Si quieres, puedes limpiarme Si quieres, puedes limpiarme
Marcos convierte en misionero este relato
de curación de un leproso, porque tiene
como finalidad acompañar el proceso de
evangelización de la Iglesia naciente. Jesús
no sólo anuncia la llegada del Reino de Dios,
sino que lo hace presente a través de signos
que muestran el poder sanante de Dios.
La enfermedad de lepra ocasionaba
a una persona un sinfín de males, no sólo
desde el punto de vista físico sino también
social y religioso.
Esta enfermedad es considerada en la
Biblia y en el judaísmo como uno de los peores
males que pueden aquejar a una persona.
Levítico 13, 45-46 dice al respecto: “El
afectado por la lepra llevará los vestidos
rasgados y desgreñada la cabeza, se cubrirá
hasta el bigote e irá gritando: ¡impuro¡
¡impuro¡ Todo el tiempo que dure la llaga,
quedará impuro. Es impuro y habitará solo;
fuera del campamento tendrá su morada”.
A la exclusión y abandono del enfermo
que tendrá que arreglárselas solo para vivir
debemos sumar la marginación religiosa
ya que la lepra era considerada un “castigo
de Dios” por pecados cometidos. El leproso
era considerado también “un pecador”. Esta
prescripción, como otras, se fundamentaba
en la necesidad de pureza del pueblo
de Israel por ser el pueblo elegido de Dios.
El leproso se acerca a Jesús y con gestos
suplicantes (se pone de rodillas) le pide
ayuda. El confía en Jesús por eso le dice:
“Si quieres puedes limpiarme”. Jesús siente
compasión por el enfermo, por su situación
de marginación social y religiosa e inmediatamente
“extendió su mano, lo tocó y le dijo:
quiero, queda limpio”. La lepra desapareció.
No le importó tocar al leproso, a pesar
de las prescripciones legales que lo impedían,
para Jesús, las personas son más
importantes que la ley, no teme a la crítica,
su acción curativa sana, incluye, renueva
la vida.
Después de curarlo, Jesús le mandó
guardar silencio y presentarse ante el sacerdote
para que pueda testificar la curación
tal como estaba prescripto en la ley
según lo relata Levítico 13.
La persona curada, lejos de guardar silencio,
se convierte en pregonero de Jesús
y su acción liberadora en favor del pueblo.
Conclusión
Hoy en nuestra sociedad, hay algunas
enfermedades como las adicciones al alcohol
y las drogas ilícitas, que pueden compararse
en cierto sentido con la lepra, no por
sus características y síntomas físicos, sino
por la marginalidad y exclusión social y religiosa
que infringe en quienes la padecen.
Cientos de chicas y chicos en nuestra provincia
sufren, a la par de su situación adictiva,
exclusión social y religiosa. Ellos y sus
familias deambulan en busca de ayuda, de
contención, que les devuelva la salud, la
dignidad de personas. Puertas cerradas,
promesas incumplidas, discursos grandilocuentes
sin ofertas concretas, burocracia
y desencanto. La Iglesia, tampoco está a la
altura de las circunstancias.
El proyecto sanador de Jesús que cura,
incluye y devuelve la dignidad parece lejano
a la praxis eclesial actual. Muchos de estos
chicos se hunden en la tristeza, en la desesperanza
y el olvido. Sólo son un número,
una estadística. ¿Vamos a seguir abandonándolos?
¿Vamos a mirar a otro lado como
si no existieran? ¿Cómo Iglesia vamos a
seguir predicando un Jesús lejano a la realidad
de la gente? ¿Promoviendo
acciones
vacías de contenido
sin promover
la vida en abunda
n c i a qu e J esús
trajo? En esto
se juega nuestra
credibilidad,
y hasta la suerte
de la fe en Jesús.
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