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Educación Social, por el camino de la readaptación

24/04/2023 21:24 Opinión
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Educación Social, por el camino de la readaptación Educación Social, por el camino de la readaptación

Por Daniel Sinopoli, Director del DPTO. de Ciencias Sociales y Humanidades en UADE

ESPECIAL PARA EL LIBERAL

Las escenas de desidia y abandono social que pueden observarse comúnmente en las terminales ferroviarias más importantes de la ciudad de Buenos Aires y sus contornos llevan a reflexiones que, como es lógico, cada uno enfocará desde sus conocimientos y, vale reconocerlo, necesidad de descargo ante lo que preocupao desagrada. En nuestro caso, la mirada tendrá la perspectiva básica de lo que la educación no ha podido resolver.

La premisa de construir la relación de algunas personas con el entorno y sus normas culturales se impone con solo contemplar la sucesión de padecimientos en sitios neurálgicos como Retiro, Constitución u Once. El asunto vincula particularmente con la denominada Educación o Pedagogía Social, concepto que surge de los estudios del filósofo alemán Paul Natorp, a fines del siglo XIX.

Uno de sus postulados, muy sensible a nuestro enfoque actual, es la organización de la comunidad como condición del desarrollo de la educación, planteado en tres ciclos o experiencias para el individuo: el hogar, la educación formal (escuelas u otras instituciones) y las organizaciones sociales y culturales. Para el caso de quienes no han tenido la oportunidad de transitar adecuadamente por esas experiencias, por su carencia o por circunstancias específicas de vida, el propósito de la Educación Social es la readaptación: la inserción de las personas en el mundo social.

En los mencionados lugares, ingentes cantidadesde personas que habitan en el conurbanodesembarcan a diario con propósitos muy diversos.

Gigantesca población, mayoritariamente pobre, que se distribuye con cierto desorden en ingresos, pasillos, veredas, puntos de conexióncon el subte, plazas húmedas y secas, andenes y galerías comerciales. Observemos algunos aspectos particulares de estas postales. Por ejemplo, desde la avenida Constitución que limita la plaza del mismo nombre, algunos jóvenes transforman el espacio en un semiprivado donde intercambian y consumen drogas. La denominación Constitución a la plaza y a esa avenida homenajea a nuestra Carta Magna, por medio de la cual aprendimos que en el uso de los espacios comunes el interés individual nunca debe prevalecer sobre el colectivo. Sin embargo, cuando el sol empieza a bajar, grupos desperdigados aquí y allá detienen su vida para internarse en esas ceremonias que de poco se apropian de su cuerpo y de su futuro.

Un capítulo aparte son las familias que acampan a cielo abierto, con colchones y mantas. La vida que viven en presente eterno pareciera no permitirles pensar en que los días sin lluvia, muchos ya en esta primera parte del año, no serán eternos.

Los fundamentos que son propios al estudio de las personas en riesgo social dejan a las claras que los protagonistas de esas escenas descritas son individuos disocializados. En su comportamiento no es posible advertir trabajos preventivos o de refuerzo desde la escuela o, en particular, desde los programas de pedagogía social. Y, de haber sido implementados, por lo menos no se advierten resultados favorables.

Volvamos al camino elegido para nuestras observaciones. De su contemplación se desprenden algunas sentencias, todas susceptibles deser enlazadas: desidia o dejadez en la gestión y administración, inconciencia de los involucrados, indiferencia de los que usan esos servicios o están de paso.

La rara foto que combina la basura en el suelo y los cestos de basura semivacíos plantea un síntoma clave en esta atmósfera: la falta de conocimiento de algunas personas sobre la importancia de cuidar el orden, la limpieza y el estado del espacio público. El comportamiento es irresponsable, pero es impracticable la construcción de la responsabilidad sobre la base de la ignorancia.

No necesariamente son irresponsables por indolencia o desgano, sino porque no han recibido formación - o no supieron aprovecharla - para el cuidado de su hábitat y procurar el aseo y la sana alimentación de su cuerpo.

Un informe reciente del observatorio Argentinos  por la Educación señala que solo cuarenta y tres de cada cien alumnos terminan a tiempo la escuela primaria y con un nivel educativo aceptable. Como consecuencia, el 57% pasa a la escuela media con sobreedad o con deficiencias básicas en Lengua y Matemática.

Es obvio que en estos datos se hallan algunas de las explicaciones del estado de la cuestión que aquí describimos.

Es cierto que para una familia que resuelve la comida de un día con pocas certezas de que pueda hacerlo al siguiente, enfocar el pensamientoen valores y principios de la convivencia social es un objetivo extraño. Por eso, alivia que los chicos almuercen en la escuela, y no parece estar en las expectativas de padres y algunos sectores de la sociedad que ese lugar donde pasan largas horas sirva para algo más que satisfacer las necesidades básicas.

Se requiere de oportunidades para conocer las premisas más elementales que sostienen el contrato social. Y aun teniéndolas, se requiere de formación y capacidad cognitiva para aprovecharlas.

La ausencia desde edades muy tempranas de educación informal (entorno) y formal (escuela) y, posteriormente, de educación social para desplegarla condición innata de sociabilidad, desde el Estado o desde organizaciones civiles, lleva a muchos a rendirse a las condiciones, a adoptar estilos y códigos supuestamente prefijados para ellos, a renunciar a otras aspiraciones. Ethos de clase, lo denominan los sociólogos.

En el primer nivel de formación, los cerebros son porosos: infamemente vulnerados en algunos períodos trágicos de la historia. Momento crucial para que la tarea de formación sobre algunos temas de convivencia y desarrollo personal sea impulsada como política de Estado, para apoyar y promover todo programa de educación social impulsado oficialmente o desde la acción privada.

Hay esperanza, no las del pensamiento mágico sino la de la vida de todos los días: experiencias en países no tan alejados del nuestro demuestra que es posible hacer las cosas de otromodo y vivir un poco mejor.

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