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LAS ÓRDENES RELIGIOSAS EN ARGENTINA

01/04/2023 22:02 Opinión
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LAS ÓRDENES RELIGIOSAS EN ARGENTINA LAS ÓRDENES RELIGIOSAS EN ARGENTINA

La ocupación del actual territorio argentino, posterior a la fundación de Santiago del Estero en 1553, fue un proceso extenso en el tiempo y en el espacio, que tardó dos siglos y medio, contando desde la medianía del siglo XVI hasta la década de 1780, en la que el último esfuerzo imperial de fundación de ciudades concluyó con las ciudades entrerrianas de Concepción del Uruguay, Gualeguay y Gualeguaychú, concretadas por el guatemalteco Tomás de Rocamora, contemporáneas a la expedición que el yucateco Juan José de Vértiz realizó en la Banda Oriental, imponiendo definitivamente la posesión española, y la que el andaluz Francisco de Biedma realizara por las costas patagónicas, logrando la persistencia de Carmen de Patagones como la población más austral de España en América. Y sin duda, la constancia permanente de la Corona en la evangelización de los “naturales”, como eran llamados los pobladores autóctonos de América, constituyó un testimonio del imperativo moral que había significado el compromiso de España con el Papado de hacerse cargo de la implantación de la Iglesia en el nuevo mundo. Vale destacar también que la construcción institucional que España llevó adelante en todas sus posesiones: América, Filipinas y las colonias africanas, es ignorada muchas veces en los estudios históricos como causa de las crisis económicas de la metrópolis durante los tres siglos y tres décadas de vigencia del imperio (1492-1824).

Primero en manos de los Austria, desde Carlos I hasta Carlos II, y luego de los Borbones, desde Felipe V hasta Fernando VII, los reyes contaron con varias órdenes religiosas, algunas ya nombradas en el artículo del pasado domingo en estas páginas de El Liberal. Pero sin duda el desafío más importante era lograr la evangelización de todos los habitantes del continente, y sobre todo de los indios que habitaban regiones inhóspitas y alejadas del océano Pacífico, que se había convertido en el eje de las comunicaciones en esta parte de América. Es bueno tomar conciencia que el poblamiento español tuvo la costa trasandina (para nosotros) como articulación, lo que está demostrado por los grandes puertos que constituían la columna vertebral desde el sur de Chile hasta el norte de California, casi en el actual límite de los Estados Unidos y Canadá.

Trazaremos hoy un esquema de la ocupación territorial que estuvo en manos fundamentalmente de los jesuitas, lo que constituyó un esfuerzo gigantesco que aún hoy despierta asombro.

La fundación de la provincia jesuítica de la Paraquaria

San Ignacio de Loyola funda la Compañía de Jesús en 1534 y sólo quince años después recibe el pedido del rey para enviar misioneros a las Indias. Si bien San Ignacio se resiste, su sucesor como general de la orden, San Francisco de Borja, comienza a enviar sus religiosos al Perú en 1565. Veinte años después llegan los jesuitas a Santiago del Estero, comienzo de la presencia de la Compañía en nuestro territorio nacional. Sus primeras misiones fueron en los valles Calchaquíes, la frontera chaqueña sobre las orillas del río Salado y algunos religiosos se animaron a llegar hasta los pueblos guaraníes, más cerca de la ciudad de Asunción del Paraguay. En 1604, luego de una disputa entre Santa Cruz de la Sierra y el Paraguay sobre la sede de una nueva jurisdicción jesuita, gracias a la decisión del padre general Claudio Acquaviva se creó la provincia de la Paraquaria, que se puso en marcha tres años después con cabeza en la ciudad de Córdoba. Abarcaba los actuales territorios de Argentina, Chile, Uruguay, Bolivia, el sur del Brasil y todo el Paraguay. En 1608 se enviaron los primeros misioneros hacia el Guayrá (la región de los guaraníes) y hacia 1691 fueron enviados misioneros a la Chiquitanía, al oriente de Santa Cruz de la Sierra.

Los colegios y la Universidad

La formidable preparación intelectual de la mayoría de los jesuitas hizo que tuvieran a su cargo la creación de la mayoría de los colegios en las ciudades españolas de nuestro continente. En el territorio argentino, los jesuitas comenzaron fundando una escuela y un seminario en Santiago del Estero. Pero el centro de su actividad educativa iba a ser Córdoba, donde fundarían hacia 1613 la Universidad, la más antigua y la única colonial de la Argentina. Esta impronta de los jesuitas en la “Docta” sería una de las causas para el traslado de la diócesis del Tucumán desde Santiago del Estero en 1700 por obra del obispo Manuel Mercadillo. En las capitales de las gobernaciones se fueron instalando colegios jesuitas, como el de la Inmaculada en Santa Fe, el de San Ignacio en Buenos Aires, ambos en 1610, o el posterior en Salta. El carácter intelectual de la mayoría de los jesuitas, sumado al hecho de la capacidad misionera no conventual de la orden, hizo que los obispos confiaran en ellos para las tareas más complicadas, que incluyeron darles el manejo de los seminarios diocesanos donde se formaba el clero americano. 

