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EL LIBERAL . Santiago

La sexualidad pospandemia

02/11/2020 13:21 Santiago
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La sexualidad pospandemia La sexualidad pospandemia

Esto pasará. Habrá un pospandemia. Así como un día comenzó, un día terminará. No es futurología, sino lo que dice la historia de nuestra Humanidad. Para sintetizarlo, los dichos populares, con su sabia simplicidad, lo expresan con el famoso “siempre que llovió, paró”. En todos estos meses se dijo mucho y se seguirá diciendo. La gente propone una suerte de sentencia sobre lo que vendrá, porque necesita leer alguna propuesta que permita incubar sueños, prometer un poco de algo, asirse a la esperanza o exhibir su pesimismo. Desde siempre, aspiramos a saber del futuro, pero, en ocasiones, lo que suele pasar es que acertamos, más que sabemos.

Pero, lo cierto es que el cimbronazo fue tan fuerte, intenso, universal que es lógico pensar que mucho nos pasará. En algunos casos, el cambio será irremediable, en otros, el mismo será efímero. Pero lo concreto es que es saludable pensar que algo deberemos hacer –prever- para cuando se instale la “normalidad post-pandemia”, porque, sin dudas, esta nos afectó en diferentes niveles. Debemos confiar en la resiliencia, en la adaptación que el ser humano tiene, aunque en ocasiones sea a los tumbos. Pero, sin dudas, ese “luego”, será un poco de lo anterior y mucho de lo que deberemos renombrar, resignificar y reconsiderar.

Me niego a la futurología, insisto. Sin embargo, si analizamos lo que nos pasó –lo que nos está pasando y no sabemos hasta cuándo- si estudiamos lo que vimos, lo que comprendimos, en este caso, en relación a la vida sexual de las personas, podemos pensar en algunos elementos que deberemos confrontar en la nueva normalidad y, por ello, prever algunas cuestiones que serán importantes a ser tenidas en cuenta.

Para esto, señalemos que la salud sexual tiene, entre otros elementos, que ver con la intimidad de las personas, con la capacidad de tener relaciones saludables, con la capacidad de disfrutar las actividades de carácter sexual, de preservarse, tanto física como mentalmente, en los diferentes aspectos de su vida sexual y, obviamente, con un sentirse bien con uno mismo y, finalmente, con tener la capacidad de poder buscar respuestas cuando surgen dificultades, tanto biológicas, psicológicas o sociales.

A partir de ello, podemos comprender que la pandemia nos afectó a diferentes niveles de la salud sexual y que, algunas de sus consecuencias la estamos viendo y que otras, aparecerán cuando todo esto termine. Siempre recordando, que no existe una ley general. Sin embargo, tres cuestiones, que quiero señalar, han sido fuertemente afectados:

a- La intimidad, como espacio de expresión individual y de encuentro.

b- Las formas de relacionarnos sexualmente.

c- La carga emocional del estrés general que repercute directamente en las personas y en sus relaciones.

La intimidad es un espacio donde nos desnudamos –no solo literalmente, sino también desde de nuestro interior- ante alguien. Un espacio donde exponemos, de cierto modo, nuestra fragilidad, nuestro modo de estar, una forma de ser. Al hacerlo, realmente, puede exhibirse con más intensidad deseos y miedos. La otra persona, quien es testigo de nuestra intimidad, de repente, nos ve desnudos de otro modo. La pandemia ha obligado a algunas parejas a convivir sin las pausas que otorga la rutina diaria. De repente, hemos sido obligados por la circunstancia de redefinir el espacio personal. El “nosotros” ha ocupado todas las dimensiones, pero, no en forma relajada, como unas vacaciones, sino en un cotidiano amenazante y con noticias (reales y muchas “fake news”) que han generado mayores tensiones. Sumado, obviamente, el problema económico que, en muchas ocasiones, juega una carta importante.

Dos consecuencias desagradables han aparecido: a)- la violencia como un elemento existente en la vida de muchas parejas y b)- parejas con grandes incompatibilidades de convivencia. Sobre estos dos puntos, veamos algunas cuestiones.

En primer lugar, debemos comprender que cuando la pandemia pase, necesariamente será necesario reforzar los mecanismos activos de prevención contra la violencia. Es decir, actuar mucho antes que sus consecuencias más terribles aparezcan. La prevención de la violencia será una de las obligaciones más contundentes a nivel sanitario. Por ejemplo, es sabido que, en la actualidad, la violencia en las relaciones adolescentes ya existe. Actuar a ese nivel se impondrá como una necesidad que no podemos seguir pretendiendo que no existe. Lo otro, más contundente, es que será necesario repensar los lazos que establecemos, porque en ocasiones, parece que los mismos se asientan más sobre circunstancias y contextos y no en decisiones convencidas y en el auto-conocimiento, o sea lo que tiene que ver con la construcción de una pareja saludable, capaz de crear, desarrollar y resignificar los vínculos que siempre son afectados por las circunstancias y los contextos. La violencia que se manifestó en la pandemia es más que un llamado de atención es una necesidad imperiosa de actuar sobre ello. La prevención es una urgencia.

