Dios está en la vida

El templo y el culto eran, en tiempos de Jesús, la columna vertebral de la religión judía y uno de los mayores símbolos de su identidad nacional. Era el lugar de la presencia de Dios en medio de su pueblo y el de su futura llegada escatológica; lugar de peregrinación de todos los judíos y especie de banco donde se recaudaban algunos de los impuestos que los judíos adultos debían pagar, lugar donde se recogían los diezmos y las primicias de los fieles.

El templo era el ámbito privilegiado del sistema cultual judío y lugar de culto expiatorio por el que se alcanzaba el perdón de Dios.

Lucas sitúa a Jesús en el templo y allí anuncia su destrucción. Esto no sólo implica la desaparición física del lugar de culto, sino además, el nuevo modelo de religión que Jesús trae: adorar a Dios en "espíritu y verdad", sin templos, sin ley, bajo la protección de Dios que se revela como Padre de misericordia que sale al encuentro de sus hijos para ofrecerles su amor que sana y salva.

Dios se manifiesta en la vida de su pueblo, allí donde las personas vivimos la realidad del amor que da sentido a nuestras vidas, del trabajo que nos dignifica haciéndonos más humanos y parte del proyecto creador de Dios. Ese es el Dios de Jesús y no otro.

Y es precisamente el amor de Dios, su paternal cercanía la que nos invita a confiar, a no desesperar en la persecución, a resistir los embates del mal que no quiere quela luz brille en medio de las tinieblas. Dios es fiel, y por eso nos ayuda a ser fieles, a sostenernos en su misericordia. Si vivimos junto a él a nada ni a nadie debemos temer, él nos sostiene en las pruebas, el camina a nuestro lado.

Conclusión

Hoy, los discípulos de Jesús, también sufren persecución de parte de los poderosos del mundo que no quieren que el Reino de Dios se desarrolle en la historia. También, son perseguidos por aquellos que dentro de las comunidades cristianas (católicas y evangélicas) se resisten al proyecto de Jesús que propone un hombre libre, un culto en espíritu y en verdad, una comunidad sin marginados y una vida humana al calor de la paternidad universal de Dios. Paradójicamente persiguen en "nombre de Dios" a los que quieren vivir el discipulado tal como lo enseñó Jesús.

En estos tiempos, es fuerte el llamado de Dios a vivir la fe en las periferias del mundo, alejada de los templos materiales y centros de poder religioso, cercanos a la realidad de los hombres donde urge la vida, con sus llagas y esperanzas, anunciando buenas nuevas de liberación y vida digna para todos.