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EL LIBERAL . El Evangelio

“Hasta setenta veces siete”

11/08/2022 00:30 El Evangelio
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“Hasta setenta veces siete” “Hasta setenta veces siete”

En aquel tiempo,

a c ercándo s e Pedr o

a Jesús le preguntó:

«Señor, si mi hermano

me ofende, ¿cuántas

veces tengo que perdonarlo?

¿Hasta siete veces?”.

Jesús le contesta:

«No te digo hasta siete

veces, sino hasta setenta

veces siete.

Por esto,

se parece el reino de

los cielos a un rey que

quiso ajustar las cuentas

con sus criados. Al

empezar a ajustarlas, le

presentaron uno que debía

diez mil talentos. Como

no tenía con qué pagar,

el señor mandó que

lo vendieran a él con su

mujer y sus hijos y todas

sus posesiones, y que pagara

así.

El criado, arrojándose

a sus pies, le suplicaba

diciendo: “Ten paciencia

conmigo y te lo pagaré

todo”.

Se compadeció el señor

de aquel criado y lo

dejó marchar, perdonándole

la deuda. Pero

al salir, el criado aquel

encontró a uno de sus

compañeros que le debía

cien denarios y, agarrándolo,

lo estrangulaba diciendo:

“Págame lo que me

debes”.

El compañero, arrojándose

a sus pies, le rogaba

diciendo: “Ten paciencia

conmigo y te lo

pagaré”.

Pero él se negó y fue y

lo metió en la cárcel hasta

que pagara lo que debía.

Sus compañeros, al

ver lo ocurrido, quedaron

consternados y fueron

a contarle a su señor

todo lo sucedido. Entonces

el señor lo llamó y le

dijo: “¡Siervo malvado!

Toda aquella deuda te

la perdoné porque me lo

rogaste.

¿No debías tú también

tener compasión

de tu compañero, como

yo tuve compasión de

ti?”.

Y el señor, indignado,

lo entregó a los verdugos

hasta que pagara

toda la deuda.

Lo mismo hará con

vosotros mi Padre celestial,

si cada cual no

perdona de corazón a su

hermano”.

Cuando acabó Jesús

estos discursos, partió

de Galilea y vino a la región

de Judea, al otro

lado del Jordán.

Jesús nos da la respuesta y lo

hace a través de una parábola

Vuelve la voz de Ezequiel

a remover nuestros días de

estío. Eco de Dios en medio

de este tiempo donde nos parece

vivir en una casa rebelde.

Los ojos han perdido la

capacidad de ver y se conforman

con una mirada superficial

que busca tranquilizar

conciencias. Los oídos, aunque

oyen, sólo buscan satisfacción

en palabras de conveniencia.

Oyen lo que les interesa

oír, pero no saben escuchar.

Es entonces cuando

el profeta debe poner tierra

por medio, bajo la guía de su

Señor. Ser emigrante a plena

luz del día y a la vista de todos.

Cautivos al destierro como

profetas incómodos ante

tanto ciego y sordo. Hoy la

presencia del cristiano debe

de ser un testimonio vivo de

un hogar nuevo. Señal, aunque

no quieran verlo, de una

casa donde se vive en paz,

porque Dios habita en ella.

En esa casa no hay necesidad

de preguntar cuántas

veces hay que perdonar. Ese

es el gran desafío que Jesús

nos lanzó: aprender a perdonar.

Sin contar las veces. Jesús

nos da la respuesta y lo

hace a través de una parábola.

Un siervo que le debía

tanto a su patrón que nunca

le iba a poder pagar, aunque

tuviera varias vidas, recibe

el perdón de toda la deuda.

Pero aún perdonado no

tuvo compasión ante quien le

imploró misericordia. El patrón

oyó lo que había hecho y

se enojó porque su siervo no

había aprendido nada al ser

perdonado.

Perdonar no es fácil. El

dolor no desaparece de un

día para otro. Necesitamos

ayuda, la fuerza misma que

proviene de un Jesús misericordioso.

Todo comienza

cuando estamos dispuestos

a perdonar. Y el perdón

de Dios es nuestra gran

motivación para perdonar.

El primer paso para perdonar

es recordar todo lo que

Dios nos perdonó. Perdonar

es soltar el resentimiento

y el deseo de hacer pagar.

Jesús habla de perdonar

al hermano, no de perdonar

una falta u otra. El

perdón se dirige al ofensor.

Por eso no depende del tipo

de falta. No se puede perdonar

más o menos. O sí, o no.

La parábola nos hace volver

la mirada hacia la misericordia

de aquel que nos perdona

infinitamente y nos da la

oportunidad de volver a empezar.

Al abandonarnos en

su gracia, seremos capaces

entonces de perdonar

las ofensas que nos haga

el prójimo. El perdón purifica

el corazón, renueva el alma

y los lava. El perdón nos

da salud, nos acerca a Dios

y transforma nuestro corazón

rencoroso, en un corazón

misericordioso.

Lo que debes saber
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