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EL LIBERAL . Opinión

Respetar el voto

25/09/2020 09:56 Opinión
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Respetar el voto Respetar el voto

Por Alejandro Auat

Doctor en Filosofía, docente de la Unse

L a opinión de mi respetado colega José Luis Flaja publicada en El Liberal el 20/09/20 refleja una visión de la Argentina, pasada y presente, con notables omisiones y no menos relevantes distorsiones. Al menos desde mi punto de vista. Y como aspiro a convivir en un país democrático en el que se alberguen plurales visiones incluso de su historia, creo que vale la pena intentar un intercambio a partir de nuestras disidencias. Me animo a hacerlo porque compartimos con José Luis no sólo la universidad como ámbito de búsqueda de la verdad sino también el mismo respeto por la razón y el diálogo, en tiempos en los que las diferencias parecen querer zanjarse por otras vías.

Mi inmatizada afirmación inicial debe ser enmarcada por ello en el horizonte delineado por el resto del párrafo: convivencia, visiones plurales, búsqueda de la verdad, pretensión de objetividad y diálogo. Creo que la afirmación de nuestras convicciones (que su visión está afectada por omisiones y distorsiones) no es óbice para nada de ello, mientras no quede encerrada en estériles dogmatismos inmunes a todo intercambio.

Su referencia a la “(in)migración” como formando parte de nuestro ADN es acertada, creo, pero resulta por lo menos simplificada por el aditamento de la frase de Octavio Paz (que los argentinos venimos de los barcos) que borra de un plumazo toda la historia anterior al siglo XX, como si los pueblos que habitaron nuestro suelo desde hace 18000 años (!) no hubieran dejado ninguna huella en nuestra conformación cultural. Que nuestra memoria ilustrada empobrezca esta rica herencia es una operación política, como se puede sospechar del contraste que el escritor mexicano quiso establecer entre el legado de las altas culturas mesoamericanas y un supuesto “vacío” de culturas previas en el cono sur. Idea del “vacío”, por otra parte, que no es nueva: se usó en el siglo XVI para legitimar el “descubrimiento” y la ocupación de tierras que no tenían dueños reconocidos según costumbres y papeles de la época; se usó también en la segunda mitad del siglo XIX cuando se justificó como “conquista del desierto” el genocidio de pueblos aborígenes en la patagonia y en el nordeste; se usa ahora también bajo el eufemismo de “expansión de la frontera agropecuaria” para desplazar poblaciones en nuestra provincia invisibilizadas e ignoradas (como no existentes, como vacío) por la mirada de los pooles agroextractivistas.

Comparto con Flaja la caracterización del coraje, los sueños y las esperanzas de nuestros abuelos. Los míos, como los suyos, también vinieron de Siria huyendo de la opresión turca anhelando libertad para trabajar. Pero la Argentina estaba lejos de ser el “faro que irradiaba libertad… seguridad… ley”. Es verdad que Sarmiento y Alberdi pensaron que el desarrollo del país estaba asociado a la multiplicación de pequeños productores afincados en pequeñas parcelas que el gobierno debía repartir en proyectos de colonización. La realidad fue otra: las tierras fueron repartidas en grandes latifundios a los soldados premiados por esa “conquista del desierto” y a las pocas familias de la oligarquía bonaerense que fueron comprando esos “premios” entre otros mecanismos de apropiación. No es casual encontrar repetidos los pocos apellidos ilustres en nombres de pueblos, calles y sociedades rurales en la pampa húmeda. Los inmigrantes se amontonaron en conventillos, fueron perseguidos y discriminados, y tuvieron que asumir los oficios que su tenacidad y creatividad les permitió, como bien lo recuerda el artículo: lustrabota, vendedor ambulante, comerciante, empresario textil… Que nuestros abuelos se hayan hecho un camino de sacrificio y progreso, no para ellos, sino para nosotros sus descendientes en tercera y cuarta generación, no fue gracias a la Argentina liberal que imagina mi colega. Los números de la economía de la Argentina del Centenario ocultan la concentración de riquezas, la exclusión social y política, la violencia “higiénica” contra inmigrantes que no fueron los esperados. Si en algún elemento de nuestra historia se apoya la meritocracia impulsada por la razón neoliberal es en esa memoria de los esfuerzos y sacrificios de nuestros abuelos. Aunque lo hace también falseando los hechos, pues ningún inmigrante se hizo solo a partir de sus esfuerzos: que no haya tenido las facilidades prometidas en la propaganda inmigratoria no significa que no haya tenido el sostén comunitario de sus congéneres nucleados en las sociedades de fomento, en gremios, clubes y asociaciones, sin los cuales abrirse camino habría sido sencillamente imposible. Un camino que asumió el mismo modelo excluyente y explotador que los recibió, pues en nuestra provincia se repitió el proceso concentrador en la explotación agro-forestal, ahora con participación de “nuestros abuelos” y en perjuicio de los antiguos pobladores, marginados mediante los mismos dispositivos que se habían usado antes contra inmigrantes provenientes del Mediterráneo latino-semita (y no de la Europa sajona), orientando ahora las excusas del subdesarrollo hacia la culpabilización del “criollo”.

