Violento sujeto que mandó a dos hombres al hospital, terminó condenado a cuatro años de cárcel Violento sujeto que mandó a dos hombres al hospital, terminó condenado a cuatro años de cárcel
Apegado en demasía al alcohol y cautivo de una impulsividad desbordada, Luis Sebastián Guzmán recibió su pena por parte de la Justicia. Fue condenado a cuatro años de prisión a través de un juicio abreviado por enviar a dos hombres al hospital.
Así lo resolvió la jueza de Control y Garantías de Frías, Roxana Cejas Ramírez, al condenarlo por lesiones gravísimas y leves en perjuicio de Jorge Ernesto y Alberto Benigno Banegas. En la otra causa acumulada, también causó lesiones a Armando Díaz.
La historia de Guzmán conlleva excesos de alcohol y un estallido de furia interior, cuyo rostro decadente acaba de lanzarlo hacia una fría celda y de no ser tratados, imposible descartar que en el futuro retornen nuevamente.
Hipótesis fiscal
De acuerdo con la investigación de la fiscal Natalia Simoes, Guzmán era un changarín de 31 años. Residía en calle Francisco de Aguirre y 12 de Octubre, Lavalle. El 1 de enero del 2018, entre las 16:30 y 17:30, compartió una ronda de copas en una casa del B° Las Chacras.
En estado de ebriedad, los “amigos” liberaron su ira y sed de sangre. En el proceso, Jorge Ernesto Banegas acabó en el piso, golpeado a trompadas por un sujeto.
Maltrecha, la víctima se fue de la casa y volvió con refuerzos: su padre, Alberto Benigno Banegas.
El único lenguaje fueron los puños, sin distinción de roles ni nombres. En pleno descontrol, Banegas padre sufrió solo golpes leves, no así su hijo, quien se llevó la peor parte. Guzmán terció en la batalla y le aplicó un puntazo a la altura posterior del tórax y región lumbar izquierda.
Unos y otro
Todos los protagonistas fueron a parar en la comisaría. En cuanto a Jorge Ernesto Banegas, los médicos le practicaron una “nefrectomía izquierda”, es decir le extirparon el riñón.
Por lógica decantación, Guzmán terminó encerrado y enfrentó un proceso penal. Lo excarcelaron bajo duras reglas de conducta, de cuyo espíritu prescindió al reencontrarse con su viejo amor: las cervezas.
El 22 de junio del 2020, de madrugada, junto a “Pipo” Cáceres, irrumpió en casa de Armando Díaz, en B° Los Tucumanos. Verdades a medias y confusión mediante, Díaz recibió un golpe en la cabeza con una llave francesa y lo hospitalizaron.
Nuevamente, perdido en los vahos del alcohol, Guzmán fue apresado. Resignado, bajó la cabeza al ser esposado y encerrado en una comisaría.
Juicio abreviado y prudente encierro con impronta de limbo
“Traumatismo encefálico craneal con fractura y hundimiento”, fue el diagnóstico médico. Añadió que el damnificado también resultó con un “defecto óseo posquirúrgico” y sugirió la necesidad de instalarle una malla a Armando Díaz.
El paciente sobrevivió para contarlo y Guzmán se estrelló de bruces contra una segunda causa, que pasó rasante quizá el “homicidio en grado de tentativa” y por imperio del azar, hasta un “homicidio simple”, reprimido con penas mínimas de 8 y máximas de 25 años de cárcel.
De ambos precipicios Guzmán acaba de ser rescatado por su abogada, Analía Nóblega Rayó, al acordar un juicio abreviado con la fiscal Natalia Simoes.
El individuo fue condenado a cuatro años de cárcel y ahora enfrenta el desafío mayor: batallar contra sus propios demonios, esos que los psicólogos aconsejan atenuar, atender y doblegar a fuerza de un tratamiento duradero en el tiempo.
La respuesta llegará cuando cumpla su pena. Hasta entonces, la Justicia y los psicólogos harán su parte en procura de regenerarlo para que al reinsertarlo a la sociedad tenga mucho más para ofrecer que sólo demostrarle su despecho y resentimiento.
