A mis ovejas les doy la vida eterna A mis ovejas les doy la vida eterna
La escena se realiza durante la fiesta de la Dedicación
que conmemoraba la consagración del
Templo y del altar después de la profanación de
Antíoco Epifanes dos siglos antes.
Jesús se paseaba
por el Templo bajo el pórtico de Salomón,
lugar frecuentado por la gente para escuchar la
enseñanza de la Ley. Los judíos se acercan a Jesús
y le exigen que revele si era el Mesías, necesitaban
una prueba para acusarlo.
Jesús lo confirma
implícitamente: lo he dicho y no creen, más
aún, las obras que hago en nombre de mi Padre,
“dan testimonio de mí”, pero ustedes no creen,
porque no son mis ovejas. La situación es conflictiva
y cargada de tensión.
Así como algunos rechazan a Jesús, los dirigentes
del pueblo, otros “escuchan su voz”. Son
las ovejas que el Padre le dio y con quienes el pastor
tiene un trato personal, íntimo: “yo las conozco
y ellas me siguen”. A esas ovejas, Jesús les da vida
eterna y no perecerán jamás y “nadie las arrebatará
de mi mano”. A los discípulos, el Pastor les
asegura la vida eterna, porque están unidos a él.
Por eso, ante la persecución, ellos deben recordar
que Jesús les dio vida eterna y que nada ni nadie
puede arrebatarlos de su mano ni de la del Padre,
porque ambos los protegen.
Jesús dice que es “uno” con el Padre. La seguridad
de los discípulos, de la Iglesia, se fundamenta
en la comunión de Dios.
Esta comunión entre el Padre y el Hijo garantiza
la salvación de las ovejas.
Los discípulos, que escuchan la voz del Pastor
y tienen un trato íntimo con él, son asociados por
el Hijo a la comunión con el Padre. Esto los sostiene
en la persecución y los anima a dar testimonio
en el mundo.
Conclusión
No es casual que Juan coloque este episodio
en la fiesta de la Dedicación del templo. La escena
tiene un valor simbólico.
Los judíos creían que el templo era el lugar de
la presencia de Dios y en donde el pueblo encontraba
la “vida” a través de las prácticas cultuales
que allí realizaban.
Jesús dirá que el encuentro con Dios se realiza
en él, los discípulos que escuchan su voz y lo siguen
son incorporados a la comunión con Dios, la
misma que hay entre el Padre y el Hijo, comunión
que garantiza el acceso a la vida eterna.
Hoy más que nunca es necesario anunciar
a Jesús, darlo a conocer al mundo, para que las
personas se dejen guiar por él, experimenten su
cercanía que da la vida. Necesitamos escuchar su
voz, mirar con fe los signos de su presencia siempre
amiga y misericordiosa, seguirlo viviendo como
discípulos, y siendo receptivos a la vida en
abundancia que nos ofrece. No hay otro camino,
sólo en Jesús podemos encontrar una vida auténtica
y llena de alegría.