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DEBEMOS LOS DOCENTES TEMER A LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL

06/04/2023 01:50 Opinión
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DEBEMOS LOS DOCENTES TEMER A LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL DEBEMOS LOS DOCENTES TEMER A LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL

Por el Dr. Carlos I. Scaglione, docente de la UNSE para EL LIBERAL

Hace varias décadas, cuando la computación electrónica daba sus primeros pasos, se generalizó una designación para este tipo de maquinaria: el “cerebro electrónico”. En cuanto a lo “electrónico”, no caben dudas: las válvulas primero y los transistores y circuitos integrados después le dieron ese carácter a aquellos voluminosos equipos, que podían ocupar fácilmente una pieza.+

La fantasía ahora se hace ¨ realidad'' la computadora HAL (IBM menos 1) de “2001-Odisea del Espacio”. HAL, cuando fue concebida por Arthur Clark, estaba a años luz de lo que podía hacer el equipamiento informático de la época. Pero era la proyección, fantasiosa, de la idea de “cerebro electrónico”, tan cerebro que hasta tenía la capacidad de enloquecer; y de hecho hoy día resulta algo bastante más familiar que cuando se la concibió.

Yuval Harari advierte que el nuevo dominio del lenguaje de la IA significa que ahora puede piratear y manipular el sistema operativo de la cultura humana. Al adquirir dominio del lenguaje, la IA está apoderándose de la llave maestra de la civilización.

En los últimos días unas de las voces más interesantes para leer y pensar fue la del historiador israelí Yuval Harari. En un artículo firmada por el catedratico publicado en New York Times y luego traducido y distribuido en muchos portales de otros países realizó algunas reflexiones provocativas e impactantes.

El texto señala que “durante miles de años, los humanos hemos vivido dentro de los sueños de otros humanos. Hemos adorado dioses, perseguido ideales de belleza y dedicado nuestras vidas a causas que se originaron en la imaginación de algún profeta, poeta o político. Pronto nos encontraremos viviendo dentro de las alucinaciones de la inteligencia no humana”.

Harari retoma algunas de estas discusiones de "Homo Deus" en ese último artículo para hacer una abstracción poderosa y un llamado de alerta acerca del desarrollo reciente y exponencial de los modelos de lenguaje natural. Dice que “el lenguaje es el sistema operativo de la civilización. Del lenguaje surgen el mito y la ley, los dioses y el dinero, el arte y la ciencia, las amistades y las naciones y el código informático.

  Agrega que “el nuevo dominio del lenguaje de la IA significa que ahora puede piratear y manipular el sistema operativo de la cultura humana. Al adquirir dominio del lenguaje, la IA está apoderándose de la llave maestra de la civilización, desde las bóvedas de los bancos hasta los santos sepulcros”.

Finalmente, hace la pregunta trascendental: “¿Qué significaría para los humanos vivir en un mundo donde un gran porcentaje de historias, melodías, imágenes, leyes, políticas y herramientas están moldeadas por una inteligencia no humana, que sabe cómo explotar con eficiencia sobrehumana las debilidades, sesgos y adicciones de los humanos, sabiendo cómo establecer relaciones íntimas con personas? En juegos como el ajedrez, ningún ser humano puede aspirar a vencer a una computadora. ¿Qué sucede cuando ocurra lo mismo en el arte, la política o la religión?”.

Por suerte como siempre reflexiona el Ingeniero amigo Pedro Guzmán, de todos estos conceptos NO ES TAN ASI.

De manera similar a lo que en su momento despertó la locomotora a vapor, el "cerebro electrónico" o el "brazo mecánico", la irrupción del ChatGPT produjo un impacto psicológico. Sin embargo, hay mucho más de comercialización y construcción de miedos que otra cosa. Inteligencia no equivale a memoria ni a velocidad para realizar cuentas, sino a la capacidad para establecer una conexión entre conceptos, encontrar algo nuevo y desarrollarlo, algo que el Chat no hace.

Pero todo esto es una falacia. En primer lugar, el cerebro no se limita a hacer operaciones lógicas; ésa es solo una parte de su actividad. Interviene en emociones, preferencias y reacciones instintivas, entre otras funciones. En realidad, el cerebro es un órgano del que no terminamos de entender qué es lo que hace, esencialmente por su inconmensurable complejidad. Esto no pretende desestimar el trabajo de los que lo estudian; al contrario, los muestra como valientes enfrentando un problema de una dificultad extraordinaria, un trabajo que, como todo trabajo honesto de reflexión e investigación, se encuentra plenamente justificado.

