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EL LIBERAL . Opinión

Hola Diego, hola Lionel

28/12/2022 20:31 Opinión
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Hola Diego, hola Lionel Hola Diego, hola Lionel

“Les pido por favor que este amor no se termine nunca”, fue una de las frases que Diego Maradona eligió al término de su partido despedida del fútbol, aunque sabido es que nunca se despidió, ni siquiera cuando dejó este mundo. Era el 10 de noviembre de 2001, La Bombonera lo escuchaba casi en silencio pero con aplausos, cánticos y lágrimas daba muestras de que ese idilio jamás tendría un final.

Dicen los que estuvieron cerca de Maradona que ese era un temor que tenía: ser olvidado, que la gente no lo reconociera más. Suena ilógico, infantil, disparatado que el jugador de fútbol cuyo apellido abrió puertas, caminos, barricadas y hasta salvó vidas con el sólo hecho de mencionarlo pudiera creer o pensar que alguna vez alguien lo olvidaría.

Chau Diego

El 25 de noviembre de 2020, Diego pasó a la inmortalidad y desde entonces se suscitó un fenómeno mundial sin precedentes: su ausencia física adoptó diversas formas y se transformó en tatuajes, murales, remeras, mates, muñecos, banderas y en decenas de ocurrencias que sólo aparecen cuando una historia de amor no se quiere olvidar jamás. Como quería él.

El de Qatar fue el primer Mundial sin Maradona, y los hinchas argentinos comenzaron a invocarlo y a verlo hasta en las nubes, tratando de que “desde el cielo” hiciera uso de sus “poderes” de Dios del fútbol para que la Argentina lograra al fin ganar la Copa del Mundo y cortara con esa sequía vigente desde México 1986. A 36 años de haber sido tomada, la foto de Diego besando la Copa era cada vez más grande y se convertía en una mochila cada año más pesada para todos los que se calzaban la camiseta de la Selección.

Y ahí estaba un tal Lionel Messi, soportando ser grande, enorme y hasta gigante en Europa, pero penando en su tierra, sin poder terminar de conquistar los corazones de quienes le exigían siempre algo más. “Le falta ganar un Mundial”, “es capitán pero no lo siente” o “nunca hizo un gol importante en Mundiales”, se escuchaba una y otra vez.

Hola Lionel

Nunca podremos certificar si la invocación a Diego sirvió de algo o si fue exclusivamente mérito de Messi, pero lo hizo: uno a uno fue sorteando los obstáculos y de manera absurda -y contra toda lógica- a los 35 jugó su mejor Mundial. “Su” Mundial.

Apiló rivales mucho más jóvenes, hizo goles ante Selecciones de todo calibre, le atajaron un penal y pateó otros cinco sin dudar, elevó la voz, cantó el himno casi a los gritos y finalmente -con fútbol, garra y corazón- él también besó la Copa. ¿Había una cuenta por saldar? Pagó cash, de su bolsillo y dejó propina generosa.

Ya está, ya no hace falta recurrir a videos viejos, a revistas gastadas o a diarios con sus hojas amarillas. Lionel Messi le regaló a la Argentina nuevos buenos recuerdos y también colgó su poster en la pared.

Hola Lionel, hola Diego

¿Y ahora? Esa necesidad de la comparación permanente florece, pero la figura del nuevo ídolo parece crecer incluso mucho más que la de aquél mito endiosado. ¿Acaso Diego tenía razón y pasará al olvido, será reemplazado? Este Messi maduro dentro y fuera de la cancha, al que algunos necesitan verle rastros maradonianos para mantener vigente esa figura, logró llegar tan alto que ni siquiera él se da cuenta todavía.

No, no hay necesidad de compararlos. No la había antes, cuando la historia jugaba a favor de Diego (el segundo gol a Inglaterra, el pase a Caniggia ante Brasil con el tobillo destrozado o la preparación a lo Rocky para Estados Unidos), ni la hay ahora, que juega a favor de Leo (Copa América ante Brasil en el Maracaná, dos goles en un Mundial ante el campeón vigente o máximo goleador histórico de la Selección).

Desde este 18 de diciembre de 2022, ya sin Maradona entre nosotros pero más presente que nunca, le empezamos a decir “chau Diego” porque un tal Messi nos permite hacer más fácil ese doloroso duelo. Justo cuando uno acaba de irse el otro irrumpe, primero pidiendo permiso y luego pateando la puerta para ocupar un lugar que bien merecido se ganó.

Esta Copa, la de la tercera estrella, tuvo una suerte de efecto revelador: nos corrió un velo que nos impedía disfrutar de ambos y aunque la polémica seguirá en cada bar, en cada familia, entre abuelos y nietos, cada uno tendrá ahora una foto para mostrar. ¿Grieta? No, si hasta Leo tuvo la grandeza innecesaria de que al momento de celebrar su logro dijera: “También es del Diego que nos alentó desde el cielo”. Golazo.

Casi sin que nos demos cuenta, Messi también se está transformando en murales, remeras, mates, muñecos, banderas y en decenas de ocurrencias que sólo aparecen cuando hay una historia amor de por medio. Pero lo mejor del caso es que esta nueva historia recién comienza.

