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EL LIBERAL . Opinión

Las cosas y su valor

06/06/2021 00:01 Opinión
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Las cosas y su valor Las cosas y su valor

por Francisco Viola

Las cosas, cualquiera de ellas, no tienen valor en sí mismas; a lo sumo, pueden tener un precio que -según dicen-, lo pone el mercado. Planteado de este modo, pareciera que no implicaría hablar de seres humanos usufructuando contextos, circunstancias y necesidades. Lo cierto es que el valor lo adquieren las cosas por medio del significado que, valga decirlo sintéticamente, también lo ponen los seres humanos usando las palabras.

Siempre es el ser humano quien introduce el valor en las cosas. Así, es su palabra la que une una cosa cualquiera a un sentido y, al hacerlo, le está entregando, y digo esto usando clara y definitivamente una metáfora, un “alma”. Tal vez, con esa palabra también le ponga un precio pero - insisto- por otras vías o con otros fines.

La carta que escribió un amante desesperado, la flor del primer día de la vida en común, el anillo que viene de generaciones en generaciones, el libro firmado por el autor, el disco de aquel concierto que uno conoce con detalle, el desayuno llevado a la cama y envuelto en un beso, la sonrisa cómplice del instante fugaz, un poema transcrito u otro creado sin tanta suerte, un llamado simple, una caricia al pasar u otras al estar, ese regalito que no costó nada y creó perfumes de alegría. Todos estos son algunos ejemplos de cosas que únicamente adquieren valor porque existe alguien que le transfiere importancia adjudicándole ese valor y, para cerrar el círculo, alguien recibe esa transferencia, acepta esas condiciones y le da consistencia al valor. Esto, que parece de una evidencia simplista, solemos olvidarlo muy frecuentemente. Así, nos apegamos a las cosas materiales en base a esa transferencia y, de pronto, el objeto parece más importante que otra cosa. Somos culpables todos porque, en realidad, no sólo quien recibe da valor, sino también aquel que lo da percibe en el objeto la importancia que damos a su persona. Son todas esas cosas que mantienen el valor por medio del amor y como si fuese una ilusión se pierden, se destiñen, se olvidan por el desamor.

No pretendo decir con esto que debemos descuidar los objetos y no darles importancia, pero sí deberíamos hacer un esfuerzo para que nunca eso prime sobre las personas. Los gestos, las palabras, son más importantes que cualquier objeto, que podría alcanzar un precio elevado, pero que su valor es nulo frente a la impotencia del otro, que es el creador del valor y el único, en la realidad total, capaz de hacernos feliz.

Al final de la vida o de un amor, lo que nos queda no son las cosas materiales que nos permiten una buena vida, unas excelentes vacaciones o esos pequeños lujos que siempre es hermoso permitírselos. Queda la suma de aquellas cosas que no pueden tener un precio, puesto que no se compran ni venden, sino que compartimos, ofrecemos, entregamos y creamos porque pensamos que vale la pena hacerlo porque hay un otro al que le ofrecemos momentos vitales.

En esta pandemia que aún nos sacude y no cesa, donde cierta dosis creciente de angustia nos envuelve, pocas o muchas veces, en estas épocas donde la preocupación, el dolor, el sufrimiento parece estar a la vuelta de la esquina para sorprendernos sin aviso. En estas épocas donde nos duele tanto, tantas cosas que pasan, quizás, una forma de hacerle frente es volver a pensar en esos momentos vitales y tratar de vivir otros momentos, algo así como no acumular cosas, pero si momentos. Tal vez, eso es algo no tan obvio, pero que en alguna parte de nosotros lo creemos, no por nada lo repetimos. Con otras palabras, con mejores ideas, pero siempre constante. Tal vez sea más simple decirlo en las palabras de Raymond Carver, quien escribe en el “último fragmento” (Late Fragment): ¿Y conseguiste lo que querías de esta vida? // Lo conseguí. // Y ¿qué querías? // Considerarme amado, sentirme amado en la tierra”. Pensemos en este objetivo, analizando qué lugar le damos en nuestra vida. Porque si esto lo consideramos importante, lo indicado sería hacer un mayor esfuerzo por esta cuestión, que es relacional y de personas concretas. Al hacerlo, lo señalemos, seremos capaces, concretamente, de prevenir y contribuir a reducir uno de los grandes problemas que esta pandemia está potenciando: la problemática de la salud mental. l


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