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EL LIBERAL . Opinión

No miren para arriba porque hay pandemia

10/01/2022 00:57 Opinión
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No miren para arriba porque hay pandemia No miren para arriba porque hay pandemia

E s cierto que muchas películas denuncian

injusticias, desigualdades

sociales, tengamos presente hace

poco, Parásitos, por ejemplo. Pero

ésta, y me estoy refiriendo a “No

miren arriba”, combina elementos de un modo

más que novedoso. Muchas veces, este

tipo de films, tienen el modo casi de una tesis

sociológica y no buscan incorporar a los ajenos

a nuestros discursos un tanto cerrados.

En cambio, esta se presenta como una farsa

con gags, personajes rocambolescos y algunos

fácilmente identificables por el gran público

norteamericano.

El filme, como metáfora de lo que viene

sucediendo desde el inicio de la pandemia,

expone la pregnancia social de la forma de

vida capitalista y, del lado del psiquismo, el

mecanismo de la renegación.

Dos científicos descubren que un cometa

se estrellará contra la Tierra y extinguirá

toda forma de vida. Esta realidad inminente

--tendrá lugar en unos seis meses-- es comunicada

personalmente a quien preside Estados

Unidos --una mujer-- que inicialmente

rechaza lo que éstos le transmiten y los ridiculiza.

Advertida por científicos “oficiales” de

la veracidad de la información, y programada

la destrucción del cometa, desiste de la misma

cuando se encuentra en curso. Lo hace

porque un aliado político, un empresario corporativo

multimillonario --una suerte de gurú

tecnológico a la Bill Gates-- le advierte que

el cometa es una fuente inimaginable de riquezas

por los metales que lo componen, y

la convence de recuperar su contenido mediante

una compleja operatoria, que una vez

lograda convertirá a los EE.UU. en una super-

superpotencia y acabará con el hambre

y la pobreza.

Mientras tanto, se produce una contienda

entre quienes aceptan la realidad de la

extinción y otros que reniegan de la misma.

Cuando el cometa se haga visible en el cielo

la contienda no cesará: se opondrán quienes

privilegien la economía a quienes privilegian

la vida y ven en el proyecto del empresario un

acto demencial que arrojará a una extinción

inevitable al planeta. “¡Miren arriba!”¨¡No miren

arriba!”, son las consignas que los identifican.

El final no será adelantado en estas lineas,

pero sí que hay una importante o desopilante

sorpresa.

Metáfora de lo que viene sucediendo

desde el inicio de la pandemia, muestra la

presencia de dos elementos fundamentales,

que pueden ser tratados con herramientas

que ofrece el psicoanálisis tanto para abordar

a la sociedad como a la subjetividad. La

renegación.

Este es un mecanismo psíquico humano

(sólo nosotros lo poseemos), es uno de

los tantos testimonios de la desadaptación

y desfuncionalización de la psiquis. Se trata

de aceptar y negar al mismo tiempo una

percepción y/o el significado de la misma. El

humano es un ser loco por excelencia: puede

obliterar datos de la realidad aun a costa

de su propia vida. Sabemos de la presencia

de la renegación en los duelos, en los traumas,

en las catástrofes. También del lugar

que la renegación ocupa en la formación de

delirios: ahí donde la realidad no llega a ser

significada puede advenir una realidad imaginaria,

creada por el sujeto y que se aparte

del patrimonio colectivo de certeza. La particular

experiencia de la pandemia muestra a

las claras su presencia: a nivel del conjunto

social, lo que sociológicamente se denomina

negacionismo no es más que expresión del

mecanismo renegatorio.

Pero es también claramente observable

que el mismo (tal como muestra el film, un

espejo de la realidad en la que vivimos) es impulsado

y fomentado por discursos oficiales

que coinciden con lo que transmiten muchos

medios masivos de comunicación, que contienen

mensajes paradojales. Como podemos

apreciar en este mismo momento: alertar

del riesgo por el notable incremento de

contagios, pero no implementar medidas que

estén a tono con dicha realidad; o mensajes

festivos de fin de año (sea oficiales y/o mediáticos)

que no mencionan el aumento notorio

de contagios, datos que por otro lado

aparecen o en los medios o en otras esferas

del poder estatal.

Los mensajes paradojales o de doble vínculo

dejan sin salida a los sujetos, que no saben

a qué atenerse y les facilita la utilización

del mecanismo renegatorio. Ya es suficiente

con la presencia de una pandemia para que

éste se active y los mensajes mencionados

no hacen más que facilitarlo.

