuestro continente sigue nombrando como “Maestro de América”, tal como lo dispuso la 1ª Conferencia Internacional de la Educación, reunida en Panamá en 1943; y el mundo llama “Maestro Universal de la Educación del Pueblo”, tal la decisión de la Asamblea Mundial de la Educación, reunida en México en 1964.

 

Su nacimiento; verdadero nombre

El primer documento que registra la existencia de Sarmiento es su acta de bautismo. Puede leerse en el libro de “Nobles” que provenía de la era colonial: “En esta iglesia matriz de San Juan y parroquia de San José, en quince de febrero de mil ochocientos onse años (sic), yo el teniente de cura puse óleo y crisma a Faustino Valentín de un día hijo legítimo de Don José Clemente Sarmiento y Doña Paula Albarracín”. Desde este comienzo hay polémica. Siempre se ha celebrado el 15 de febrero como día de su cumpleaños, pero es posible suponer que el niño nació un día antes (dice el acta “de un día”), lo que se confirma por su nombre de pila: Faustino Valentín, correspondientes a los santos del 14 y 15 de cada febrero. Pero sobre lo que no hay duda, es el motivo por el que llamaban Domingo al niño. Era una invocación al santo de la iglesia del barrio El Carrascal, donde vivía la familia, para que lo corrigiera de sus habituales travesuras. No se sabe si el santo lo logró, pero si se conoce que el convento dominico, desde que “el niño Domingo” empezó a leer, era el lugar predilecto que buscaba para leer todo libro que algún fraile depositara en sus manos.

 

Su madre

La vida romántica de Sarmiento ha sido motivo de relatos novelescos y escritos históricos, donde sus amores con María de Jesús del Canto, Benita Martínez Pastoriza y Aurelia Vélez se destacan por su importancia vital, y se insinúan amores no comprobados como el que lo habría unido con Mary Mann, viuda de su admirado Horace, el gran educador estadounidense. Pero Sarmiento dedica muchas páginas en sus libros a las otras mujeres que lo definieron como persona y les da un protagonismo, tanto personal como social, que permite ubicar al sanjuanino como el pionero promotor del feminismo en la Argentina. Las cálidas páginas de “Recuerdos de Provincia”, donde la figura de su madre, doña Paula Albarracín alcanza la estatura de una heroína doméstica que hizo posible la felicidad de todos sus vástagos, muestra a Domingo agradecido por el amor recibido, pero sobre todo ubica a su madre como un ejemplo del rol que ocuparon las mujeres durante los tiempos de la Independencia, actuando como sostén de la vida hogareña y comunitaria. Dice Sarmiento de ellas: “En aquellos tiempos una mujer industriosa, y lo eran todas, aun aquellas nacidas y criadas en la opulencia, podía contar consigo misma para subvenir a sus necesidades…”.

Madre de catorce hijos, de los cuales sólo cinco llegarán a la adultez, esta sanjuanina nacida en 1774 vivirá 86 años, hasta 1861, y dos de sus hazañas fueron edificar la casa familiar, hoy monumento histórico nacional, y sostener el hogar con su trabajo prolijo y delicado de tejedora, siempre al pie del telar, custodiado hoy como testimonio en esa casona.

 

Sus hermanas y su hija

La adultez de Sarmiento lo encontrará en la compañía afectuosa de sus cuatro hermanas: Francisca Paula, Vicenta Bienvenida, María del Rosario y Procesa del Carmen. La mayor, Francisca, será protagonista de la vida social, como fundadora de la Sociedad de Beneficencia de San Juan y, viuda desde muy joven, crió sola a sus cinco hijos. Bienvenida fue alumna del Colegio de Santa Rosa, creado por su hermano y es una de las primeras maestras sanjuaninas, alcanzando la dirección de la Escuela de Señoritas y la presidencia de la Sociedad de Beneficencia. Rosario, la hermana preferida del prócer, fue profesora en el mismo Colegio de Santa Rosa y ofició de “primera dama” durante la presidencia de Sarmiento, quien ya estaba separado de su esposa Benita. Y finalmente Procesa, la benjamina, dedicó su vida a la educación y a las bellas artes. Casada con un chileno, Benjamín Lenoir, enseñó pintura, francés y música en el país trasandino y en Mendoza fundó una escuela de Artes y Letras. Pero su gran pasión fue la pintura, destacándose como la primera artista sanjuanina. El exilio de la familia Sarmiento en Chile durará más de una década y serán su madre y sus hermanas el sostén anímico del sanjuanino. Llama la atención que doña Paula y sus hijas llegaran todas a superar los 80 años de vida, incluso alguna acercándose al siglo. Todas contribuyeron con la crianza de Ana Faustina, la hija querida de Sarmiento, quien se hizo cargo a pesar de las circunstancias: de su madre nada se sabrá, y Domingo se hace cargo, contradiciendo las costumbres de época que preferían el abandono en un hospicio. Casada con Augusto Belin, un impresor amigo de Sarmiento, tendrá seis hijos y una vez viuda, dedicó su vida al cuidado del gran sanjuanino, quien moriría en sus brazos.

