“Mujer qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas” “Mujer qué grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas”
En aquel tiempo, Jesús
se retiró a la región
de Tiro y Sidón. Entonces
una mujer cananea,
saliendo de uno de
aquellos lugares, se puso
a gritarle:
«Ten compasión de
mí, Señor Hijo de David.
Mi hija tiene un
demonio muy malo”.
él no le respondió
nada. Entonces los discípulos
se le acercaron
a decirle:
«Atiéndela, que viene
detrás gritando”.
él les contestó:
«Solo he sido enviado
a las ovejas descarriadas
de Israel”.
Ella se acercó y se
postró ante él diciendo:
«Señor, ayúdame”.
él le contestó:
«No está bien tomar
el pan de los hijos
y echárselo a los perritos”.
Pero ella repuso:
«Tienes razón, Señor;
pero también los
perritos se comen las
migajas que caen de la
mesa de los amos”.
Jesús le respondió:
«Mujer, qué grande
es tu fe: que se cumpla
lo que deseas”.
En aquel momento
quedó curada su hija.
“Pedid y se os dará, buscad y
hallaréis,
llamad y se os abrirá”
Sospecho que a la
gran mayoría de nosotros
la primera vez que
nos encontramos con
el principio del pasaje
evangélico de hoy nos
pareció un tanto extraño.
Nos chocó la actitud
de Jesús, de ese Jesús
que siempre le hemos
visto atender a los
que acuden y confían en
él, que se mostrase reticente
ante la petición
de la mujer cananea de
que cure a su hija poseída
“por un demonio
muy malo”, aduciendo
que no era de Israel.
Pero al fin, vemos al
Jesús de siempre, que
no se resiste ante quien
tiene fe en él. “Mujer,
qué grande es tu fe: que
se cumpla lo que deseas”.
El mismo Jesús nos
invita a “pedid y se
os dará, buscad y hallaréis,
llamad y se os
abrirá. Porque quien
pide recibe, quien busca
halla y a quien llama
se le abre”.
Ha venido hasta nosotros
para no reservarse
nada de él, sino para
que “tengamos vida y
vida en abundancia”.
Y también nos pide
que extendamos su persona
y su mensaje a todo
el mundo: “Id por el
mundo entero y predicad
el evangelio”.