“Yo lo resucitaré en el último día” “Yo lo resucitaré en el último día”
En aquel tiempo,
dijo Jesús al gentío:
«Yo soy el pan de
la vida. El que viene
a mí no tendrá
hambre, y el que
cree en mí no tendrá
sed jamás; pero,
como os he dicho,
me habéis visto
y no creéis.
Todo lo que me
da el Padre vendrá
a mí, y al que venga
a mí no lo echaré
afuera, porque he
bajado del cielo, no
para hacer mi voluntad,
sino la voluntad
del que me
ha enviado.
ésta es
la voluntad del que
me ha enviado: que
no pierda nada de
lo que me dio, sino
que lo resucite en el
último día.
Esta es la voluntad
de mi Padre:
que todo el que ve
al Hijo y cree en él
tenga vida eterna, y
yo lo resucitaré en
el último día”.
“Dar la vida, de una vez o en el día a día,
es perder a los ojos de este mundo”
Jesús es el pan de vida,
y el que come de este
pan y bebe de su sangre no
tendrá hambre ni sed. Jesús
colma los deseos y expectativas
más profundas
y fundamentales del ser
humano.
El saciado de esta manera,
el que experimenta
en su vida la plenitud que
da la fe en Cristo, está capacitado
para dar la vida.
Ahora bien, dar la vida, de
una vez o en el día a día, es
perder a los ojos de este
mundo: tener hambre y sed
físicas, padecer enfermedades,
sucumbir ante las
persecucionesà
Pero esa derrota, según
los criterios del mundo,
es una victoria para el
que “viene a Cristo” y cree
en él, porque expresa la
suprema liber tad de todos
los condicionamientos
mundanos, la capacidad de
disponer de la propia vida
y darla con generosidad,
precisamente desde la plenitud
(la “saciedad ”) de
esa fe. Es una fe que nos
hace ver la fecundidad del
martirio.
No en el sentido (“masoquista”,
podríamos decir)
de que se desee o celebre
la muerte. De hecho,
la comunidad sint ió con
hondura la muerte de Esteban
e hizo un gran duelo
por él. Pero su martirio
y la cruel persecución que
se desató contra la parte
griega de la comunidad
fue, sin embargo, el comienzo
de una campaña de
evangelización a gran escala.
Y ahí mismo vemos la
acción del Espíritu, que resucitó
a Jesús de entre los
muertos, y que convierte
una situación de sufrimiento
y muer te en una
ocasión para extender el
mensaje de la Vida.
La fe, alimentada por
Cristo, Pan de Vida, no
nos garantiza el éxito en
los asuntos de este mundo,
es más, en ocasiones,
nos complica la vida,
y mucho, hasta ponerla en
peligro de muerte, pero
nos da la perspectiva de
esa plenitud que se refleja
en la resurrección de los
muertos, la Resurrección
de Cristo, en la que esperamos
participar, y en la
que ya estamos participando,
precisamente por
medio del Pan eucarístico,
que nos lleva, nos debe
llevar, superando todo
temor, a cumplir la voluntad
del Padre, al testimonio
de fe y a las obras del
amor.