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Axel Kicillof, el nacionalista más caro del mundo

10/04/2023 08:05 Opinión
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Axel Kicillof, el nacionalista más caro del mundo Axel Kicillof, el nacionalista más caro del mundo

Por Marcos Novaro

Si el amor a la patria se pudiera medir según la intensidad y virulencia de las palabras que se vierten en su defensa y contra sus supuestos o reales enemigos, seguramente Axel Kicillof ranquearía entre los más enamorados. Pone todo su empeño en que así sea, cada vez que puede declara su odio al imperialismo, a las empresas extranjeras, a los cipayos y liberales que en su opinión traicionan al país.

Se fotografía cada dos por tres delante de un cuadro de Juan Manuel de Rosas que tiene colgado en su despacho, se inflama de pasión nacional cuando rememora la Vuelta de Obligado, habla de Las Malvinas u homenajea a los Colorados del Monte, una milicia rosista que servía estas mismas causas masacrando a los enemigos del Restaurador, y que el actual mandatario bonaerense pretende convertir en una suerte de símbolo de su administración.

Pero si en cambio se midiera el amor a la patria según las consecuencias de los actos de gobierno, el gobernador descendería abruptamente en la tabla de posiciones, puede que hasta el fondo.

Porque no ha dejado de perjudicar al país con medidas costosísimas, injustificadas, innecesarias y en muchos casos directamente ilegales. Su paso por el ministerio de Economía, durante el segundo mandato de Cristina, resultó particularmente dañino, y tan es así que todavía en estos días se siguen sumando millones a su cuenta del debe. O mejor dicho, se suman a nuestra cuenta, gracias a sus diligentes oficios.

El paso de Axel Kicillof por el ministerio de Economía durante el segundo mandato de Cristina, resultó particularmente dañino. (Foto: NA)

En la última semana se conocieron sendas resoluciones de un tribunal inglés y otro norteamericano que obligan a nuestro país a pagar millonarias compensaciones por violaciones a los contratos cometidas durante esa gestión. Y distan de ser las primeras: se suman a una ristra de pifies similares, que nos han salido tan caros, que su suma total es similar al monto del acuerdo de Macri con el FMI.

Según un cálculo que hicieron dos economistas de la oposición, Alfonso Prat Gay y Luciano Laspina, y que se detalla a continuación, los pifies de Kicillof sumarían US$35.000 millones, un poco menos que ese mega crédito contra el que tanto han pataleado los kirchneristas por el aumento de la deuda que significó.

Según los cálculos del periodista Fernando Marull, llegaría hasta los US$64.000 millones (como se detalla en el segundo cuadro), bastante por encima de la deuda con el Fondo.

Cabe preguntarse: ¿por qué le ha ido tan mal a Kicillof en estos trámites con inversores externos y organismos internacionales?, ¿es que quiso perjudicar al país? Eso nos llevaría a pensar que es una suerte de “cipayo” disfrazado, que cacarea contra los liberales y los grandes capitalistas, pero simplemente para distraer de los magníficos negocios que otorga a todos quienes tienen algún litigio o siquiera un intercambio financiero enredado con el país.

Y sostener algo así sería infundado: no hay mucha evidencia de que, como sucede con tantos otros funcionarios kirchneristas que pasaron por esas funciones, como es el caso de Amado Boudou o Sergio Massa, el problema de Kicillof consista en que pretende estar de ambos lados del mostrador, o tejer relaciones opacas con sus interlocutores externos, para luego sacar algún provecho político o personal.

Lo más probable es que el hoy gobernador sea sincero, y haya sido consecuente con sus creencias, pero o bien no se dejó asesorar por gente competente, o subestimó la gravedad de los conflictos que enfrentaba y las consecuencias que se derivarían en caso de error o incumplimiento. 

Esto parece ser más consistente con el tipo de persona que es Kicillof, alguien excesivamente confiado en sus habilidades, con un escaso conocimiento de los asuntos financieros que tenía que resolver. Y es también consistente con el aún menor profesionalismo con que se manejó su equipo. Relacionados ambos asuntos con el sesgo ideológico que parece acompañar a Kicillof y su entorno en todo lo que emprenden.

Esa es parte pero no es toda la explicación, hay algo más: una cierta relación entre el resultado de sus gestiones y la validación del ánimo virulentamente nacionalista y podríamos decir romántico con que Kicillof siempre las encaró. Y que explicaría que no le haya importado demasiado, o incluso en cierta medida prefiriera, que el país fuera condenado y castigado, antes que tener que admitir errores previamente cometidos por sus líderes y por él mismo, o verse obligado a negociar desde una posición que consideraba seguramente “indigna” soluciones menos costosas pero que igualmente implicaban asumir una responsabilidad en esos costos.

Y es que si hubiera hecho algo de esto, habría tenido que ceder en lo que para él es más importante: el relato de sí mismo y de su proyecto político como inflexibles e imbatibles baluartes del espíritu nac and pop, usando una terminología de otros años uno diría “del ser nacional”.

Manteniéndose en sus trece y sometiendo al país a sucesivos fracasos frente a sus contrapartes externas, Kicillof pudo seguir diciendo que lo que el mundo nos estaba cobrando era que él siempre había estado en lo cierto. Lo que se habría probado con las condenas y penas impuestas esta semana, igual que todas las anteriores, no era, en suma, su error, sino la incorregible injusticia del orden mundial, que la Justicia de Londres y de Nueva York es igual de injusta e igual de manipulada por el capital financiero que la que imparte nuestra Corte Suprema.

Que no “le perdonen su rebeldía” y “la defensa inflexible de los intereses nacionales”, es decir, que no le perdonaran que acertara, vendría a probar que valía la pena el castigo, porque de él resultaría un invalorable aprendizaje: el mundo no nos va a aceptar sino como esclavos, así que mejor pobres pero libres.

Con lo cual los fallos en cuestión, en vez del síntoma de una falencia, se vuelven una señal de virtud, y le permiten llevar agua para su molino con un argumento tentador: dado que es tan caro llevarse bien con el mundo desarrollado, no nos conviene ni intentarlo; esforzarnos en cumplir sus leyes se prueba carísino, mucho más barato resultará, a la larga, romper lanzas con ese sistema. Y con los países capitalistas y democráticos que nos quieren sometidos, para darnos la dudosa ventaja de aceptarnos en su club.

Este es el sentido último no sólo de los costosos pifies internacionales de Kicillof, sino de mucho de lo que el kirchnerismo hizo para que nos llevemos a las patadas con el mundo democrático y desarrollado durante sus administraciones. Y está en el origen de la ingratitud con que él siempre ha respondido a los denodados esfuerzos por ayudarnos que hicieron gobiernos amigos a pesar nuestro, los que nos han estado dando una mano en los últimos años para que no caigamos en el caos total, y a los que de todos modos nuestras autoridades se dedicaron y siguen dedicando a moderles la mano cada vez que la tienden.

Fuente: TN

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