“Alegraos” “Alegraos”
En aquel tiempo, las
mujeres se marcharon a
toda prisa del sepulcro;
llenas de miedo y de alegría
corrieron a anunciarlo
a los discípulos.
De pronto, Jesús salió
al encuentro y les dijo:
“Alegraos”.
Ellas se acercaron, le
abrazaron los pies y se
postraron ante él.
Jesús les dijo:
“No temáis: id a comunicar
a mis hermanos
que vayan a Galilea; allí
me verán”.
Mientras las mujeres
iban de camino, algunos
de la guardia fueron a la
ciudad y comunicaron a
los sumos sacerdotes todo
lo ocurrido.
Ellos, reunidos
con los ancianos,
llegaron a un acuerdo y
dieron a los soldados una
fuerte suma, encargándoles:
“Decid que sus discípulos
fueron de noche y
robaron el cuerpo mientras
vosotros dormíais.
Y si esto llega a oídos del
gobernados, nosotros
nos lo ganaremos y os sacaremos
de apuros”.
Ellos tomaron el dinero
y obraron conforme a
las instrucciones. Y esta
historia se ha ido difundiendo
entre los judíos
hasta hoy.
¡Aleluya, ha resucitado!
San Mateo nos narra lo
que sucedió en los primeros
momentos tras la Resurrección.
Mientras las Mujeres
corrían a dar la buena
nueva a los discípulos,
las autoridades intentaban
con malas ar tes (soborno
incluido) tapar la realidad,
engañar al pueblo,
negar la evidencia del sepulcro
vacío. Para unos se
había producido la promesa
de Dios, mientras que
otros solo veían peligrar
sus puestos de poder.
Durante tres años Cristo
había predicado en público
su doctrina, había hablado
de amor, de libertad. Había
señalado con el dedo las
injusticias, la opresión. Había
puesto en igualdad a todos
los hombres. Y a ojos
de todo el mundo había curado
enfermos y perdonado
a pecadores. Entre los dirigentes
del pueblo se había
creado un malestar que terminaría
con la detención y la
muerte del Justo. Sus enemigos
debieron pensar que
acabando con su vida pronto
sería olvidado. Pero se
equivocaban: todo eso debía
suceder (como anunciaron
los profetas) para glorificar
al Hijo de Dios.
Con la
resurrección de Jesús, todos
los planes del mal se vinieron
abajo y triunfó la vida.
íEsa es la realidad de
nuestra Fe!
Hoy, con un mundo convulso
como el que vivimos
en la actualidad, entre guerras,
pobreza y enfermedades,
debemos aferrarnos a
la verdad del sepulcro vacío.
No debemos prestar
atención a quienes quieren
engañarnos ensuciando el
nombre de Dios y de su Iglesia.
Tenemos que permanecer
firmes como los primeros
cristianos porque nuestra
realidad se fundamenta
en la vida, en la resurrección,
en aquella mañana jubilosa
en la que las mujeres
y los discípulos vieron, comprendieron
y creyeron.
El acontecimiento de la
resurrección de Jesús crucificado es inagotable.
Constituye la gran buena
noticia de nuestra historia.
El descubrimiento del sepulcro
vacío de Jesús pone en
movimiento a los personajes
protagonistas. Suscita
la búsqueda; hace preguntarse
por la presencia del
crucificado. Se da a conocer
en contra de las dudas
y el escepticismo. Y Jesús
mismo les sale al encuentro
y les saluda: alegraos.
Jesús les dice también: no
tengáis miedo. El resucitado
Mesías se hace encontradizo
con las mujeres que han
ido a visitar el sepulcro. El
resucitado sigue presente y
se hace visible; se da a conocer
con una invitación a la
alegría.