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EL LIBERAL . El Evangelio

Creer en un Dios crucificado

09/04/2022 22:54 El Evangelio
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Creer en un Dios crucificado Creer en un Dios crucificado

La Cruz ha sido para las

primeras generaciones de

cristianos, y posiblemente

para todas las posteriores,

hasta el día de hoy, motivo

de desconcierto, asombro

e incomprensión. ¿Se puede

creer en alguien que ha

terminado sus días, muerto

en una Cruz? ¿Cómo integrar

el anuncio de la llegada

del Reino y sus signos

prodigiosos que suponen el

comienzo de una nuevo cielo

y una nueva tierra, con el

fracaso de Jesús, el abandono

de sus discípulos, y el

triunfo, una vez más de los

poderosos?

La muerte de Jesús, de

aquel que pasó su vida haciendo

el bien, produce a

priori el rechazo de aquellos

que lo dejaron todo

para seguirlo. En los sueños

incumplidos de Jesús,

se hicieron trizas los sueños

de muchos que habían

apostado al profeta de Nazaret,

que se habían entusiasmado

con su mensaje

y pensaban que finalmente,

Dios había escuchado la

súplica de su pueblo.

¡Que locura creer en un

Dios crucificado¡ Ninguna

religión en la historia de

la humanidad había dicho

de Dios algo así. Se supone

que Dios es lo más grande,

poderoso, que muchas

veces ha sido descrito como

un ser impiadoso, vengativo

y controlador de la

vida humana. Sin embargo,

Jesús nos lo muestra como

un Padre preocupado por la

felicidad de sus hijos, que

sale al encuentro del pecador,

no para recriminarle su

conducta sino para abrazarlo,

besarlo y ofrecerle

su amor, como lo refiere

Lucas en las parábolas

de la misericordia: la oveja

perdida y del padre misericordioso

(Lc 15). Este es el

Dios de Jesús, alguien que

ama, perdona, experimenta

en carne propia el dolor de

sus hijos. Dios es amor, y el

amor lo puede todo, allí está

el centro del misterio de

la fe cristiana.

La muer t e d e J e s ú s

en la Cruz, a pesar de ser

la consecuencia de su vida

y del odio de los poderosos

de su pueblo, dirigentes

religiosos y políticos

de Israel, es a la vez,

el signo de amor más grande.

Sólo a partir de la Cruz,

como donación de la propia

vida, podemos entender

el ministerio de Jesús

y su resurrección.

La Cruz

es amor, y el amor que no

pase por el tamiz de la cruz

nunca será facundo, jamás

podrá engendrar vida y esperanza.

Ese es el Dios de Jesús,

no hay otro, no puede haber

otro: el Dios amor, que

se vuelve perdón, pan compartido,

abrazo solidario y

alegría para el mundo.

Conclusión

La Iglesia a lo largo de

la historia ha presentado a

Dios como un ser lejano a

la vida de los hombres, con

rasgos autoritarios, vengativos

y de extrema severidad.

Esta imagen ha engendrado

hijos temerosos,

de obediencia legal y conciencia

infantil. Pero la hora

actual, exige mostrar el

verdadero rostro de Dios,

el que reveló Jesús, rostro

de Padre misericordioso,

que sufre en el sufrimiento

de sus hijos, que se alegra

con sus gozos, cercano

y providente. Ese es el Dios

amor, el que queda patentizado

en la Cruz, porque sólo

el amor cura las heridas,

redime el pecado y ofrece

salvación a quiénes se encuentran

con Jesús para

compartir su vida

y ser sus

testigos en el

mundo.

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