Las misiones jesuíticas

No cabe duda que para la memoria histórica de la Argentina, la gran tarea de los jesuitas está relacionada con las misiones guaraníticas. éstas tuvieron tres espacios geográficos: el Guayrá, la Chiquitanía y Moxos. La genialidad de la organización jesuita quedó manifiesta no tanto en su planificación como en su realización, ya que significó el mestizaje cultural entre la civilización europea y la americana, desde el intercambio de costumbres, la adopción de un lenguaje común y el establecimiento de una organización política, social y económica de alta eficiencia. Lo dicho no anula el efecto que la cultura española tuvo como dominante de la relación con los indios americanos, pero se puede afirmar que fue un ejemplo moderno de integración no superado por entonces en el mundo. No es fácil de entender aún hoy como en una misión, de las treinta que hubo en el Guayrá, de las once de Chiquitos y las quince de Moxos, no más de cinco religiosos jesuitas manejaban el pueblo, que tenía entre cuarenta y cien caciques, entendiendo por tales a los jefes de familia, con una población total de entre mil y cinco mil en cada una de las misiones. Una sencilla ceremonia cada mañana garantizaba la armonía social: el superior recibía el saludo de todos y cada uno de los caciques. Si alguno no extendía su mano, era señal de un conflicto, lo que se enfrentaba reuniendo el cabildo misional, es decir a los jesuitas con los caciques, paralizando toda la actividad hasta la resolución del problema. Este método permitía que en una proporción de un jesuita cada mil habitantes, no hubiera episodios de rebelión contra los religiosos en casi dos siglos.

Su ubicación en el antiguo territorio español del Sur de América

En el Guayra, entre 1609 y 1706 se crearon treinta pueblos que llegaron a tener la misma población que el resto del territorio que abarcó desde 1776 el virreinato del Río de la Plata. Se destacaron San Ignacio Guazú, Itapuá y Santos Cosme y Damián, en el actual Paraguay; San Ignacio Mini, Corpus, Loreto, Yapeyú y Candelaria en Argentina; y San Francisco de Borja y San Miguel de las Misiones en el Brasil. Esta gigantesca estructura se derrumbó cuando fueron expulsados los jesuitas en 1767, y las misiones fueron confiadas a los franciscanos y a los dominicos, quienes no pudieron sostener el sistema. Los ataques de los bandeirantes y la invasión portuguesa a principios de 1800 terminaron con la destrucción de las instalaciones misionales, además del impacto de las guerras guaraníticas, un episodio olvidado por el relato histórico argentino que merecerá un próximo artículo. Las ruinas quedaron en el olvido durante más de un siglo y su parcial restauración ha permitido su reconocimiento como patrimonio cultural de la humanidad. Santiago del Estero tiene esa memoria histórica jesuita en un ejemplo vivo que es la misión de San José de Boquerón, que mantiene el espíritu original. En Chiquitos, fue fundamental el aislamiento territorial hasta la década de 1950, cuando el ferrocarril llegó a Santa Cruz de la Sierra. Hasta entonces las misiones fueron mantenidas por sus propios habitantes y son un testimonio vivo de aquellos viejos tiempos, ya que se conservan íntegramente las iglesias y las residencias. En 1960 comenzaron a ser restauradas gracias a Alcides Parejas Moreno, un historiador boliviano que logró además su declaración como patrimonio cultural de la humanidad, tanto de los edificios como de las costumbres y de la música que en Chiquitos tuvo la mayor escuela musical del barroco en América. Hoy se celebra un festival al que asisten, cada dos años, orquestas y artistas de todo el mundo.

Causas y

consecuencias

de la expulsión

de los jesuitas

Causas y consecuencias de la expulsión de los jesuitas

Hay que recordar que la expulsión en 1759 del reino de Portugal, en 1762 de Francia y en 1767 de las posesiones de España, tuvo diversas motivaciones, pero fundamentalmente la obediencia ciega al Papa de los clérigos de la Compañía de Jesús despertó celos y conflictos con los obispos, y la independencia de los pueblos misionales provocaba a los gobernadores, a los virreyes y al propio rey, quienes sentían menoscabado su poder.

Para los hombres y mujeres habitantes de las misiones, el fin del dominio jesuita significó una tragedia relatada magníficamente en la película “La misión”, de 1986 dirigida por RolandJoffé e interpretada por Jeremy Irons, Robert De Niro y Liam Neeson, filmada en paisajes naturales del noreste argentino. Queda para completar el panorama de la obra de la Compañía de Jesús en el territorio argentino la historia de las estancias organizadas por los jesuitas para el sostenimiento material de los colegios, las iglesias y las misiones, a la que dedicaremos estas páginas de El Liberal del próximo domingo, si Dios quiere.

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