Por Sergio Cutuli

“Les pido por favor que este amor no se termine nunca”, fue una de las frases que Diego Maradona eligió al término de su partido despedida del fútbol, aunque sabido es que nunca se despidió, ni siquiera cuando dejó este mundo. Era el 10 de noviembre de 2001, La Bombonera lo escuchaba casi en silencio pero con aplausos, cánticos y lágrimas daba muestras de que ese idilio jamás tendría un final.

Dicen los que estuvieron cerca de Maradona que ese era un temor que tenía: ser olvidado, que la gente no lo reconociera más. Suena ilógico, infantil, disparatado que el jugador de fútbol cuyo apellido abrió puertas, caminos, barricadas y hasta salvó vidas con el sólo hecho de mencionarlo pudiera creer o pensar que alguna vez alguien lo olvidaría.

Chau Diego

El 25 de noviembre de 2020, Diego pasó a la inmortalidad y desde entonces se suscitó un fenómeno mundial sin precedentes: su ausencia física adoptó diversas formas y se transformó en tatuajes, murales, remeras, mates, muñecos, banderas y en decenas de ocurrencias que sólo aparecen cuando una historia de amor no se quiere olvidar jamás. Como quería él.

El de Qatar fue el primer Mundial sin Maradona, y los hinchas argentinos comenzaron a invocarlo y a verlo hasta en las nubes, tratando de que “desde el cielo” hiciera uso de sus “poderes” de Dios del fútbol para que la Argentina lograra al fin ganar la Copa del Mundo y cortara con esa sequía vigente desde México 1986. A 36 años de haber sido tomada, la foto de Diego besando la Copa era cada vez más grande y se convertía en una mochila cada año más pesada para todos los que se calzaban la camiseta de la Selección.

Y ahí estaba un tal Lionel Messi, soportando ser grande, enorme y hasta gigante en Europa, pero penando en su tierra, sin poder terminar de conquistar los corazones de quienes le exigían siempre algo más. “Le falta ganar un Mundial”, “es capitán pero no lo siente” o “nunca hizo un gol importante en Mundiales”, se escuchaba una y otra vez.

Hola Lionel

Nunca podremos certificar si la invocación a Diego sirvió de algo o si fue exclusivamente mérito de Messi, pero lo hizo: uno a uno fue sorteando los obstáculos y de manera absurda -y contra toda lógica- a los 35 jugó su mejor Mundial. “Su” Mundial.

Apiló rivales mucho más jóvenes, hizo goles ante Selecciones de todo calibre, le atajaron un penal y pateó otros cinco sin dudar, elevó la voz, cantó el himno casi a los gritos y finalmente -con fútbol, garra y corazón- él también besó la Copa. ¿Había una cuenta por saldar? Pagó cash, de su bolsillo y dejó propina generosa.

Ya está, ya no hace falta recurrir a videos viejos, a revistas gastadas o a diarios con sus hojas amarillas. Lionel Messi le regaló a la Argentina nuevos buenos recuerdos y también colgó su poster en la pared.

Hola Lionel, hola Diego

¿Y ahora? Esa necesidad de la comparación permanente florece, pero la figura del nuevo ídolo parece crecer incluso mucho más que la de aquél mito endiosado. ¿Acaso Diego tenía razón y pasará al olvido, será reemplazado? Este Messi maduro dentro y fuera de la cancha, al que algunos necesitan verle rastros maradonianos para mantener vigente esa figura, logró llegar tan alto que ni siquiera él se da cuenta todavía.

No, no hay necesidad de compararlos. No la había antes, cuando la historia jugaba a favor de Diego (el segundo gol a Inglaterra, el pase a Caniggia ante Brasil con el tobillo destrozado o la preparación a lo Rocky para Estados Unidos), ni la hay ahora, que juega a favor de Leo (Copa América ante Brasil en el Maracaná, dos goles en un Mundial ante el campeón vigente o máximo goleador histórico de la Selección).

Desde este 18 de diciembre de 2022, ya sin Maradona entre nosotros pero más presente que nunca, le empezamos a decir “chau Diego” porque un tal Messi nos permite hacer más fácil ese doloroso duelo. Justo cuando uno acaba de irse el otro irrumpe, primero pidiendo permiso y luego pateando la puerta para ocupar un lugar que bien merecido se ganó.

Esta Copa, la de la tercera estrella, tuvo una suerte de efecto revelador: nos corrió un velo que nos impedía disfrutar de ambos y aunque la polémica seguirá en cada bar, en cada familia, entre abuelos y nietos, cada uno tendrá ahora una foto para mostrar. ¿Grieta? No, si hasta Leo tuvo la grandeza innecesaria de que al momentode celebrar su logro dijera: “También es del Diego que nos alentó desde el cielo”. Golazo.

Casi sin que nos demos cuenta, Messi también se está transformando en murales, remeras, mates, muñecos, banderas y en decenas de ocurrencias que sólo aparecen cuando hay una historia amor de por medio. Pero lo mejor del caso es que esta nueva historia recién comienza.

FUENTE: INFOBAE

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