Sobre las formas de relacionarnos sexualmente hemos pasado por varias etapas. Los estudios actuales muestran que el aumento de stress y de ansiedades, fruto del aislamiento, del miedo al contagio son disruptores de la vida sexual. No habrá, según indican, un baby-boom, pero si algo deberá hacerse en relación a relaciones que han generado mucha tensión y conflictos, las mismas deberán revisarse. En esta época, se ha podido comprobar que ha habido, en general, una caída del deseo. La inactividad, el aislamiento, la modificación corporal, por hábitos alimentarios no saludables, entre otras cosas, ha generado una caída del deseo sexual. A esto, la agreguemos las personas que se han encontrado solas y que han recurrido tanto a la pornografía como estimulante (el aumento de acceso a páginas con este contenido ha sido un constante in-crescendo), como a actividades sexuales online. La masturbación, el aumento de compra de juguetes eróticos al inicio de la pandemia han sido intentos de paliar la situación. Evidentemente, al pasar esta pandemia sería lógico que los problemas relacionados con el deseo nos inquieten mucho más. Tal vez, haya mayores consultas sobre la falta de deseo. En este sentido, sería interesante que los servicios de salud sexual puedan existir de manera independiente, en el servicio público. La vida de pareja deberá rearmarse y, el apoyo profesional será, en ocasiones, de necesaria ayuda. En esto, retomamos un argumento: la vida sexual saludable es un bien, es un derecho, es una necesidad; no es un lujo. El servicio de salud público debe incluirlo como una oferta sanitaria seria, específica y constante. En eso revindico que el sistema sanitario, tanto público como privado, debería ofrecer consultorios de salud sexual, no de salud sexual y reproductiva. Cada parte necesaria y específica. Básicamente, el sistema de salud deberá realizar una prevención necesaria a nivel de la salud integral.

Quienes no tenían pareja procurarán establecer relaciones. Algunos, los que mantuvieron relaciones virtuales, establecieron confianza con sus partenaires virtuales conocidos en las redes de intercambio social. En esto, será necesario evitar uno de los problemas posibles: hay que comprender que las protecciones tanto físicas (prevención de ITS y de embarazos no deseados), como las psico-emocionales (relaciones tóxicas y violentas) deberán ser extremadas para no producir problemas posteriores.

Sobre lo tercero, la salud sexual podrá ser un indicador precoz de uno de los problemas mayores que tendremos: el de la salud mental. Todos sabemos que esta pandemia nos afectó. Los profesionales de la salud mental han alertado, actuado, analizado estas relaciones. Así, hoy prevén que será necesario trabajar sobre este tema. La salud sexual jugará un doble rol: de un lado, lo sabemos, será una forma prematura de mostrar algunas dificultades relacionadas con la salud mental. Del otro lado, es donde, quizás, estén los recursos necesarios para la readaptación, la superación y la mejoría. La salud sexual sigue siendo la expresión de una forma de ser, de una forma de sentir, de una forma de encuentro. Definitivamente, hemos comprendido en esta pandemia el que el otro es importante, es esencial. No por nada el abrazo es quizás uno de los gestos que ansiamos recibir más que tantos otros. Pues bien, la salud sexual, para recomponernos como personas y como sociedad ofrecerá una suerte de ventajas. No sólo es una visión profesional, es un deseo y una esperanza.

Dado todo esto, entre todo lo que deberemos hacer con mayor dedicación, indudablemente, estará la urgencia de hacer una educación sexual integral. Esta pandemia nos mostró que nos faltan herramientas para el dialogo, para el consenso, para el placer, para la gestión de conflictos, para evitar toda violencia, para cuidarnos de manera integral para el encuentro que nos genera el placer de sabernos bien, con capacidad de desear, de gozar, de estar y de ser. Esta pandemia nos mostró que algunas personas no tienen esos recursos y que podrían adquirirlos con una buena educación sexual. Pensando en el futuro, darla, es más que una posibilidad, es una exigencia que debemos hacer como promesa para la vida. El futuro sólo es lo que viene. Pero el mismo, es consecuencia directa de lo que hacemos en presente. Aquí, como siempre, está la esperanza.


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