No miren para arriba porque hay pandemia No miren para arriba porque hay pandemia
injusticias, desigualdades
sociales, tengamos presente hace
poco, Parásitos, por ejemplo. Pero
ésta, y me estoy refiriendo a “No
miren arriba”, combina elementos de un modo
más que novedoso. Muchas veces, este
tipo de films, tienen el modo casi de una tesis
sociológica y no buscan incorporar a los ajenos
a nuestros discursos un tanto cerrados.
En cambio, esta se presenta como una farsa
con gags, personajes rocambolescos y algunos
fácilmente identificables por el gran público
norteamericano.
El filme, como metáfora de lo que viene
sucediendo desde el inicio de la pandemia,
expone la pregnancia social de la forma de
vida capitalista y, del lado del psiquismo, el
mecanismo de la renegación.
Dos científicos descubren que un cometa
se estrellará contra la Tierra y extinguirá
toda forma de vida. Esta realidad inminente
--tendrá lugar en unos seis meses-- es comunicada
personalmente a quien preside Estados
Unidos --una mujer-- que inicialmente
rechaza lo que éstos le transmiten y los ridiculiza.
Advertida por científicos “oficiales” de
la veracidad de la información, y programada
la destrucción del cometa, desiste de la misma
cuando se encuentra en curso. Lo hace
porque un aliado político, un empresario corporativo
multimillonario --una suerte de gurú
tecnológico a la Bill Gates-- le advierte que
el cometa es una fuente inimaginable de riquezas
por los metales que lo componen, y
la convence de recuperar su contenido mediante
una compleja operatoria, que una vez
lograda convertirá a los EE.UU. en una super-
superpotencia y acabará con el hambre
y la pobreza.
Mientras tanto, se produce una contienda
entre quienes aceptan la realidad de la
extinción y otros que reniegan de la misma.
Cuando el cometa se haga visible en el cielo
la contienda no cesará: se opondrán quienes
privilegien la economía a quienes privilegian
la vida y ven en el proyecto del empresario un
acto demencial que arrojará a una extinción
inevitable al planeta. “¡Miren arriba!”¨¡No miren
arriba!”, son las consignas que los identifican.
El final no será adelantado en estas lineas,
pero sí que hay una importante o desopilante
sorpresa.
Metáfora de lo que viene sucediendo
desde el inicio de la pandemia, muestra la
presencia de dos elementos fundamentales,
que pueden ser tratados con herramientas
que ofrece el psicoanálisis tanto para abordar
a la sociedad como a la subjetividad. La
renegación.
Este es un mecanismo psíquico humano
(sólo nosotros lo poseemos), es uno de
los tantos testimonios de la desadaptación
y desfuncionalización de la psiquis. Se trata
de aceptar y negar al mismo tiempo una
percepción y/o el significado de la misma. El
humano es un ser loco por excelencia: puede
obliterar datos de la realidad aun a costa
de su propia vida. Sabemos de la presencia
de la renegación en los duelos, en los traumas,
en las catástrofes. También del lugar
que la renegación ocupa en la formación de
delirios: ahí donde la realidad no llega a ser
significada puede advenir una realidad imaginaria,
creada por el sujeto y que se aparte
del patrimonio colectivo de certeza. La particular
experiencia de la pandemia muestra a
las claras su presencia: a nivel del conjunto
social, lo que sociológicamente se denomina
negacionismo no es más que expresión del
mecanismo renegatorio.
Pero es también claramente observable
que el mismo (tal como muestra el film, un
espejo de la realidad en la que vivimos) es impulsado
y fomentado por discursos oficiales
que coinciden con lo que transmiten muchos
medios masivos de comunicación, que contienen
mensajes paradojales. Como podemos
apreciar en este mismo momento: alertar
del riesgo por el notable incremento de
contagios, pero no implementar medidas que
estén a tono con dicha realidad; o mensajes
festivos de fin de año (sea oficiales y/o mediáticos)
que no mencionan el aumento notorio
de contagios, datos que por otro lado
aparecen o en los medios o en otras esferas
del poder estatal.
Los mensajes paradojales o de doble vínculo
dejan sin salida a los sujetos, que no saben
a qué atenerse y les facilita la utilización
del mecanismo renegatorio. Ya es suficiente
con la presencia de una pandemia para que
éste se active y los mensajes mencionados
no hacen más que facilitarlo.
