“Oraba, y su rostro cambió” “Oraba, y su rostro cambió”
En aquel tiempo, tomó
Jesús a Pedro, a
Juan y a Santiago y subió
a lo alto del monte
para orar. Y, mientras
oraba, el aspecto de su
rostro cambió y sus vestidos
brillaban de resplandor.
De repente, dos hombres
conversaban con él:
eran Moisés y Elías, que,
apareciendo con gloria,
hablaban de su éxodo,
que él iba a consumar en
Jerusalén.
Pedro y sus compañeros
se caían de sueño,
pero se espabilaron
y vieron su gloria y a los
dos hombres que estaban
con él.
Mientras estos se alejaban
de él, dijo Pedro a
Jesús:
“Maestro, íqué bueno
es que estemos aquí!
Haremos tres tiendas:
una para ti, otra para
Moisés y otra para
Elías”.
No sabía lo que decía.
Todavía estaba diciendo
esto, cuando llegó
una nube que los cubrió
con su sombra. Se
llenaron de temor al entrar
la nube.
Y una voz desde la
nube decía:
“éste es mi Hijo, el
Elegido; escuchadlo”.
Después de oírse la
voz, se encontró Jesús
solo. Ellos guardaron
silencio y, por aquellos
días, no contaron a nadie
nada de los que habían
visto.
Escucharás la voz del Padre que dice:
“éste es mi hijo amado, escuchadle”
Hoy el Evangelio nos revela
cual es nuestro final: el mismo
destino glorioso de Cristo
Jesús.
Pero llegar a ese destino
es seguir el mismo camino de
Jesús Camino de oración, entrega,
cruz, resurrección.
Ese recorrido implica subir
con Jesús al encuentro con
Dios, ir a la montaña, orar, estar
pendiente de él, ver su
rostro que ahora resplandece
y ver que sus vestidos brillan
de blancos reflejan que así
como Dios se envuelve de esplendor
y majestad como en
un manto; Sal 104,2, Jesús se
envuelve en luz divina.
Acompañando a Jesús
tendrás la experiencia de que
toda la revelación divina culmina
en Cristo, en el misterio
pascual, misterio de muerte
y resurrección-transfiguración,
verás su gloria.
Experimentarás tu encuentro
con Jesús de un modo
nuevo que te llena de paz,
de sentido, de alegría, de luz
divina, que te hace exclamar:
qué hermoso estar aquí;
creer en Jesús es una gozada,
esto sí que merece la pena
ahora sí.
En esa experiencia escucharás
la voz del Padre que
te dice: Este es mi hijo amado
escuchadle.
La escena de la transfiguración
ilumina nuestra mente
para conocer:
-que Jesús es el hijo amado
de Dios;
-que tenemos que escucharle
a él;
-que nuestra meta es una
vida transfigurada en Dios.
Lo que más nos transfigura
es el amor; que en este
día veas el amor de Dios por
ti, en el rostro de Jesús; que
veas tantos rostros transfigurados
por el dolor; que
veas tantos rostros transfigurados
por la luz, la vida, la
alegría.