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EL LIBERAL . Santiago

Elegir una nueva normalidad

02/11/2020 13:34 Santiago
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Elegir una nueva normalidad Elegir una nueva normalidad

El año 2020 es el año en el que estuvimos entre paréntesis. Una partícula minúscula de materia paralizó la economía mundial, nos encerró en nuestras casas, nos obligó a modificar los modos de presencia y de relación con los otros, puso al descubierto consecuencias de las opciones políticas y abrió dilemas éticos cruciales.

Hemos transitado por vivencias paradojales y contradictorias aún no elaboradas por la reflexión, y que ponen en crisis las formas de vida actuales anunciando otras que habrá que elegir. Se ha modificado la proxemia y la kinesia, los sentidos de lo cerca y lo lejos: la comunicación gestual y corporal no serán ya iguales con barbijo y distanciamiento de dos metros, que al parecer seguirán aún con vacuna. Compartir el mate, un abrazo o un beso, sonreír o levantar las cejas, mostrarse preocupado o interesado, tendrán que encontrar nuevas formas en nuestra cultura latinoamericana acostumbrada a la cercanía, el contacto y el lenguaje integral. Hemos redescubierto la naturaleza y el sentido del tiempo, que estaban secuestrados por lógicas mercantiles. Los comercios cerrados o vacíos revelaron la superfluidad de nuestros consumos junto con el drama económico de quienes viven de esa dinámica. El encierro dio nuevas oportunidades a la comunicación intrafamiliar, pero también a la profundización de la violencia doméstica. El virus exhibió la igualdad ontológica de nuestra vulnerabilidad y la desigualdad económico-política de las formas de cuidado y prevención. Se radicalizó el miedo al otro, sobre quien se proyectan culpas o causalidades, asociando psicóticamente sentimientos de negación y teorías conspiracionistas, que las redes y la televisión difunden como si tuvieran el mismo valor ético y epistémico que los logros morales y científicos de los últimos siglos. La comunicación virtual alumbró posibilidades, pero se reveló también insuficiente en su reemplazo de lo presencial: el cuerpo sigue siendo irreductible y necesario, y habrá que imaginar dispositivos que articulen ambas formas.

Todas estas vivencias –cada uno podrá agregar o quitar según su propia situación– tienen que ser narradas para convertirse en experiencias. Como experiencias podrán impulsar y sostener la reflexión y el debate público en busca de una especie de “primavera ideológica”: hay que pensar todo de nuevo, aunque no desde cero. Discernir lo que sirve y lo que no, desde el criterio de la vida y de la vida buena. Imaginar utopías y experimentar sin miedos.

No sólo el pensamiento se ve conmovido por el acontecimiento ‘pandemia’. También las instituciones que organizan nuestra vida. Y de entre ellas, la que ha retornado asumiendo una nueva centralidad, está el Estado. El Estado nacional se ha hecho cargo de la situación, revelando las imposturas de una globalización sólo mercantil y financiera. Los Estados provinciales y municipales han recobrado su perfil más federal y autonómico en el ejercicio de las políticas de cuidado. Si algo diferencia a la Argentina y a Santiago de otros estados es la responsabilidad con la que los gobiernos han encarado la crisis pandémica, poniendo en primer lugar la vida. Claramente, el mercado como criterio no sirve para organizar la vida, quizás sólo para un sector de ella. Como intuyendo los tiempos difíciles que se venían, en las últimas elecciones el pueblo quiso retomar el ciclo interrumpido de la primacía de la política y de lo común. La pandemia puso al descubierto la criminalidad de las políticas de recortes y ajustes en sectores fundamentales para la vida: la salud, la educación, la investigación. También quedó deslegitimado el discurso neoliberal que privilegia el individualismo y la meritocracia, por más que algunos dogmáticos inmunes a la realidad sigan insistiendo en aplicar criterios microscópicos insuficientes y errados para la convivencia. Hemos podido comprobar que sin cuidado de la casa común y sin mirada fraterna la vida no es sustentable, como afirma el Papa Francisco, quien emerge como la única voz global que enfrenta las miopías y crueldades del capitalismo en su fase neoliberal. La nueva normalidad no puede ser la vieja normalidad, pues esa normalidad –de la depredación, la insolidaridad, el desprecio de lo común, la desigualdad– es el problema.

Claro que nada es automático o naturalmente necesario. Hay que atender y debatir los riesgos y desafíos que cada opción implica. El Estado puede organizarse bajo el paradigma del control o bajo el paradigma del cuidado, puede acentuar su perfil autocrático o puede articularse democráticamente con las organizaciones de la comunidad. Los riesgos no se eliminan mágicamente ni asumiendo posiciones supuestamente neutrales. Hay que elegir de qué lado se está. Del lado de la vida, el cuidado, la solidaridad y el respeto a la soberanía popular; o del lado de la muerte, la irresponsabilidad, el egoísmo y la democracia como cáscara vacía. Y no siempre los “lados” están claramente definidos en cada situación. Por eso hay que debatir, discernir y construir voluntad política. De lo contrario, nos hundimos en un sometimiento pasivo o en un criticismo desengañado y estéril.

Y de lo que se trata es de construir activamente la post-pandemia. No se trata entonces de seguir inercialmente ni de inventar desde cero. Se trata de re-ordenar las prioridades y acordar democráticamente, respetando las reglas y los canales apropiados. Para ello habra que recuperar el espacio público, hoy secuestrado por el negocio del espectáculo (showbiz), la desinformación (fake news) y la posverdad. Salir de microclimas incentivados por intereses ocultos o disfrazados, y recuperar voluntad de verdad y de objetividad. No como posesiones absolutas, sino como pretensiones sostenidas intersubjetivamente. Habrá que constituir comunidades hermenéuticas –de amigos, de compañeros– para disputar los monopolios interpretativos. Habrá que aprender a traducir y a traducirse para articular luchas por la igualdad y resistencias a la injusticia. Imaginar utopías no implica desechar lo conocido: se puede resignificar a partir de usos distintos. Es la sabiduría de nuestros pueblos que supo re-utilizar intrumentos de dominación y cambiarlos por herramientas de emancipación. Habrá que confiar críticamente en las experiencias populares y reconocer la conducción de los liderazgos audaces y prudenciales. Son criterios y enseñanzas de este tiempo anormal.

La crisis pandémica es también una oportunidad. Una oportunidad para construir un futuro distinto al que se ha proyectado hasta ahora. Pero no se hará sin nosotros. Y no se hará sin discernir las señales que emergen de la experiencia acumulada en este difícil año.


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