Los hicieron sentir como locales

Por Pablo Díaz, de la redacción de EL LIBERAL.

Las Termas de Río Hondo se tiñó ayer de rojo y blanco. La enorme expectativa que había por la llegada del plantel de River Plate se vio reflejada desde temprano, con miles de hinchas luciendo sus camisetas, gorros, hinchas y banderas esperando el momento de tener cerca a sus ídolos.

La final de la Supercopa Argentina, edición correspondiente al 2019, se palpa desde hace varios días en nuestra provincia, ya que el estadio Único Madre de Ciudades será el escenario de la definición entre el “Millonario” y Racing, pero ayer el epicentro fue Las Termas, que se vio convulsionada con la llegada del equipo que dirige Marcelo Gallardo.

Desde las 15 comenzaron a arrimarse los primeros hinchas a las inmediaciones del hotel donde se aloja la delegación millonaria. Todos sabían que el arribo era por la noche, pero llegar temprano para acomodarse en el mejor lugar era la premisa.

Ya entrada la tarde, la cantidad de gente se incrementó notablemente. Infaltable fue la camiseta, el gorro o algo que identifique al club de sus amores.

Las canciones le fueron poniendo un clima de cancha al lugar. No faltaron las cargadas a Boca y, cada tanto, vitorear al entrenador con el ‘Muñe...muñe’.

Arribo

Cuando el reloj marcaba las 22.48, el vuelo chárter que trasladó a la delegación de River aterrizó en el Aeropuerto Internacional de Termas de Río Hondo. Tres colectivos que estaban apostados desde temprano en la pista trasladaron al plantel y cuerpo técnico, más auxiliares de utilería y demás miembros de la delegación, hacia el hotel.

La gente ya sabía que el momento esperado estaba cerca y el clima fue subiendo hasta alcanzar su punto de ebullición pasadas las 23, cuando por fin llegaron los colectivos al hotel.

El primero en bajar fue Leonardo Ponzio y la gente explotó. Lo siguieron Bruno Zuculini y Julián Alvarez, más atrás apareció Nicolás de La Cruz y también Rafael Santos Borré junto a Matías Suárez.

Una vez que estuvo el grueso del plantel, con Gallardo a un costado, caminaron lentamente hacia la gente que estaba detrás de las vallas.

No se acercaron demasiado pero lo suficiente para que los encandilaran los flashes de los celulares y los abrazara el cariño de su gente. Los jugadores levantaron los brazos y, como una forma de retribuir tanto afecto, les tributaron un aplauso a los hinchas que aguantaron estoicamente ocho horas para una noche que no olvidarán jamás.