“Realmente eres Hijo de Dios” “Realmente eres Hijo de Dios”
Después que la gente
se hubo saciado, enseguida
Jesús apremió a sus
discípulos a que subieran
a la barca y se le adelantaran
a la otra orilla, mientras
él despedía a la gente.
Y después de despedir
a la gente subió al monte
a solas para orar. Llegada
la noche estaba allí
solo.
Mientras tanto la barca
iba ya muy lejos de
tierra, sacudida por las
olas, porque el viento era
contrario.
A la cuarta vela
de la noche se les acercó
Jesús andando sobre
el mar. Los discípulos,
viéndole andar sobre el
agua, se asustaron y gritaron
de miedo, diciendo
que era un fantasma.
Jesús les dijo enseguida:
«íánimo, soy yo, no
tengáis miedo!”.
Pedro le contestó:
«Señor, si eres tú, mándame
ir a ti sobre el
agua”.
él le dijo: «Ven”.
Pedro bajó de la barca
y echó a andar sobre
el agua acercándose a
Jesús; pero, al sentir la
fuerza del viento, le entró
miedo, empezó a hundirse
y gritó: «Señor, sálvame”.
Enseguida Jesús extendió
la mano, lo agarró
y le dijo: «¡Hombre
de poca fe! ¿Por qué has
dudado?”.
En cuanto subieron a
la barca amainó el viento.
Los de la barca se postraron
ante él diciendo:
«Realmente eres Hijo de
Dios”.
Terminada la travesía,
llegaron a tierra en
Genesaret. Y lo hombres
de aquel lugar apenas lo
reconocieron, pregonaron
la noticia por toda
aquella comarca y le trajeron
a todos los enfermos.
Le pedían tocar siquiera
la orla de su manto.
Y cuantos la tocaban
quedaban curados.
Subió al monte a solas para orar
El texto del Evangelio
es amplio en el mensaje
que hoy nos revela. Sin embargo,
esta pequeña frase:
“subió al monte a solas
para orar” resuena como
clave de lectura, no sólo
de lo que se relata a continuación,
sino también del
compromiso que Jesús tiene
por vivir y realizar la voluntad
del Padre en todas
las circunstancias: “¿Quién
arriesgaría su vida por ponerse
cerca de mí?”.
Según el relato de este
capítulo, las circunstancias
vividas en aquellos días y en
aquel día, habían sido muy
intensos: el asesinato de
Juan Bautista, el deseo de
Jesús por tener un tiempo
para sí mismo en un lugar
despoblado y la necesidad
de responder a las diversas
carencias de un gentío inmenso
que le localiza incansablemente...
Sólo le queda
la noche... Tiempo y Punto
de Encuentro con el Padre.
Espacio de búsqueda y de
comprensión de lo que está
pasando. Soledad y silencio
para escuchar al Amor.
Reconstruido internamente,
Jesús sale a l encuentro
de los discípulos,
que no se encuentran tampoco
en la mejor situación:
en la barca, rumbo a la otra
orilla, tal y como Jesús les
había pedido, los vientos
eran contrarios... reconocer
la presencia del Maestro
en circunstancias adversas
es difícil... normalmente
le queremos encont
rar como “normalmente”
ya le hemos encontrado...
es normal confundirle
con un fantasma...
La situación
da miedo... y aunque
queremos y deseamos
profundamente arriesgar
la vida por ponernos cerca
de Jesús, a veces la fe se
nos revela pequeña y frágil,
sentimos que nos hundimos,
clamamos: “Señor,
sálvame”.