Verdades sobre educación sexual integral Verdades sobre educación sexual integral
El pasado domingo, en la
ceremonia de los Oscar, hubo
un episodio que llamó la
atención y que fue muy comentado.
Me refiero a la cachetada
pública que le dio
Will Smith a Chris Rock como
consecuencia de un chiste
que hizo este último sobre
la esposa del primero.
Dos temas surgen de esto:
de un lado uno de los debates
más extendidos y no resueltos
del mundo: el límite
del humor (particularmente
creo que el humor no tiene
límites, lo que no quita
que el humor pueda no gustar,
pueda ofender y hasta
pueda ser denunciado y judicializado,
pero eso es otro
cantar). Lo segundo tiene
que ver con respecto de la
supuesta defensa del honor
que hizo, algo propio de lo
que se conoce como cultura
machista.
Si, para lo primero,
la solución es, principalmente,
personal y tiene que
ver con la terapia. Para lo segundo
tiene que ver con la
Educación Sexual Integral.
En el caso de nuestro
país tenemos una ventaja
fundamental, al haber sancionado
en el 2006 una ley
fabulosa sobre educación sexual
integral.
Sin embargo,
aún estamos en deuda con
ello. Por ello, creo que es necesario
aclarar lo evidente.
Porque parece que no siempre
lo es para todas las personas.
Hoy, quiero que nos
centralicemos en dos verdades
sobre esta cuestión:
a- En la Argentina hay
una ley nacional, aprobada
en el Congreso de la Nación
por los representantes
de todas las provincias que
estipuló con “fuerza de
ley nacional” (valga
la redundancia
en este caso)
en su primer
artículo que
“que todos
los educandos
tienen
derecho a recibir
educación
sexual integral en
los establecimientos
educativos públicos, de gestión
estatal y privada de las
jurisdicciones nacional, provincial,
de la ciudad autónoma
de Buenos Aires y municipal”.
b- Lo segundo es más
importante, la educación
sexual es algo que
siempre se hizo
porque, cualquiera
sabe
esta verdad,
es más hasta
los más conservadores
la sostienen,
que se educa
con los ejemplos.
Will Smith lo mostró
con contundencia. No existe
forma que una educación
de cualquier tipo no eduque
sexualmente, si entendemos
como sexualidad la definición
real que dice generalmente
que es una dimensión
importante y transversal
de todo ser humano.
Al aceptar estas dos
verdades hay consecuencias
muy pragmáticas que
debemos defender y decidir.
Sobre la primera, pensar
que si creemos que la
discriminación se puede
defender. Es decir, un estudiante
argentino recibirá
educación sexual como un
derecho sólo si nace en las
provincias que optaron por
“adherirse” a una ley que
en ningún momento pide
como condición la adhesión
para que la ley se ejecute.
Por ello debemos exigirla
a la educación sexual.
Nuestros hijos e hijas tienen
derecho a tener educación
sexual porque son de
Argentina.
La segunda nos obliga
a preguntarnos si vamos a
seguir siendo tan irresponsables
de continuar discutiendo
la educación sexual,
mientras dejamos que se
haga cotidianamente por
otros medios. Porque la ley
lo que pide, exige, ordena y
determinar es que la educación
sexual integral no
puede ser dejada al azar,
sino debe ser planificada,
gestionada, transversalizada
y visibilizada.
Es hora de asumir que
no existe ninguna creencia
aceptable que no defienda
que lo más importante es
la educación como el antídoto
para la violencia, para
la infelicidad, para el odio.
La educación sexual integral
es la apuesta más firme,
segura y concreta para
crear una sociedad mejor
y más acorde con lo que
siempre soñamos. Porque
es educación y porque tiene
que ver con la naturaleza
humana. Demorarla en debates
equivocados o es mala
intención o simplemente
es ignorancia.