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EL LIBERAL . Opinión

Fetiches

En el sexo estar desnudo es parte del escenario posible. No por nada, asumir la desnudez y compartirla es una forma de sentir que la intimidad es un lujo que construimos artesanalmente. Es, quizás, la desnudez máxima la forma de establecer vínculos que el sexo –¡ojalá! - lo puedo confirmar. Uno mismo y cada pareja precisan aprender que la desnudez compartida es la simple y profunda elocuencia que puede ser la portavoz en lo que se refiere a encuentro, a sentimientos, a pasión, a interés y a la seguridad que da sentir la fragilidad protegida.

Sin embargo, somos seres que disfrutamos –o deberíamos disfrutar- todos los sentidos y con ello ser capaces de sumergirnos en esos estímulos que pueden hacer que el camino hacia la desnudez nos haga sentir que todo es parte de un lujo de poder compartir.

En ese camino obviamente los fetiches tienen un lugar posible. Una aclaración es pertinente: cuando me refiero a “fetiches” incluyo elementos variados que van desde detalles circunstanciales o constantes (desde vestimentas de diversas texturas y confección, calzados y accesorios de los más diversos), que no son juguetes sexuales, sino que estimulan el deseo desde el atractivo visual, principalmente, aunque no será el único sentido que se pueda poner en juego.

Los fetiches son personales y por ello son “cocinados” dentro de una cultura determinada. Pero, lo cierto que, cada cual se lo puede montar como crea, como dicen los españoles. Sin embargo, debemos comprender que, claramente, que un fetiche es una concesión de la otra persona y por ello parte de tres cuestiones muy concretas. Esas son las cosas que debemos tener en cuenta, antes que nada, para tenerlos en cuenta:

1- Es un ofrecimiento que hace una persona porque hemos sido capaces de decir que lo deseábamos o que lo usará si es que lo mencionamos. Es decir, hay que hablar, hay que comunicar. Todo aquello que mejora la comunicación mejora el sexo. La comunicación es el principal camino que acrecienta el placer sexual y, valga decirlo, el compromiso con lo más importante, la libertad de encuentro.

2- Puede ser que la otra persona no le guste en particular algo de esto o le resulta incómodo, si así lo fuera, le demos valor cuando decide hacer esa concesión. Porque sólo se debe hacer cuando el otro consiente. Sin consentimiento no hay sexo, hay un crimen. Ahora bien, el sexo es mejor cuando pensamos un poco más en el otro y en su placer. Esto implica la contraparte, que el otro también lo haga. Esto es quizás la llave para que la pasión sea una forma constante de encontrarse.

3- Esto nos da el tercer elemento. Debemos pensar que al pedir (sea con palabras, con sugerencias o con la disposición del otro para saberlo) también debemos estar dispuestos a hacer lo mismo. O sea, también hagamos concesiones. Esto es lo que se da cuando la intimidad es una forma de estar con el otro, de buscarse y de permitirse ser.

La salud sexual incluye como actividad posible la vida sexual. Una vida sexual donde se procura disfrutar. En la medida que ella se estructura en elementos como estos que acabo de mencionar el gozo en el sexo, será algo tan lógico como obvio cada vez que lo hagamos.


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