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EL LIBERAL . El Evangelio

“Tendrán respeto a mi hijo”

04/03/2021 21:37 El Evangelio
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“Tendrán respeto a mi hijo” “Tendrán respeto a mi hijo”

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: “Escuchad otra parábola: “Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cayó en ella un lagar, construyó una torre, la arrendó a unos labradores y se marchó lejos.

Llegado el tiempo de los frutos, envió sus criados a los labradores para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro y a otro lo apedrearon.

Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último, les mandó a su hijo diciéndose: “Tendrán respeto a mi hijo”.

Pero los labradores, al ver al hijo se dijeron: “éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia”.

Y agarrándolo, lo sacaron fuera de la viña y lo mataron.

Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?”.

Le contestan: “Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo”.

Y Jesús les dice: “¿No habéis leído nunca en la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”?

“Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos”.

Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que hablaba de ellos.

Y, aunque intentaban echarle mano, temieron a la gente, que lo tenía por profeta.

Cristo es la piedra angular

En esta lectura se pone de manifiesto la providencia de Dios, que dirige los acontecimientos humanos, incluidos los malos, para sus planes de salvación. La historia de José expresa las infidelidades de Israel y sobre todo el estilo que tiene Dios de sacar bien del mal. La envidia, el rencor de los hermanos para con José, a lo que contribuye sus sueños de grandeza, provoca el deseo de deshacerse del hermano menor: “Matémoslo y echémoslo en un pozo cualquiera”. Aunque después se conformaron con venderle a los mercaderes que pasaban por allá. Más tarde dirá José: “Aunque vosotros pensabais hacerme daño, Dios lo pensó para bien”.

Conviene que nos fijemos también en el paralelismo con la muerte de Cristo. José sufrió la condena de sus hermanos, fue vendido por unas monedas; pero su sufrimiento sería causa de salvación para los suyos y para otros pueblos.

En este evangelio resuena el mismo grito: “Venid, matémosle” dicho por los labradores infieles que llegan a apalear a los enviados y a matar al hijo. Pero aquí es más trágica: “Matémosle y nos quedaremos con su herencia”. La envidia y la mezquindad de los dirigentes de su pueblo le llevan a la muerte. José se convirtió en causa de salvación para los suyos. Jesucristo se convertirá también en la piedra angular del templo único, formado por los gentiles y los judíos creyentes. Es la obra del Señor. Su camino es serio: incluye la entrega total de su vida.

Nuestro camino de Pascua supone también aceptar la cruz de Cristo. Convencidos de que, como Dios escribe recto con líneas torcidas, también nuestro dolor o nuestra renuncia, como los de Cristo, conducen a la vida.

¿Somos una viña que da sus frutos a Dios? ¿o le estamos defraudando año tras año? ¿somos infieles? ¿o tal vez perezosos, descuidados? Vamos hacia la Pascua, que es el paso de la muerte a la vida.


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