“De los que son como ellos es el reino de los cielos ” “De los que son como ellos es el reino de los cielos ”
En aquel tiempo, le
presentaron unos niños a
Jesús para que les impusiera
las manos y orase,
pero los discípulos los regañaban.
Jesús dijo:
“Dejadlos, no impidáis
a los niños acercarse
a mí; de los que son como
ellos es el reino de los
cielos”.
Les impuso las manos
y se marchó de allí.
Nacer a una realidad nueva
El Maestro de Nazaret nos presenta una
gran enseñanza con este pasaje del Evangelio.
Esa instrucción nos está implicando en cómo
ser grandes en el Reino y el llamado a entrar,
formar parte y heredar el Reino de Dios como
un proyecto de alegría y de plenitud para toda
la humanidad. Este Reino predicado por Jesús
tiene unas características concretas, basándose,
en la imagen de un “niño”, se nos da
la clave del hacerse “pequeño”. De la necesidad
de trabajar e implantar, desgastarse en
la construcción del Proyecto de Jesús.
Tarea
principal: abrir los ojos para comprender, sorprenderse
ante la dimensión novedosa del Reino,
acoger para hacer tuyo este ideal que nos
habla de amor. Más o menos lo que viene a expresar
el diálogo de Jesús con Nicodemo: “Nacer
a una realidad nueva” (Jn 3,3).
Con la imagen de un niño Jesús trata de
darle toda la profundidad que tiene la dimensión
del Reino. El Reino de Dios se rige por
otros registros distintos a los de las categorías
humanas y sociales. Tener más, abarcar
más, el poder, la autoridad, sacar beneficio
de todo, intereses particulares, que de alguna
manera están latentes en el corazón del discipulado,
cuando en cierta ocasión Pedro le lanza
la pregunta a Jesús: ¿Qué nos va a tocar?
(Mt 19,27) O cuando iban de camino esos discípulos
hablando de ser grandes y Jesús les preguntó:
¿De qué discutíais por el camino? (Mc
19,33). Clara es la respuesta del Maestro: Heredar
la vida eterna y la clave de la grandeza
del corazón es el servicio.
Prejuicios, etiquetas, distinciones, razas,
color de piel. Que nos llevan a crear barreras
entre los seres humanos.
Jesús dice que no es
así en el mundo del que se hace pequeño. Todo
aquel que vive desde la inocencia y la humildad
es grande en el Reino. Todo aquel que
vacía su corazón de rencor y odio, todo aquel
que es capaz de admirarse de la belleza de las
cosas, todo aquel que no hace de su vida un
problema por pedir ayuda, todo aquel que es
capaz de pedir perdón con pureza de corazón,
todo aquel que es capaz de perder la sensación
de ridículo y entra espontáneamente a jugar,
bailar, divertirse, para alegrar la vida de
los demás, está sembrando el Reino y es feliz.
Dichoso.
Han venido niños salidos del difícil conflicto
en Ucrania. Salen a las distintas plazas de
nuestras ciudades y se encuentran con otros
niños. Qué poco necesitan para entrar en un
mundo distinto, sin malicia, un mundo con
sueños, proyectos, ilusiones: “De los que son
como ellos es el reino de los cielos”.
Comienzan a jugar, a entenderse, a comunicarse,
a empatizar, sin necesidad de un diccionario,
sin necesidad de dominar los elementos
esenciales de un idioma. El idioma que
allí se mueve entre ellos es el del amor. El amor
lo perdona todo, lo excusa todo, no lleva cuenta
del mal. Esa es la tarea de hacerse pequeño
y de implantar el Reino.
Acoger desde el perdón y con una sonrisa.
Acoger al diferente con una mirada Limpia.
Acoger las contrariedades de la vida y vivir
alegre. Acoger y compartir desde lo poco que
en algunas ocasiones se puede tener. Acoger
y entregarse para servir a los demás. Eso habla
del sabor del Reino de Dios.