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EL LIBERAL . Opinión

Los que viven juzgando a los demás

29/05/2021 23:34 Opinión
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Los que viven juzgando a los demás Los que viven juzgando a los demás

Por Bernardo Stamateas

Hoy quiero que reflexionemos sobre juzgar a los demás. Muchas personas condenan a los demás y expresan cosas como: “Te equivocaste, lo hiciste mal, sos un desastre”. Ahora, una cosa es corregir, proponer y aportar algo a alguien; y otra cosa muy diferente es juzgar y condenar a alguien.

¿Por qué razón una persona se coloca en el lugar del “superyó moral o conciencia suprema” y se siente con capacidad de evaluar y condenar a los demás? Por varios motivos. El primero es que, muchas veces, se trata de una autoacusación o autoconfesión. Hay personas que ven en los demás sus propias sombras. Como no son capaces de verlas en sí mismos, las proyectan en otros, las juzgan y las condenan.

Dicho mecanismo es ilustrado por la famosa historia bíblica que dice que un día trajeron a una mujer pescada en adulterio delante de Jesús y le dijeron: “La ley dice que hay que apedrearla. ¿Tú qué dices?”. Jesús les respondió: “El que esté sin pecado que tire la primera piedra”… ¡y todos soltaron las piedras! Porque, en el fondo, estaban condenando las propias conductas internas de ellos que no querían ver.

Otro motivo es que, al juzgar al otro, la persona encuentra un factor distractor para no hablar de ella misma, para que la gente no la vea a ella. Porque inconscientemente cree que, si la ven a ella, van a descubrir que también “tiene sus cositas”. Quien condena al otro se ubica en un lugar narcisista de omnipotencia que dice: “Yo tengo el derecho de juzgar y condenar a los demás”. Ahora ese “espíritu de juicio” podemos encontrarlo tanto en el ámbito religioso, como en el ámbito académico, familiar o emocional. Es posible observarlo en funcionamiento en cualquier ámbito porque, en realidad, tiene que ver con una actitud del corazón, aun cuando la persona no se dé cuenta de ello.

Cuando uno puede ver sus aciertos y errores, sus virtudes y defectos (y descubrir que los demás también los tienen por igual), logra salir del lugar de condenar para empezar a tener empatía, para acompañar y ayudar a otros desinteresadamente. A muchos que juzgaban y condenaban a los demás, les sucedió algo que dio por tierra su narcisismo e, incluso, destruyó su estima.

Por lo general, vivieron una crisis grande y, a partir de esa situación, desarrollaron un corazón de misericordia hacia los demás. Pero no necesitamos esperar a que nos ocurra algo negativo para desarrollar ese corazón de compasión, de empatía, de comprensión hacia quienes nos rodean. Podemos hacerlo ahora mismo, si solo tomamos la decisión de corrernos del lugar tan desagradable y tóxico de jueces de todo el mundo.

Para concluir, ¿cómo reaccionar frente a alguien que cree tener el derecho de meterse en nuestras vidas sin permiso y juzgarla? Fundamentalmente, y en cuanto sea posible, teniendo “contacto cero”. Lo ideal es mantenerse lejos de los juzgadores y condenadores. No perdamos tiempo con ellos, sigamos adelante y elijamos siempre rodearnos de personas que sumen en nuestra vida. ¡Lo mejor está por venir! l

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