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EL LIBERAL . Opinión

El mito y sus razones

29/11/2020 11:13 Opinión
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El mito y sus razones El mito y sus razones

Cuando un acontecimiento queda

señalado no sólo en el calendario y

la efemérides sino además en el sentimiento

popular, como está sucediendo

con la última jugada de Diego Armando

Maradona, además del dolor que

nos conmueve –puedo hablar en plural-

sentimos la necesidad de describirlo,

analizarlo con la mirada técnica del

relator de un partido o evaluar, si pudiéramos,

sus razones.

Que su estatura, pequeña en la dimensión

corporal, era muy alta en

otras dimensiones, no cabe duda.

Tampoco que alcanza el nivel de un

mito, y como tal voy a mirarlo preguntándome

qué lo diferencia de otros y

cómo se construyó.

Mito proviene de la palabra griega

mithus, fábula, que viene de fari, que

significa hablar. Pero la fábula no sólo

sirvió a Esopo para hacer hablar a los

animales sino también a Herodoto para

hacer hablar a hombres y mujeres

comunes, reyes y reinas, dioses y diosas,

en la narración de su historia.

La

historiografía posterior se volvió más

estricta en cuanto a las fuentes, pero su

interpretación por parte del público no

ha dejado de mitificarla construyendo

ídolos apropiados para su propio culto;

como ejemplo basta citar a los personajes

de la independencia, que merecen

una lectura distinta desde la historiografía

liberal o de la nacionalista.

No pocas figuras míticas provienen

de las religiones, y algunas de ellas fueron

impuestas por la fuerza, como sucedió

en América cuando la corona española

y la Iglesia Católica romana

decidieron dominarla, y reemplazar

creencias, historia y mitos locales por

los que ellos traían.

Muy distinto sucede en el caso de

Diego, que alcanzó un lugar de referencia

por la admiración y el cariño de

la gente, muchos de ellos público de la

cancha, aun en la pantalla del televisor,

y otros que simplemente advirtieron

su genio.

Sabemos que el presente está

marcado por los movimientos de

las sociedades en el período moderno,

que se expresa en las clases sociales,

la política, el género, la industria

cultural y el deporte. El fútbol fue su

campo de trabajo y su escenario de

acción, donde mostró destreza, ingenio,

velocidad, astucia y generosidad,

cualidades esenciales de un guerrero.

El deporte, que lamentablemente

no ha reemplazado aún a la guerra,

la simula, en un juego que también es

combate, con un reglamento que es

ley, árbitros que son jueces y un compromiso

de juego limpio que es ética

y moral colectiva.

Son varias las razones que según

creo explican la adhesión que suscitó.

Una es su trayectoria social, desde

la humilde villa al prestigio, la fama y

los ingresos, que representa el ideal del

progreso y el ascenso, latente en las clases

populares y medias. En los partidos

decisivos de las copas mundiales, por

ejemplo ante Inglaterra, que fue inventora

del fútbol y árbitro del mundo, sus

goles pueden ser leídos desde un ángulo

político, en tanto revancha histórica

de una flota invasora, una revancha sin

sangre, expuesta ante los ojos del mundo,

fundamentalmente hecha con alegría

y con esa igualdad aparentemente

irrefutable de ser 11 contra 11. En todos

los casos expresó la capacidad de una

nación joven para marcar su presencia

en el mundo.

También lo fueron sus posiciones

políticas, inusuales en un deportista,

que lo acercaron siempre a los movimientos

populares. No dejo de lado sus

méritos y deméritos personales que

otros y otras apreciarán mejor. Lo que

quiero señalar es que Maradona, como

los fabulistas, hizo hablar a su pueblo.

¿Cómo lo logró? Con los botines, la cinco

y su pasión. Y se lo agradecemos con

emoción. Dijo el Negro Fontanarrosa

de modo inolvidable: “No me importa

qué hizo Maradona con su vida sino

qué hizo con la mía”. No lo enmiendo,

y quizá lo complemento, al decir que la

suya también me importa, y la necesitamos

como venero del mito.

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