“A vino nuevo, odres nuevos” “A vino nuevo, odres nuevos”
En aquel tiempo, los fariseos
y los escribas dijeron a Jesús:
“Los discípulos de Juan ayunan
a menudo y oran, y los de
los fariseos también; en cambio,
los tuyos, a comer y a beber”.
Jesús les dijo:
“¿Acaso podéis hacer ayunar
a los invitados a la boda
mientras el esposo está con
ellos? Llegarán días en que les
arrebatarán al esposo, entonces
ayunarán en aquellos días”.
Les dijo también una parábola:
“Nadie recorta una pieza de
un manto nuevo para ponérsela
a un manto viejo; porque, si
lo hace, el nuevo se rompe y al
viejo no le cuadra la pieza del
nuevo.
Nadie echa vino nuevo en
odres viejos: porque, si lo hace,
el vino nuevo reventará los
odres y se derramará, y los
odres se estropearán.
A vino nuevo, odres nuevos.
Nadie que cate vino añejo
quiere del nuevo, pues dirá: ‘El
añejo es mejor’”.
El reino exige novedad de vida
Les habló de la novedad.
Como a Nicodemo les pidió
“nacer de nuevo”. Los discípulos
de Jesús han descubierto
no sólo una doctrina nueva
sino el “hombre nuevo”. Novedad
del evangelio que también
Pablo encontró después y que
le da la libertad que hemos escuchado
en la lectura precedente.
San Pablo VI experimentó lo
mismo, por eso le entusiasmaba
hablar de Jesús, y transmitía
así en una de sus homilías:
“Jesucristo es el Mesías, el
Hijo de Dios vivo; él es quien
nos ha revelado al Dios invisible,
él es el primogénito de toda
criatura, y todo se mantiene
en él. él es también el maestro
y redentor de los hombres;
él nació, murió y resucitó por
nosotros.
él es el centro de la historia
y del universo; él nos conoce y
nos ama, compañero y amigo
de nuestra vida, hombre de dolor
y de esperanza; él, ciertamente,
vendrá de nuevo y será
finalmente nuestro juez y también,
como esperamos, nuestra
plenitud de vida y nuestra
felicidad.
Yo nunca me cansaría de
hablar de él; él es la luz, la verdad,
más aún, el camino, y la
verdad, y la vida; él es el pan y
la fuente de agua viva, que satisface
nuestra hambre y nuestra
sed; él es nuestro pastor,
nuestro guía, nuestro ejemplo,
nuestro consuelo, nuestro hermano.
él, como nosotros y más
que nosotros, fue pequeño, pobre,
humillado, sujeto al trabajo,
oprimido, paciente. Por nosotros
habló, obró milagros,
instituyó el nuevo reino en el
que los pobres son bienaventurados,
en el que la paz es el
principio de la convivencia, en
el que los limpios de corazón y
los que lloran son ensalzados y
consolados, en el que los que
tienen hambre de justicia son
saciados, en el que los pecadores
pueden alcanzar el perdón,
en el que todos son hermanos.
éste es Jesucristo, de
quien ya habéis oído hablar, al
cual muchos de vosotros ya
pertenecéis, por vuestra condición
de cristianos. A vosotros,
pues, cristianos, os repito
su nombre, a todos lo anuncio:
Cristo Jesús es el principio
y el fin, el alfa y la omega, el
rey del nuevo mundo, la arcana
y suprema razón de la historia
humana y de nuestro destino;
él es el mediador, a manera de
puente, entre la tierra y el cielo;
él es el Hijo del hombre por
antonomasia, porque es el Hijo
de Dios, eterno, infinito, y el
Hijo de María, bendita entre todas
las mujeres, su madre según
la carne; nuestra madre
por la comunión con el Espíritu
del cuerpo místico.