Pero seamos modestos, nunca se podrá replicar todo lo que hace el cerebro viviente, mal se podrá construir un “cerebro” análogo a nuestro cerebro. Cualquier otra pretensión es ilusoria. Y la facultad de enloquecer seguirá reservada el cerebro a secas.

Ocurre que innovaciones de este alcance producen sorpresa e incredulidad. También cuando aparecieron las primeras máquinas  de vapor no faltaron percepciones prejuiciosas o apocalípticas, los obreros de esa época querían quemar las mismas. Pero luego nos acostumbramos y las fábricas, actuales  que ya no son de vapor, han dejado de suscitar estas reacciones, por lo menos en las grandes mayorías. En definitiva, todo lleva a concluir que el problema es la denominación: es llamar “cerebro electrónico” a algo que no es un cerebro.

¿Por qué pasa esto? Se trata de comercialización nada más que una campaña. Como todos los expertos en ventas saben muy bien, el nombre del producto es una cuestión esencial a la hora de la venta. Si en lugar de “cerebro electrónico” se hubiera hablado de “calculadora con capacidad de concretar operaciones complejas muy rápidamente”, se hubiera entendido de qué se trata y la angustia y la consiguiente discusión habrían sido bastante menores. Pero claro, con ese nombre, la “venta” habría sido menor.

Hoy, la historia se repite, porque es de seres humanos, y no de “cerebros electrónicos”, cometer una y otra vez el mismo error. Le toca esta vez a la “inteligencia artificial”. De vuelta, nadie duda de que sea artificial, si por “natural” se entiende, por oposición, a todo lo que es producto directo del entorno natural, mediado o no por procesos biológicos. En esto puede haber varios grises, pero por el momento no es un punto importante. Estamos de  acuerdo entonces con lo de “artificial”.

Ahora, lo de “inteligencia” se las trae. Si el cerebro es casi indescifrable por su complejidad, la “inteligencia” es también un concepto endiabladamente complejo. Tiene varias connotaciones, ninguna del todo definitoria.

Para empezar, “inteligencia” no equivale a “memoria”. . Tampoco se atribuye una gran “inteligencia” a alguien que tiene el don de realizar cuentas aritméticas mentalmente a gran velocidad. Ni tampoco se llama “inteligente” a alguien que puede mantener un diálogo coherente.

Le asignamos sí carácter de “inteligente” a alguien que es capaz de establecer una conexión o vinculación entre conceptos, hechos o situaciones que no había sido “vista” antes. Esto es algo que se asocia a la intuición, pero que va más allá, porque cuenta con la capacidad de desarrollar las consecuencias de la intuición.

El Inteligente se distingue por ser capaces de encontrar algo nuevo y desarrollarlo. Esto es precisamente lo que no hace la “inteligencia artificial”. El ChatGPT, que se ha puesto de moda en estos días, ofrece la posibilidad de comprobarlo.

El Chat parece bueno para responder sobre información estándar (lo hace bien) o para repetir eslogan. Glosando una reciente nota sobre el tema en La Nación, para repetir los “consensos existentes”.  Seamos realistas, el Chat “artificialmente inteligente” no tiene la menor capacidad de ingresar en  temas, interesantes pero controversiales.

Nunca se creyó que un alumno que repite memorísticamente lo que se desea escuchar de él fuera realmente muy “inteligente”. El Chat tampoco es “inteligente”. O, para no entrar en debates terminológicos estériles, no tiene el tipo de inteligencia que se considera valiosa.

No se trata de negarle utilidad al ChatGPT. También es posible concluir razonablemente que no hay que preocuparse: una vez que nos familiaricemos, así como superamos la aprensión a las  maquinas de vapor o al “cerebro electrónico”, pasará lo propio con la “inteligencia artificial”. Los problemas en el sistema educativo con las evaluaciones (parece que el Chat brinda ayudas non sanctas), es que no son tomadas correctamente; los plagios son bastante anteriores incluso a los “cerebros electrónicos”, si vamos al caso.

Pero esto no será culpa de la “inteligencia artificial”, sino de incapacidad o pereza de algunos, o la mera sed de dominación por parte de otros. El problema son siempre las personas, no las máquinas. 


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