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EL LIBERAL . Opinión

Infidelidad

Una de las situaciones que más atormentan a las personas en su vida de parejas es la infidelidad. Simplificando, se entiende por infidelidad el tomar conciencia que nuestra pareja ha tenido una relación de carácter sexual con una tercera persona sin que lo hayamos consentido. Este tipo de acciones han existido siempre y siempre existirán. Tal vez, por la misma naturaleza humana, la cual, recordemos, es cultural. Esta afirmación no quiere decir que no existan personas fieles, sólo que es una constante en la humanidad desde, quizás, su mismo origen.

En esta época, vale también decirlo, han aparecido algunas circunstancias que han generado cambios importantes en esta temática. En primer lugar, han aumentado las posibilidades de ejercerla. Las redes sociales y las posibilidades de lucrar con la infidelidad han generado muchos más sucesos. Efectivamente, hay, actualmente, sitios que la facilitan. En segundo lugar, aumentó la visibilidad de las infidelidades femeninas, rompiendo con la actitud típicamente machista –y bastante necia- de pensar que la infidelidad era solo masculina. Lo tercero, se modificó la consideración socio-cultural de la misma al facilitar que se puedan expresar opiniones disidentes de la idea única, que la condenaba y punto. Mucho tiene que ver el descubrir nuevas formas de establecer las relaciones que pasaron por estas situaciones.

Renuevo mi aclaración antes de continuar, la sexualidad es propia del ser humano y por ello está inscripta en su naturaleza cultural. En este sentido la monogamia o la poligamia no están inscriptas en nuestros genes, como tampoco está el rito del matrimonio ni el “69”. Somos de naturaleza cultural y así canalizamos en los comportamientos lo que interpretamos como lo mejor y para ello asumimos como normal lo habitual. Así, la infidelidad es un acto que alguien realiza contrariando un supuesto. Supuesto, pues la fidelidad no es un concepto univoco para todos y todas. Aclaremos también que al ser un acto es diferente de los celos, que es, en realidad, una concepción errónea de posesión. Por esto no existen celos buenos, existen celos culturalmente aceptados o socialmente tolerados. Pero siempre afectan a las personas en juego.

Más allá de la búsqueda de una causa genética a la infidelidad (si, la están buscando en los genes como si conseguirlo resolviera una cuestión sobre el contrato tácito que la pareja realiza sobre la exclusión de esta conducta por el otro), ella es consecuencia de un modelo de sexualidad dominante (que incluye la represión en parte de la sexualidad, la construcción patriarcal de las relaciones sexuales válidas y deseables y, sobre todo, en la negación del placer femenino como hecho real, deseable y específico de las relaciones sexuales femeninas ).

Pienso que la infidelidad es un problema porque es difícil hablar de los deseos que tenemos, de escuchar las necesidades que nuestra pareja tiene, de intentar el juego sexual como un deseo real que existe y que debemos incentivar. Una cultura fomenta la infidelidad cuando incentiva el doble discurso, la doble moral, el evitar el conflicto como recurso, la pésima comunicación y el silenciamiento de los sentimientos.

Tenemos una sociedad donde hay elementos para que la infidelidad, entre otras cosas, exista como necesidad: exaltación del erotismo como hecho colectivo y parcializado y no como búsqueda real de los individuos, negación de los placeres como necesidad en si misma sino solo como una exigencia del consumismo. También podemos sumar como factores una educación sexual informal que no fomenta el diálogo como herramienta esencial para desarrollar los tres elementos claves del amor (intimidad, pasión y compromiso), como también los recursos para superar los conflictos, previniendo cualquier tipo de violencia.

Por ello, insisto que mientras no realicemos una educación sexual adecuada estaremos condenados a ser incapaces de producir mecanismos para superar y contrarrestar las dificultades que existen en toda relación, inclusive la infidelidad. Hablamos de una educación sexual que parta del fortalecimiento de la autoestima y que promueva, desarrolle y fortalezca la comunicación como recurso adecuado para la búsqueda, obtención y mejora del placer y que nos permita acceder a la llave para la felicidad.


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