“Yo soy el pan de la vida” “Yo soy el pan de la vida”
En aquel tiempo, dijo
Jesús al gentío:
“Nadie puede venir
a mí si no lo atrae el Padre
que me ha enviado, Y
yo lo resucitaré en el último
día.
Está escrito en los
profetas: “Serán todos
discípulos de Dios”. Todo
el que escucha al Padre
y aprende, viene a
mí.
No es que alguien haya
visto al Padre, a no ser
el que está junto a Dios:
ese ha visto al Padre.
En
verdad, en verdad os digo:
el que cree tiene vida
eterna.
Yo soy el pan de la vida.
Vuestros padres comieron
en el desierto el
maná y murieron; este es
el pan que baja del cielo,
para que el hombre coma
de él y no muera.
Yo soy el pan vivo que
ha bajado del cielo; el
que coma de este pan vivirá
para siempre.
Y el pan que yo daré
es mi carne por la vida
del mundo”.
“Todo el que escucha al
Padre y aprende, viene a mí...”
Estando como estamos, celebrando por
cincuenta días el domingo de Pascua, se nos
proclama el capítulo sexto del evangelio de
san Juan. Y en este contexto se comprende
mejor lo que dice a propósito del signo que ha
realizado. El Misterio pascual que se actualiza
en cada Eucaristía, nos introduce en la
obra salvífica llevada a cabo por Jesús, que
nos ha amado hasta el extremo, entregando
su vida para que la tengamos en abundancia.
Generosidad en el amor significado en el “mejor
vino”. Generosidad en el pan multiplicado,
que sacia y sobra para alcanzar a otros. Porque
el amor de Dios es así, abundante, generoso,
sin límite ni condiciones previas. Tanto
amó Dios al mundo que le entregó a su propio
Hijo.
Le dice al gentío: “Nadie puede venir a mí
si no lo atrae el Padre que me ha enviado...” Y
a todos atrae Dios porque lo que desea es que
todos se salven y lleguen al conocimiento de la
verdad. Y como esa es la finalidad de la encarnación,
todos serán ganados por el amor que
en Jesús se ha revelado.
Lo que toca es ser discípulo de Dios. Y lo
que corresponde al discipulado es “escuchar y
aprender”. Porque el discípulo al convivir con
el maestro, aprende a escuchar y escuchando
como es debido, aprenderá adecuadamente
lo que se le está comunicando. La verdad de
la escucha y el aprendizaje se evidencian en la
adhesión a Jesucristo. Por eso dice: “Todo el
que escucha al Padre y aprende, viene a mí”
Es lo que se aprende del Maestro que dice de
sí mismo: Yo no hago sino lo que veo hacer a mi
Padre.” Y en otro lugar: Yo no digo sino lo que
escucho a mi Padre.
Puesto que él se ofrece para la vida del mundo,
el signo realizado que relata la generosa
abundancia, apunta a él mismo, que revela cuánto
amó Dios al mundo al entregarlo para que el
mundo se salve por él.
Es necesario comprender que los signos del
pasado de Israel, encuentran su plena realidad en
Jesús mismo. Por eso dice: “Vuestros padres comieron
en el desierto el maná y murieron; este es
el pan que baja del cielo, para que el hombre coma
de él y no muera.” El és el último signo ofrecido
por el Padre. Todos los demás apuntaban a
él, y en él todo está cumplido. Por eso al gentío
que le sigue, le ofrece alimentarse de su misma
vida, mediante su cuerpo entregado y su sangre
derramada. Es su amor sin límites el que sostiene
al que le recibe y lo convierte, en comunión con
él y con todos, en signo sacramental de un amor
más grande.