"Me dijeron no mires, no mires. Leda, lloraba y lloraba" "Me dijeron no mires, no mires. Leda, lloraba y lloraba"
Allí llegaron changos del Pacará y nos llevaron hacia otro lado. Me iban hincando aquí, era como un asalto”.
Más adelante, agregó: “Le pusieron una inyección a ella y otra a mí también en el cuello. Les dije que no la maten”.
Ya en Robles, “los tipos me bajaron del auto; también a ella. Y me decían no mires, no mires. Ella lloraba y lloraba. Eran como las diez de la noche”.
“Mientras me tenían de espaldas y de rodillas, algo le hacían a ella (Leda). Ella no paraba de llorar. La tiraron ahí en el camino. La mujer gorda (Lucrecia) le llevó la cartera. Ellos hicieron eso. Yo no la maté ni por amor, ni por nada. No sé dónde fue la cartera ni el celular. Ellos le robaron todo”.
Insistió: “No quería tener problemas con eso, por eso no volví y denuncié rápido a la policía. No me dejaron ver nada. Allá la mataron ellos. Después, todos quedaron en el Misky Mayu”.
Al pedírsele detalles de cómo condujeron a la maestra hacia Robles, Rojas señaló: “En el auto subieron tres”, quizás Brandán, Luis y su madre Lucrecia Ledesma. “Me ordenaron no hables nada”.
Cuando la policía le preguntó ¿por qué la mataron?, dijo: “Ellos son una especie de curanderos. Dicen que se cobran con vidas humanas. A mí me dijeron que me hicieron un daño. Yo no era flaco como ahora. Dicen que me hicieron un daño muy feo”.
“Después que la mataron fui a seguir trabajando. Lavé el auto y fui a casa. Al final me dijeron que no hable. Que hacen eso siempre y no tienen miedo. Si digo algo me van a matar o a mi o se vengarían con mi hija”.
Destacó: “Yo sólo quería que me curen. La gorda hace el trabajo. Es muy conocida. Le pusieron inyecciones. Cuando llegaron me pusieron un cuchillo. Dejá, nosotros nos vamos a cobrar, me dijeron. Nunca me aclararon que la iba a matar”
