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EL LIBERAL . El Evangelio

“¡Alegraos conmigo!

23/06/2022 20:59 El Evangelio
Escuchar:

“¡Alegraos conmigo! “¡Alegraos conmigo!

En aquel tiempo, Jesús

dijo a los fariseos y

a los escribas esta parábola:

“Quién de vosotros

que tiene cien ovejas y

pierde una de ellas, no

deja las noventa y nueve

en el desierto y va tras la

descarriada, hasta que

la encuentra?

Y, c uando l a encuentra,

se la carga sobre

los hombros, muy

contento; y, al llegar a

casa, reúne a los amigos

y a los vecinos, y

les dice:

-`¡Alegraos conmigo!,

he encontrado la

oveja que se me había

perdido'.

Os digo que así también

habrá más alegría

en el cielo por un solo

pecador que se convierta

que por noventa y

nueve justos que no necesitan

convertirse”.

“He encontrado la oveja

que se me había perdido”

La fiesta del Sagrado

Corazón que hoy celebramos

nos hace recordar

el tiempo pascual,

en que hemos vivido y

experimentado el amor

misericordioso de Cristo,

en su muerte y resurrección.

Un corazón

herido, traspasado, pero

a la vez lleno de ternura

y compasión; un corazón

bondadoso capaz de

amar y de perdonar infinitamente.

La primera lectura y

el evangelio relacionan

el Antiguo y el Nuevo

Testamento.

En la primera

lectura el profeta

Ezequiel nos anuncia un

pastor que ha de venir

a cuidar a su rebaño, lo

guiará, lo apacentará en

ricos pastos, cuidará de

sus ovejas según la necesidad

de cada una.

En el evangelio, Jesús,

a través de una parábola,

enseña a los que

todavía viven según la

ley y el moralismo que

él se alegra por haber

encontrado a la oveja

perdida, deja las noventa

y nueve y va al encuentro

de la que necesita

ser sanada, porque

él ha venido al mundo

para los enfermos, los

que necesitan médico.

Acerquémonos al Señor

como la oveja perdida,

la descarriada, la enferma,

la herida..., cansada

de caminar por

pastos secos, sin vida y

así podamos encontrar

en él el pasto saludable

que nos conduce al Padre.

Muchas veces por

el sufrimiento, por la

ceguera, por la falta de

fe, no nos damos cuenta

de su presencia en

nuestra vida, pero el Señor

no nos abandona. él

nos guía, nos acompaña,

nos quiere, nos ama

hasta entregar su vida.

En la segunda lectura

la carta del apóstol San

Pablo nos muestra el

gran amor con que Dios

nos amó, “siendo nosotros

todavía pecadores”;

miró nuestra debilidad,

se compadeció de nosotros

y nos envió a su Hijo

único como luz del

mundo para rescatarnos

del poder de las tinieblas

y así podamos andar

en la claridad de su

presencia.

Abramos el o í d o

del corazón para escuchar

la voz del Pastor,

de mi pastor. Reposemos

nuestra cabeza en

el pecho de Jesús, como

el discípulo amado y digámosle:

“Señor te quiero,

cuídame, apaciéntame

en tu rico pasto para

que yo permanezca en

tu corazón manso y humilde,

y ahí encontraré

descanso para mis fatigas”.

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