“Al Hijo del hombre lo van a entregar, lo matarán, pero resucitará al tercer día” “Al Hijo del hombre lo van a entregar, lo matarán, pero resucitará al tercer día”
En aquel t i empo,
mientras Jesús y los discípulos
recorrían juntos
Galilea, les dijo Jesús:
«Al Hijo del hombre lo
van a entregar en manos
de los hombres, lo
matarán, pero resucitará
al tercer día”.
Ellos se pusieron
muy tristes.
Cuando llegaron a
Cafarnaún, los que cobraban
el impuesto de
las dos dracmas se acercaron
a Pedro y le preguntaron:
«¿Vuestro
Maestro no paga las dos
dracmas?”
Contestó: «Sí”.
Cuando llegó a casa,
Jesús se adelantó a preguntarle:
«¿Qué te parece,
Simón? Los reyes
del mundo, ¿a quién le
cobran impuestos y tasas,
a sus hijos o a los
extraños?”
Contestó: «A los extraños”.
Jesús le dijo: «Entonces,
los hijos están
exentos. Sin embargo,
para no escandalizarlos,
ve al lago, echa el
anzuelo, coge el primer
pez que pique, ábrele la
boca y encontrarás una
moneda de plata. Cógela
y págales por mí y por
ti”.
En todos estos rasgos descubrimos
una
visión óptima de la vida cristiana
Dice san Mateo que Jesús
y los discípulos iban
«yendo un día juntos por
Galilea” (Mt 17,22). Pudiera
parecer algo evidente, pero
el hecho de mencionar que
i ban juntos nos muest ra
cómo el evangelista quiere
remarcar la cercanía de
Cristo. Luego les abre su
Corazón para confiarles el
camino de su Pasión, Muerte
y Resurrección, es decir,
algo que él lleva muy
adentro y q u e n o q u i e ?
re que, aquellos a quienes
tanto ama, ignoren. Posteriormente,
el texto recoge
el episodio del pago de
los impuestos, y también
aquí el evangelista nos deja
entrever el trato de Jesús,
poniéndose al mismo nivel
que Pedro, contraponiendo
a los hijos (Jesús y Pedro)
exentos del pago y los extraños
obligados al mismo.
Cristo, finalmente, le muestra
cómo conseguir el dinero
necesario para pagar no
sólo por él, sino por los dos
y no ser, así, motivo de escándalo.
En todos estos rasgos
descubrimos una visión fundamental
de la vida cristiana:
es el afán de Jesús por
estar con nosotros. Dice el
Señor en el libro de los Proverbios:
«Mi delicia es estar
con los hijos de los hombres”
(Prov 8,31). íCómo
cambia, esta realidad, nuestro
enfoque de la vida espiritual
en la que a veces ponemos
sólo la atención y el
acento en lo que nosotros
hacemos, como si eso fuera
lo más importante! La vida
interior ha de centrase en
Cristo, en su amor por nosotros,
en su entrega hasta la
muerte por mí, en su constante
búsqueda de nuestro
corazón. Muy bien lo expresaba
san Juan Pablo II en
uno de sus encuentros con
los jóvenes: el Papa exclamó
con voz fuerte «íMiradle
a él!”.