Un proceso complejo es reducido en el artículo en cuestión a la interrupción de un “proceso de incorporación de recursos humanos al stock de capital y tierras disponibles” (!) por parte de dos fenómenos políticos: “autoritarismo y populismo” que, “han sido la Espada de Damocles que se ha cernido sobre la Argentina”. Una vez más, la culpa es del peronismo. Claro que para no desconocer tan groseramente el significado de este movimiento en la inclusión y ampliación de derechos, se lo señala “en estado puro o combinado” con el autoritarismo. O mejor aún: se da por sentado el sentido mediático-peyorativo del término ‘populismo’, que incluiría en una amplia y vaga caracterización al autoritarismo, la irresponsabilidad fiscal, la demagogia, y otros males por los que nuestras élites no dudan en impulsar golpes que interrumpen la democracia para “restablecer la democracia”. ¿Estarán incluidas en la Espada de Damocles las acciones desestabilizadoras de los autodenominados ‘republicanos’, siempre afectados por la participación plebeya de las masas en el espacio de las decisiones?

Con el mismo prejuicio con el que se usa la noción de ‘populismo’ (desconociendo una ya extensa tradición académica en la politología que ha complejizado sus sentidos), el artículo atribuye a nuestra sociedad tres preceptos (“son axiomas, no se demuestran”, dice) como señal de la decadencia. Sin ninguna demostración ni argumento que permita apreciar la verosimilitud de su afirmación, que, entonces, habrá que entender también como un axioma. Y creo que es una simplificación más que opera como un prejuicio. No conozco a nadie que sostenga que “el Estado es siempre mejor que los privados, lo nacional es siempre mejor que lo extranjero y los pobres son siempre mejores que los ricos”. Salvo que se trate de recursos retóricos (hipérboles quizás) en el relato de mi colega para reafirmar su opinión. Pero no parece ser el caso, pues dice a continuación que están grabados “a fuego en nuestra sociedad”.

En un economista serio como José Luis Flaja (me consta) se echa de menos algún número, alguna estadística, alguna investigación, que sustente mínimamente una apreciación tan osada como la de sostener que “empezamos un proceso de reversión” y “los barcos dieron vuelta sus proas” para que nuestros hijos migren a “mercados que valoren sus capacidades”. Salvo que la “emigración” a Uruguay de Susana Giménez y algunos termocefálicos porteños sean representativos de una corriente masiva que no llegamos a advertir desde las militancias faccionales populistas y provincianas.

“Votar con los pies” puede ser una figura a tener en cuenta si el fenómeno migratorio fuera significativo. No parece serlo, menos en tiempos en los que no hay transporte hacia ningún lado por la pandemia. Por lo que no pasa de ser una operación político-mediática. Una más. Hasta ahora, el único voto comprobable es el emitido por el 48,10 % que eligió a Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner como presidente y vice. Hay que respetar ese voto. l


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