Podría la humanidad, tal como la conocemos
hoy, llegar a desaparecer montada en
su propio embrutecimiento? La pregunta que
plantea No miren arriba, la ácida comedia de
Adam McKay --, es bien pertinente en tiempos
en que una pandemia que esparce por el
globo millones de muertes, y un cambio climático
que ya muestra sus terribles consecuencias,
deberían replantearlo todo. Y sin
embargo todo sigue (y al parecer seguirá)
funcionando tal como lo conocemos.
El sujeto, abrumado por informaciones y
estímulos imposibles de ser traducidos, ligados
a una significación --la Sociedad Consumista--
que agita permanentemente su mundo
pulsional, se ve empujado a utilizar a la
renegación como si fuera un madero al cual
aferrarse en medio del océano tras un naufragio.
A dicho naufragio estamos expuestos
si no se entiende -- entre otras cuestiones--
que a mayor cantidad de contagios más probabilidad
de mutaciones hay y alguna puede
ser la última... al no encontrar huéspedes a
los cuales infectar.
En general, un sistema que se lo devora
todo, incluido cualquier intento por cambiarlo.
Cuando discutimos sobre hegemonía,
cuando hablamos sobre quién impone la
agenda del día, es muy útil recurrir a “No miren
arriba” que pega en la línea de flotación
de quienes nos anestesian cotidianamente,
utilizando esta vez sus mismas herramientas.
“Es una peli que sirve muchísimo para
empezar a discutir el modo en que se construyen
las verdades en la política y en la ciencia.
Y tiene bastante semejanza con lo que
ocurre en la comunicación pública de la ciencia:
científicos super bochos a los que les
cuesta comunicar en los medios y llevar sus
ideas a la política, políticos que solo preguntan
‘cuánto me va a salir’, medios que espectacularizan”.
“El tema de las evidencias científicas
siempre causa problemas, porque la ciencia
misma es una construcción de la cultura:
es una verdad transitoria, como suele decir
el gran Alberto Kornblihtt --advierte--. Llevado
a la pandemia, esto hace que la OMS salga
en marzo de 2020 a recomendar no usar
barbijo y poco después su uso obligatorio.
Es un momento muy especial y la peli lo toma
muy bien”.
Intentar profetizar acerca de cuándo va
a terminar la pandemia, desestimar la gravedad
potencial de tanto nivel de contagios, es
o por ignorancia o por un acto canalla dirigido
a sostener una forma de vida depredatoria,
suicida en el límite. Lo mismo ocurre con
minimizar lo que sucede en este momento argumentando
que las variantes actuales producen
casos leves.
En el filme, EE.UU. está dispuesto a sacrificar
una parte de los seres humanos, si
ellos son rusos, hindúes o chinos. Esto no es
tan original, pero se plantea de manera tan
cruda que asusta un poco.
En otro pasaje, toda la clase política, no
sólo una presidenta parecida a Trump, está
teñida de frivolidad, de inmediatismo en sus
decisiones, en las que las internas son más
importantes que el futuro del planeta, y que
las encuestas de hoy determinan sus conductas
de modo aterrador.
Pero no sólo los importantes, el empresariado,
los políticos, están teñidos de esta
inmoralidad generalizada. Buena parte de los
científicos más prestigiosos se prestan a este
juego que lleva al suicidio colectivo.
El sistema mediático, está estructurado
de modo tal que sólo admite cierto tipo
de noticia y cuando las existentes no entran
dentro del formato correcto, simplemente
quedan fuera de foco, son rechazadas, ignoradas
y arrinconadas en el calificativo de locura
o de irracionales.
Por supuesto, ronda en las cabezas de
los espectadores todo lo que escuchamos y
vemos alrededor de la pandemia en las que
los dichos de ignorantes son tan escuchados
como los provenientes de los expertos,
el surgimiento de voces desenfrenadas sin
sustento alguno.
Yago Franco del Colegio de Psicoanalista
nos advierte. la extinción comienza por la
estupidización de los sujetos a manos de una
sociedad en la que el avance de la insignificancia
parece indetenible, y que encuentra
en la alianza mortífera entre el capital y el poder
político a su verdugo. Aunque sobre dicha
alianza caiga su propia guillotina.
Sólo un despertar, un despabilar colectivo
puede detener la mano del verdugo... sabemos
que eso es improbable en este momento
de la vida social y política, pero no imposible.
Parafraseando a Jameson, se puede
sostener que es más fácil imaginar la extinción
de la humanidad que la de la forma de
vida capitalista, depredatoria del medio ambiente,
de la vida social, de la subjetividad
y de la economía misma. ¿Podremos mirar
arriba?