Jesús nos enseña a orar Jesús nos enseña a orar
El relato del viaje a
Jerusalén se enriquece
ahora con un nuevo
episodio, en el que Jesús,
a petición de sus
discípulos, les enseña
a orar.
Con la oración del
Padrenuestro, les enseña
a sus discípulos
a dirigirse a Dios como
“Padre”, como él lo
llama.
Luego de la invocación
“Padre”, Lucas
coloca dos anhelos dirigidos
a Dios: que tu
nombre sea santificado
y que llegue tu Reino;
y tres peticiones:
danos cada día nuestro
pan para la subsistencia,
perdónanos
nuestros pecados, no
nos dejes caer en tentación.
Cuando la comunidad
cristiana solicita
la santidad del nombre
de Dios, lo que desea
es que se manifieste
en la actividad de
Jesús y en la actuación
de sus discípulos.
Jesús anunció la
llegada del Reino y lo
hizo presente a través
de su muerte y resurrección,
por eso, la
oración de la comunidad
se dirige ahora
a su consumación,
es decir, se pide que el
Reino de Dios llegue a
su plena madurez y se
manifieste con signos
eficaces en la realidad
cotidiana.
La segunda parte de
esta oración comunitaria,
completa la alabanza
a Dios con unas
peticiones. Los discípulos
dependen esencialmente
del “Padre”.
Por eso le piden que
socorra sus necesidades
diarias de sustento,
imploran su perdón,
ya que el pecado
es una realidad esencialmente
humana y
tienen que rogarle que
no los enfrente con situaciones
en las que
pueda peligrar su actitud
de entrega y de
confianza en el “Padre”.
Pedir el sustento
diario y el perdón de
los pecados, conecta a
la comunidad con dos
experiencias fundamentales
del antiguo
pueblo de Israel: en su
travesía por el desierto,
Dios proveía diariamente
a las necesidades
vitales del pueblo,
a la vez, lo sostenía
en el momento de
la prueba. La conciencia
de pecado propio
y ajeno de los creyentes,
hace que se abran
al misterio del amor
de Dios que perdona.
Por eso, desde esta experiencia
de filiación
con el Padre, se pide
el perdón a Dios, con
el convencimiento de
ofrecer el perdón humano
no como condición,
sino como signo
de fraternidad humana
que actualiza y encarna
el Reino de Dios
en el mundo.
Conclusión
La vida de Jesús estaba
totalmente orientada
al Padre, al cumplimiento
de su voluntad,
por eso los Evangelios
lo muestran permanentemente
en una
actitud orante. Esa experiencia
de sentirse
amado por el Padre
y de vivir abierto
a su gratuidad es lo
que Jesús transmite a
sus discípulos. Cuando
la comunidad llama
a Dios, “Padre”, se inserta
en la comunión
de vida y amor que
existe entre el Padre
y el Hijo, se dispone a
recibir su misericordia
y a vivir en comunión
con sus hermanos, como
una forma de hacer
presente el Reino
que se anhela
y pide en la
oración.