Podría la humanidad, tal como la conocemos

hoy, llegar a desaparecer montada en

su propio embrutecimiento? La pregunta que

plantea No miren arriba, la ácida comedia de

Adam McKay --, es bien pertinente en tiempos

en que una pandemia que esparce por el

globo millones de muertes, y un cambio climático

que ya muestra sus terribles consecuencias,

deberían replantearlo todo. Y sin

embargo todo sigue (y al parecer seguirá)

funcionando tal como lo conocemos.

El sujeto, abrumado por informaciones y

estímulos imposibles de ser traducidos, ligados

a una significación --la Sociedad Consumista--

que agita permanentemente su mundo

pulsional, se ve empujado a utilizar a la

renegación como si fuera un madero al cual

aferrarse en medio del océano tras un naufragio.

A dicho naufragio estamos expuestos

si no se entiende -- entre otras cuestiones--

que a mayor cantidad de contagios más probabilidad

de mutaciones hay y alguna puede

ser la última... al no encontrar huéspedes a

los cuales infectar.

En general, un sistema que se lo devora

todo, incluido cualquier intento por cambiarlo.

Cuando discutimos sobre hegemonía,

cuando hablamos sobre quién impone la

agenda del día, es muy útil recurrir a “No miren

arriba” que pega en la línea de flotación

de quienes nos anestesian cotidianamente,

utilizando esta vez sus mismas herramientas.

“Es una peli que sirve muchísimo para

empezar a discutir el modo en que se construyen

las verdades en la política y en la ciencia.

Y tiene bastante semejanza con lo que

ocurre en la comunicación pública de la ciencia:

científicos super bochos a los que les

cuesta comunicar en los medios y llevar sus

ideas a la política, políticos que solo preguntan

‘cuánto me va a salir’, medios que espectacularizan”.

“El tema de las evidencias científicas

siempre causa problemas, porque la ciencia

misma es una construcción de la cultura:

es una verdad transitoria, como suele decir

el gran Alberto Kornblihtt --advierte--. Llevado

a la pandemia, esto hace que la OMS salga

en marzo de 2020 a recomendar no usar

barbijo y poco después su uso obligatorio.

Es un momento muy especial y la peli lo toma

muy bien”.

Intentar profetizar acerca de cuándo va

a terminar la pandemia, desestimar la gravedad

potencial de tanto nivel de contagios, es

o por ignorancia o por un acto canalla dirigido

a sostener una forma de vida depredatoria,

suicida en el límite. Lo mismo ocurre con

minimizar lo que sucede en este momento argumentando

que las variantes actuales producen

casos leves.

En el filme, EE.UU. está dispuesto a sacrificar

una parte de los seres humanos, si

ellos son rusos, hindúes o chinos. Esto no es

tan original, pero se plantea de manera tan

cruda que asusta un poco.

En otro pasaje, toda la clase política, no

sólo una presidenta parecida a Trump, está

teñida de frivolidad, de inmediatismo en sus

decisiones, en las que las internas son más

importantes que el futuro del planeta, y que

las encuestas de hoy determinan sus conductas

de modo aterrador.

Pero no sólo los importantes, el empresariado,

los políticos, están teñidos de esta

inmoralidad generalizada. Buena parte de los

científicos más prestigiosos se prestan a este

juego que lleva al suicidio colectivo.

El sistema mediático, está estructurado

de modo tal que sólo admite cierto tipo

de noticia y cuando las existentes no entran

dentro del formato correcto, simplemente

quedan fuera de foco, son rechazadas, ignoradas

y arrinconadas en el calificativo de locura

o de irracionales.

Por supuesto, ronda en las cabezas de

los espectadores todo lo que escuchamos y

vemos alrededor de la pandemia en las que

los dichos de ignorantes son tan escuchados

como los provenientes de los expertos,

el surgimiento de voces desenfrenadas sin

sustento alguno.

Yago Franco del Colegio de Psicoanalista

nos advierte. la extinción comienza por la

estupidización de los sujetos a manos de una

sociedad en la que el avance de la insignificancia

parece indetenible, y que encuentra

en la alianza mortífera entre el capital y el poder

político a su verdugo. Aunque sobre dicha

alianza caiga su propia guillotina.

Sólo un despertar, un despabilar colectivo

puede detener la mano del verdugo... sabemos

que eso es improbable en este momento

de la vida social y política, pero no imposible.

Parafraseando a Jameson, se puede

sostener que es más fácil imaginar la extinción

de la humanidad que la de la forma de

vida capitalista, depredatoria del medio ambiente,

de la vida social, de la subjetividad

y de la economía misma. ¿Podremos mirar

arriba?

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