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Ramón Gómez Cornet, el pintor de las miradas verdaderas

03/03/2013 04:00 Viceversa
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Ramón Gómez Cornet, el pintor de las miradas verdaderas Ramón Gómez Cornet, el pintor de las miradas verdaderas

Ramón Gómez Cornet, considerado por la crítica de arte del país como el “Precursor de la Pintura Moderna en la Argentina”, nació en la provincia de Santiago del Estero el 1° de mayo de 1898. Falleció en la Capital Federal el 9 de abril de 1964. Estaba casado con doña Argentina Rotondo con quien tuvo dos hijas: Rosario y Adelina.

Con referencia a su ascendencia, el Infante Don Vela, hijo del Rey Sancho Ramírez de Aragón, dio tronco a la casa de Palacio de la que descendía el artista, por vía materna. Su madre, doña Rosario Cornet Palacio, estaba casada con el Dr. Ramón Gómez, quien fuera Ministro del Interior en la primera presidencia del Dr. Hipólito Irigoyen.

El joven Ramón dejó atrás el fatuo brillo social y económico ya que descendía de una familia de terratenientes, para abrazar el sacrificado camino del arte.

Realizó sus primeros estudios en la Escuela Normal de su provincia, para continuarlos en el Colegio Marista de Luján pasando más tarde al Colegio Charles Magne.

En la provincia de Córdoba inició sus estudios de arte en la Academia Provincial “Dr. J. E. Figueroa Alcorta”.

Gómez Cornet fue un niño prodigio. A los 12 años de edad, la revista “Fray Mocho” (año I N° 34.1919) dedica una página con la reproducción de sus pinturas y un comentario elogioso.

No tenía veinte años cuando dibujó magistralmente los retratos de sus abuelos maternos: Doña Rosario Palacio Achával y su esposo el Dr. Manuel Cornet, diputado por el Congreso de la Nación de 1882. Ambos retratos se encuentran en la actualidad en el Museo Histórico de Santiago del Estero.

Durante su juventud realizó varios viajes a Europa alternándolos con estadías en las estancias de su familia en Córdoba, Santa Fe y Santiago del Estero, y en la Capital Federal en la avenida Santa Fe 107, residencia de sus padres que luego fue sede de la Embajada de Rusia.

En Europa

En el Viejo Mundo estudió profundamente las obras de los grandes maestros primitivos y renacentistas y las técnicas utilizadas por los mismos, al tiempo que se ponía en contacto con los movimientos de vanguardia del Viejo Continente.

En el Taller de Barcelona, el joven estudiante era un personaje que despertaba tanta admiración como curiosidad. El pintor catalán Eusebio Llaurat lo recuerda en sus memorias “De Caboet a Dalí” como un joven de carácter demasiado aristocrático como para pasar inadvertido entre aquellos artistas por lo general rudos y anarquistas que trataban de asimilar las técnicas del Impresionismo a su manera de ver el mundo. Luego pasó a la Academia Ranson de París a continuar sus estudios.

En el año 1916, en Barcelona, se inauguró su primera exposición con óptimas críticas. Cinco años más tarde, en Buenos Aires, presentó una novedosa exposición que denunciaba influencias del Cubismo y del Fauvismo pero con una marcada personalidad.

La faz literaria

Además de ser pintor, por sus venas corría sangre de escritor. El diario “La época” (31 de agosto de 1921) publica un importante artículo que escribiera titulado: “Los primitivos y los “prisioneros” de Miguel ángel”, donde el artista reflexiona sobre lo que experimenta durante su estadía en Florencia. Además ejerció el periodismo colaborando en algunos diarios del interior.

Durante algunos años se desempeñó como diplomático y luego como docente en universidades nacionales y en su atelier particular, sin abandonar en ningún momento su auténtica vocación.

Luego de viajar durante cinco años por Europa llegando hasta áfrica, volvió a Santiago del Estero para auscultar su tierra natal; el hombre solitario del norte, rodeado de tierras pardas y resecas lo atrajo con fuerza y fue desde entonces el tema casi exclusivo de su obra que evidencia un equilibrio entre lo abstracto y lo figurativo, haciendo de este artista un moderno y un clásico.

A partir de la figura fue dejando una imagen fiel de los seres y las cosas que lo rodeaban, hondamente emotivas.

Fue un pintor intimista; oficio y expresión van juntos, en su obra no hay folklorismo ni estridencias, sólo pinta su tierra con el color propio de su materia.

Su obra como eximio dibujante es tan personal e inconfundible como su pintura. Frente a Gómez Cornet sólo se recuerda a Gómez Cornet.

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