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EL LIBERAL . El Evangelio

Dios es bueno y quiere la felicidad de sus hijos

01/11/2020 01:21 El Evangelio
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Dios es bueno y quiere la felicidad de sus hijos Dios es bueno y quiere la felicidad de sus hijos

La experiencia de la paternidad de Dios le ayuda a Jesús a descubrir que Dios es bueno, que ama la vida y quiere la felicidad de toda la creación, especialmente de sus hijos. Dios es feliz y ama la felicidad, no soporta el sufrimiento ni la desdicha humana, pretende que todos seamos felices. Por eso, Jesús es el juglar de Dios, el que anuncia la llegada del Reino e invita a todos a entrar en él.

El Reino de Dios produce al interior de la sociedad de Israel un cambio transformador que repercute en todas las dimensiones de la vida: a nivel socio-económico, religioso, cultural y político. El Reino incluye desde la esperanza a los desposeídos que sufren la injusticia de la exclusión: los que lloran, los mansos, los que tienen hambre y sed de justicia, los que esperan el veredicto soberano de Dios que libera a los oprimidos, aquellos que por experimentar la misericordia de Dios obran con misericordia con los afligidos, aquellos que tienen el corazón puro, que son fieles a Dios y lo sirven en sus hermanos, los que trabajan por la paz, es decir aquellos que crean condiciones a nivel de las relaciones humanas y comunitarias para que haya paz, fruto de la justicia y la equidad. Estos bienaventurados, herederos del Reino, son testigos de la felicidad que trae Dios, y son un grito que pone en jaque a la sociedad que confunde felicidad con adquisición de poder, dinero, fama, éxito mundano.

Conclusión

La Iglesia celebra la solemnidad de todos los santos, y a la luz de las bienaventuranzas podemos preguntarnos qué significa ser santo hoy, cómo podemos los cristianos vivir la santidad en el presente de nuestra historia. Las Bienaventuranzas nos proponen un modo de vida contracultural ya que cuestionan y ponen en crisis comportamientos y valores vigentes que han impregnado nuestra sociedad cada vez más deshumanizada y deshumanizadora.

Se trata de recibir el Reino que trae Jesús desde la gratuidad, confiando en la providencia de Dios que es Padre y nunca abandona, poniendo en práctica su palabra, en especial el mandamiento del amor que se expresa en gestos de misericordia con los que sufren: los pobres, los que lloran, los perseguidos. La novedad que trae el Reino produce un cambio transformador en todos los niveles de la sociedad, entonces los que antes sufrían ahora son felices, es decir, bienaventurados. Desde este lugar, santos hoy, serán aquellos que sean capaces de imitar al Dios compasivo y misericordioso curando heridas, liberando de esclavitudes, acompañando en el dolor, animando a los caídos.

De eso se trata la santidad, de salir de la cómoda autorreferencialidad para descubrir a Dios en la vida, en los que necesitan ser sanados e incluidos a la mesa en la que se comparte el pan partido y se bebe el vino nuevo de la Alianza. l


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