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Qué hacer cuando quien se suicida es una amiga

13/01/2022 23:40 Opinión
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Qué hacer cuando quien se suicida es una amiga Qué hacer cuando quien se suicida es una amiga

“ Algo se muere en el alma cuando un

amigo se va”, dice la canción. Y es así.

La muerte de un amigo duele, pero si

la muerte es por suicidio duele el doble.

Es desgarradora. He dudado en

escribir este artículo por el tema, porque es delicado.

Sin embargo, he pensado que tal vez

pueda ayudar a alguien que esté atravesando

esta difícil situación.

La OMS alerta de que cada 40 segundos alguien

muere por suicidio en el mundo. En España

recientemente ha sido publicado un gráfico

aterrador, en el que los suicidios son más

numerosos que las muertes por Covid. Ya es la

primera causa de muerte externa. En México, el

2020 fue el año con más suicidios de la pandemia.

Y lo mismo ocurrió en Colombia, según cifras

del Dane.

Por tanto no es un tema baladí. Es un asunto

serio y no sirven esas afirmaciones que a veces

se hacen por desconocimiento de “quiere

llamar la atención” o “es un acto muy egoísta”.

La enfermedad mental aún a fecha de hoy

asusta, está rodeada de un fuerte estigma y provoca

rechazo en nuestra sociedad. Y precisamente

los enfermos – sí, enfermos- necesitan

cuidado y compañía, alguien que comprenda su

sufrimiento y sentirse escuchados.

Mi amiga se suicidó en 2007

Un día de frío invierno, me encontraba en el

trabajo. Era la hora de comer y una compañera

que conocía a mi amiga Lidia me hizo señas

porque tenía algo que decirme. Cuando estuve

a solas con ella y sin más dilaciones me soltó la

bomba: “Lidia se ha suicidado esta mañana”.

Yo estaba embarazada de mi primer hijo, y

conmocionada tuve que sentarme. En alguna

ocasión se ha comparado el dolor que se siente,

tan extremo, con la vivencia traumática de

los campos de exterminio. Por eso a los familiares

y amigos de alguien que ha fallecido en

estas circunstancias se les conoce como supervivientes.

Desafortunadamente, en ese momento otra

compañera me comentó: “suicidarse me parece

el acto más egoísta que existe”. Esto no ayudó

en absoluto a mi recién iniciado duelo. Menos

mal que otra persona, más sabia, me dijo que

sólo Dios podía juzgar, que se trataba de una

persona enferma y que había sufrido mucho, y

que eso Nuestro Señor lo tendría en cuenta.

También me ayudó conocer la historia que

relaciona al Padre Pío de Pietrelcina con el suicidio,

y esa frase que dijo el santo a una mujer

que acababa de perder a un familiar cercano:

“Del puente al río hay unos segundos”. Desconocemos

por completo lo que pasa por la mente

del suicida para quitarse la vida, así como sus

últimos pensamientos antes de fallecer.

La misericordia de Dios es infinita y no tendrá

en cuenta sólo una acción de por sí condenatoria

sin tener en cuenta el balance de su vida

ni sus verdaderas intenciones. Hay que tener en

cuenta que en la mayoría de casos las personas

suicidas son personas con una enfermedad grave,

que no quieren dejar de vivir sino de sufrir.

¿Cómo ayudar? Sintoniza la antena

Yo no supe ver que mi amiga me necesitaba.

Ni siquiera semanas antes de ejecutar sus planes

cuando me confesó, mientras tomábamos

un café, que había intentado quitarse la vida.

Esa vez tuvo suerte porque sus compañeras de

piso pudieron llamar a la ambulancia y salvarle

la vida.

Después llegó su cumpleaños, que organizó

invitando a mucha gente por medio de un mail.

Pero al parecer hubo muchas bajas porque al

cabo de unos días envió otro anulando la fiesta.

Ese correo fue su carta de despedida. Era una

llamada de auxilio que nadie supo ver, tampoco

yo.

En su momento me hubiera gustado saber

que los síntomas de alarma que pueden llevar a

una persona a cometer un suicidio son: tristeza,

falta de fuerzas, evitar lo social, encamamiento

(permanecer en cama), llanto fácil, ideas de

muerte, baja autoestima, pequeñas autolesiones

(como arrancarse pellejos, tocarse los granos

de la cara, etc.).

Además cualquier persona medicada por

una depresión o ansiedad es persona de riesgo.

Porque la enfermedad no es estática, es fluctuante,

y por tanto es susceptible de subidas o

bajadas de ánimo, con todo lo que eso conlleva.

Y, por supuesto, a cualquier persona que exprese

que se quiere morir, quitarse de enmedio,

dejar de sufrir o cualquier otra frase que implique

desaparecer hay que tomarla en serio, porque

verdaderamente lo está pasando mal.

Aprender el lenguaje de la salud mental-

Hay que aprender el lenguaje de la salud mental.

Cuándo conviene exigir y cuándo consolar,

cuándo hace falta poner cabeza y cuándo corazón.

Es muy difícil, pero no imposible. De esta

forma estoy convencida de que se salvarían muchas

vidas.

La familia, el primer refugio para

que un joven supere la depresión

Tal vez la clave está en convertirse en el “Teléfono

de la Esperanza” de nuestros familiares y

amigos. Para eso hay que estar pendiente, interesarse,

estar al día de sus cosas, pero también

de sus sentimientos.

Mi amiga solía ir a sesiones de risoterapia.

Alguna vez la acompañé hasta la puerta. Hoy la

acompañaría más allá de la entrada para enterarme

bien en qué consistía su terapia y así ayudarla

mejor.

Las preguntas que nunca formulé

Si vives con alguien o conoces a una persona

que se quiere suicidar, acostúmbrate a formular

estas preguntas: ¿Cómo estás ahora? ¿Qué

sientes? ¿Necesitas ayuda? Y tender la mano:

“Si te vuelven esas ideas por favor llámame”.

Trata de empatizar.

Siempre se puede acudir a un centro de urgencias

donde ya disponen de un protocolo para

actuar en estos casos. Una buena idea es tener

el teléfono de su médico o terapeuta a mano,

por si te hiciera falta.

Evita decir afirmaciones como: “con la suerte

que tienes”, “anímate”, etc. Porque más que

ayudar sólo contribuyen a que la persona se

sienta aún más miserable. Es como decirle a

una persona con la pierna enyesada: “Camina,

venga”.

¿Y qué hacemos con la culpa?

Después del jarro de agua fría que recibes

con semejante noticia, te inunda una culpa inmensa.

Te cuestionas cada palabra, cada gesto

que has tenido o no has tenido con esa persona.

Pero convéncete: no es culpa tuya. Hagas lo

que hagas, si esa persona se ha obsesionado con

la idea de suicidarse y ejecutar su plan, hay poco

que hacer.

Siempre hay esperanza

Hace un mes me topé con un anuncio en una

revista que decía: “Encarga una misa para algún

fallecido”. Y enseguida pensé en Lidia y el

valor que tiene cada santa misa. Desde su marcha

tenía una sensación incómoda en mi interior

y desde que le encargué una en sufragio por

su alma tengo paz. La muerte no tiene la última

palabra.

Lo que debes saber
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