 

Su viaje por Europa: ¿cómo podía estar despierto cuatro días?

En su periplo por Europa encomendado por el gobierno chileno de Manuel Bulnes para la evaluación de los sistemas educativos del viejo continente, Sarmiento va a desarrollar con maestría el género literario de los libros de viajeros. “Viajes en Europa, áfrica y América” es un delicioso recorrido por la década de 1840 y sorprende la variedad de los temas que aborda en cada destino visitado. Pero una lectura erudita muestra algunas inconsistencias, como por ejemplo en el relato de un viaje de cuatro días a lo largo de Francia. Pudo descubrirse que el transeúnte recurrió a los textos de unas antiguas guías que copió, intercalados entre sus escritos, para reproducir los paisajes que, dormido en los trenes que lo transportaban le impidieron ver. Así era Sarmiento, si no lo había experimentado, los libros le servían de experiencia.

 

Su afición a la ópera y el encuentro con Giuseppe Verdi

En su estadía en Italia, en la cual entrevista a Pío IX, gracias a una carta de recomendación de su tío José Eufrasio Quiroga Sarmiento, por entonces obispo de San Juan de Cuyo, comenzó Sarmiento a experimentar un gran gusto por la ópera. Fue así que se hizo asiduo concurrente a los teatros líricos, y consiguió una credencial de periodista a cambio de la escritura de críticas para algunos diarios. Una noche asiste a una función de “Ernani”, obra de Giuseppe Verdi que lo impresiona profundamente. Terminada la gala, busca al compositor y le pide su firma en la partitura de esa ópera. Terminado el diálogo, el sanjuanino anota en la contratapa: “Este muchacho tiene futuro en el mundo de la música”. Verdi tenía 33 años y Sarmiento 35.

 

Su foto fúnebre

El mundo de la fotografía se desarrolló en muchos aspectos, y uno solo es el que dejó de practicar la humanidad en las medianías del siglo pasado: la foto fúnebre. En sus orígenes, hacia 1840, se aprovechó ese genial invento para perpetuar las figuras humanas en todas las circunstancias posibles, incluso en la instancia final de la vida, lo que ha permitido conservar el rostro de algunos personajes históricos, cuyo único registro real es la foto de su cadáver. En el caso de Sarmiento existen muchas fotografías, pero el prócer, quizá sabedor de su importancia histórica (llegó a manifestar en clave narcisista: “Voy sintiendo el frío del bronce”), dispuso como debía ser su imagen final. Su hija Ana Faustina debió mover el cuerpo inerte a su silla mecedora, cubrirlo con una manta, ubicarlo en posición de escritor y con una bacinilla cerca, para que la posteridad “recordara que el muerto era un hombre”. Sin duda Sarmiento fue genio y figura hasta el último de sus actos.

 

Su reposo definitivo

Luego de los homenajes en cada ciudad en la que se detuvo el cortejo fúnebre fluvial (como en Rosario, donde los oriundos olvidaron la ofensa del veto a su capitalidad frente a su cuerpo), la llegada de sus restos a Buenos Aires el 21 de septiembre de 1888 quedó para la historia gracias a la gran frase de Carlos Pellegrini: “He aquí el cerebro más potente que ha dado la América”. Años después, en 1900, la Universidad de Buenos Aires estableció que esa fecha debía ser el día del Estudiante, en homenaje a quien había llenado de estudiantes el país. Sarmiento había dispuesto su sepultura en el cementerio de la Recoleta, donde años antes, en sus visitas periódicas a la necrópolis, había encontrado sepultados a varios de sus adversarios intelectuales y políticos. Eligió acompañarlos en la eternidad. Como dice José Hernández en el Martín Fierro: “En semejante ejercicio, se hace diestro el cazador…; todo bicho que camina va parar al asador”. Para Sarmiento, la Recoleta es el espacio común de los grandes argentinos donde valía la pena reposar. l


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