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EL LIBERAL . El Evangelio

“Tú no temas, basta que tengas fe”

31/01/2022 23:04 El Evangelio
Escuchar:

“Tú no temas, basta que tengas fe” “Tú no temas, basta que tengas fe”

En aquel tiempo,

Jesús atravesó de nuevo

en barca a la otra

orilla, se le reunió mucha

gente a su alrededor

y se quedó junto al

mar. Se acercó un jefe

de la sinagoga, que

se llamaba Jairo, y,

al verlo, se echó a sus

pies, rogándole con insistencia:

“Mi niña está en las

últimas; ven, impón

las manos sobre ella,

para que se cure y viva”.

Se fue con él y lo seguía

mucha gente que

lo apretujaba.

Había una mujer

que padecía flujos de

sangre desde hacía doce

años. Había sufrido

mucho a manos de médicos

y se había gastado

en eso toda su

fortuna; pero, en vez

de mejorar, se había

puesto peor. Oyó hablar

de Jesús y, acercándose

por detrás,

entre la gente, le tocó

el manto, pensando:

“Con solo tocarle el

manto curaré”.

Inmediatamente se

secó la fuente de sus

hemorragias, y notó

que su cuerpo estaba

curado. Jesús, notando

que había salido fuerza

de él, se volvió en seguida,

en medio de la

gente y preguntaba:

“¿Quién me ha tocado

el manto?”

Los discípulos le

contestaban:

“Ves cómo te apretuja

la gente y preguntas:

“¿Quién me ha tocado?””

él seguía mirando

alrededor, para ver a

la que había hecho esto.

La mujer se acercó

asustada y temblorosa,

al comprender lo que

había ocurrido, se le

echó a los pies y le confesó

toda la verdad. él

le dice:

“Hija, tu fe te ha

salvado. Vete en paz y

queda curada de tu enfermedad”.

Todavía estaba hablando,

cuando llegaron

de casa del jefe de la

sinagoga para decirle:

“Tu hija se ha muerto.

¿Para qué molestar

más al maestro?”

Jesús alcanzó a oír

lo que hablaban y le dijo

al jefe de la sinagoga:

“No temas; basta

que tengas fe”.

No permitió que lo

acompañara nadie,

más que Pedro, Santiago

y Juan, el hermano

de Santiago. Llegan

a casa del jefe de la sinagoga

y encuentran el

alboroto de los que lloraban

y se lamentaban

a gritos. y después de

entrar les dijo:

“¿Qué estrépito y

qué lloros son estos?

La niña no está muerta;

está dormida”.

Se reían de él. Pero

él los echó fuera a todos

y, con el padre y

la madre de la niña y

sus acompañantes, entró

donde estaba la niña,

la cogió de la mano

y le dijo:

“Talitha qumi” (que

significa: «Contigo hablo,

niña, levántate”).

La niña se levantó

inmediatamente y

echó a andar; tenía doce

años. Y quedaron

fuera de sí llenos de estupor.

Les insistió en que

nadie se enterase; y les

dijo que dieran de comer

a la niña.

La fe que abre a la vida

El evangelio nos presenta hoy

un precioso texto de Marcos con

dos relatos de signos prodigiosos

realizados por Jesús. Un denominador

común: la fe que espera y

halla respuesta. Ambos relatos

son muy conocidos: El jefe de la

sinagoga, Jairo, pide a Jesús que

vaya a curar a su hija moribunda;

una mujer que padecía flujo de

sangre desde hacía doce años se

acerca a Jesús con la esperanza

de encontrar la sanación.

El texto está preciosamente

estructurado. Jairo presenta a Jesús

su petición y éste se presta inmediatamente

a ir a su casa. En el

camino, en el que le acompañaba

mucha gente, una mujer aprovecha

la ocasión para acercarse a

él. Entre tanto el tiempo va pasando

y los criados de Jairo vienen a

avisarle de que la niña ha muerto

y no es preciso molestar a Jesús.

Un obstáculo insalvable ya para

Jairo, y una Palabra de Jesús que

se le dirige: “Tú no temas, basta

que tengas fe”.

No lo tuvieron fácil ni Jairo ni

la mujer.

Un jefe de sinagoga no podía

dirigirse a Jesús sin ser “mal visto”

por las autoridades religiosas del

pueblo que estaban ya al acecho

de Jesús para ver cómo acababan

con él (Mc 3,6).

La mujer con flujo de sangre

era “impura” según la Ley y contaminaba

con su contacto, por lo

que estaba excluida de la vida social,

marginada en medio de su

pueblo.

Sin embargo, ambos pasan

por encima de toda dificultad para

tratar de encontrar en Jesús lo

que necesitan. No había más salidas:

la niña se estaba muriendo,

la mujer había buscado todo

tipo de remedio a su enfermedad

y sólo había conseguido gastar toda

su fortuna, al tiempo que empeoraba.

Noche oscura, caminos que

se cierran para ambos. Y para

ambos la luz, a través de la sanación.

Encuentro decisivo que

cambia por completo sus vidas.

Y esta Palabra evangélica es

para nosotros hoy. En toda circunstancia,

en todo tiempo, en

todo lugar, Jesús está “para nosotros”.

¿Somos conscientes de

que le necesitamos? ¿Sabemos

suplicar y confiar?

íQué alegría si podemos descubrir

que, en Jesús, nuestro caminar

por la vida es siempre un

proceso que nos permite ir pasando

de la oscuridad a la luz, de

la turbación a la serenidad, de la

tristeza al gozo, del miedo a la confianza,

del egoísmo a la entrega...!

Siempre, a pesar de y con todas

nuestras pobrezas, debilidades

y fragilidad.

Lo que debes saber
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