Hoy ha llegado la Salvación a esta casa Hoy ha llegado la Salvación a esta casa
En el mismo evangelio
de Lucas, después de la negativa
de seguir a Jesús de
parte de un hombre rico que
vive apegado a su riqueza,
Jesús dice: “Qué difícil que
un rico entre en el Reino de
Dios, es más fácil que un
camello pase por el ojo de
una aguja que un rico entre
en el Reino de Dios”.
Sin
embargo, el mismo Lucas
narra esta escena situada
en Jericó, en la cual Saqueo,
jefe de los recaudadores de
impuestos” para ver a Jesús
que pasaba, se sube a un
árbol, ya que era de baja
estatura.
Sin detener su marcha,
al verlo arriba del árbol, Jesús
le dice: Saqueo, baja
pronto, que hoy tengo que
alojarme en tu casa”.
Saqueo
que seguramente había
oído hablar de Jesús, y
por qué no, sentirse cautivado
por sus palabras y milagros,
baja rápidamente y
lo recibe en su casa con
alegría. La gente que seguía
a Jesús comienza a murmurar
porque considera a Saqueo
un pecador público,
explotador de los pobres,
que ha amasado su riqueza
empobreciendo al pueblo
sencillo con su injusto y desaprensivo
proceder.
En tiempos de Jesús, los
altos impuestos que cobraban
los romanos al pueblo
sumían a numerosas familias
en la pobreza y a veces
en la esclavitud. ¿Cómo podía
Jesús, cuyo ministerio
estaba orientado principalmente
a dar salud, vida y
esperanza a los pobres, visitar
en su propia casa a un
rico explotador, y por lo
tanto pecador?
Al estar en la presencia
de Jesús, Saqueo, decididamente
le dice: “Señor, voy a
dar la mitad de mis bienes a
los pobres y si he perjudicado
a alguien, le daré cuatro
veces más”.
Al escuchar
esta promesa del “pecador”,
Jesús dice a la multitud:
“Hoy ha llegado la salvación
a esta casa”. Jesús le regala
a Saqueo la Salvación, que
no depende tanto de su
arrepentimiento sino más
bien de la infinita misericordia
de Jesús, porque ha venido
a buscar y a salvar lo
que estaba perdido.
Conclusión
No caben dudas que Jesús
se puso siempre del lado
de los pobres, que defendió
su dignidad en una
sociedad clasista y excluyente.
Sin embargo, los ricos,
tanto los que han amasado
su fortuna con esfuerzo,
como aquellos que lo
hicieron indignamente, no
tienen cerradas las puertas
de la salvación. Dios siempre
les dará la oportunidad
de entrar en el Reino, pero
eso sí, se les pedirá a cambio
el arrepentimiento y el
compartir sus bienes con
los hermanos más pobres,
desprenderse de las riquezas
que los esclaviza y les
impide ver el rostro de Jesús
en los que sufren .
La
riqueza en sí misma no es
mala, sino injusta en una
sociedad en la que hay millones
de hermanos que viven
en la miseria. Sobre los
b i e n e s m a t e r i a ?
les grava una hipoteca social,
es decir, aunque sean
propios, están destinados
al bien común y la felicidad
de todos. La solidaridad y la
generosidad son signos que
distinguen al discípulo
de Jesús.