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EL LIBERAL . El Evangelio

“El que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido”

30/10/2020 21:00 El Evangelio
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“El que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido” “El que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido”

“Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer y ellos lo estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les decía una parábola:

Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y venga el que os convidó a ti y al otro, y te diga:

“Cédele el puesto a éste”.

Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga:

“Amigo, sube más arriba”.

Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido”.

Cómo debe ser la actitud del cristiano en su vida de relación con los demás

Jesús, en este fragmento del evangelio de Lucas, nos presenta cómo debe ser la actitud del cristiano en su vida de relación con los demás.

Los fariseos invitan al Maestro a un banquete y lo espían para ver si pueden detectar algo con lo que poder echárselo en cara.

Vio como los invitados pugnaban para situarse en los primeros puestos, ante lo cual catequiza a los de alrededor poniéndoles como ejemplo que, el afán por situarse en los sitios principales, puede acarrear que el que te invitó te haga levantar para situar a otro de más categoría, creando una situación de bochorno, por lo tanto debemos buscar los sitios de menor importancia, y entonces el anfitrión, si lo mereces, te haga progresar a sitios más principales.

¡Cuánto nos gusta aparentar!, creernos el ombligo del mundo, que los demás vean en nosotros a un líder o un hombre envidiable; y nos encanta que todo el mundo nos haga caso y nos trate con reverencias.

¡Qué error!, Jesús nos lo dice claramente: “El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”.

Con qué poca frecuencia nos encontramos con personas realmente humildes, que no les supone ningún problema ponerse al servicio de los demás, incluso realizando cosas, en ocasiones, desagradables, pero lo hacen con la sonrisa en la boca, infundiendo alegría a los que les rodean.

Esforcémonos para hacer nuestro el ejemplo que nos refiere Jesús, actuemos con humildad, no busquemos el reconocimiento humano, sino más bien, la serenidad de haber actuado con sentido cristiano de la vida.

¿Somos capaces de ponernos en manos de Dios en situaciones adversas?

¿Nos consideramos el ombligo del mundo?

¿En cuántas ocasiones, la humildad no es nuestra forma de actuar?

Concluimos esta semana de reflexión, con una experiencia Paulina de gran trascendencia para la vida de la Iglesia y para cada uno de nosotros: “Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir”. Filp. 1,21.

Esta realidad del misionero apostólico le da carácter a toda su existencia, y le permite ser otro Cristo en medio del mundo. Sólo así podremos entender la alegría de ser testigos de este proyecto de vida plena en la pequeña comunidad, en la que como Pablo podemos decirles, que por ellos es que permanecemos activos en esta vida.

Cuando es la comunidad la que da sentido a todo el quehacer misionero de toda persona en la Iglesia, entonces la elección de vivir o morir por ellos es lo suficientemente clara: “Por ellos me consagro, para que queden consagrados por la verdad” Jn 17, 19, dice Jesús en su oración sacerdotal.


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