Top Gun, en Cannes Top Gun, en Cannes
Peter “Maverick” Mitchell está de
vuelta, el mejor piloto de la historia de
la aviación naval estadounidense con
sus virtudes y defectos intactos regresa
en “Top Gun: Maverick”, secuela
del filme estrenado 36 años atrás,
que se vio en Cannes para la prensa y
aterrizará en Santiago del Estero el
próximo miércoles 25, en el avant
premier programado por Sunstar.
La segunda parte, a diferencia de
lo que suele suceder, supera ampliamente
la primera, según la crítica que
Pedro Fernández Mouján, hizo para
Télam, quien remarcó que aquello fue
un suceso de la década del 80 y significó
el salto a la fama mundial de un
joven Tom Cruise, dirigido entonces
por el fallecido Tony Scott -a quien
está dedicado el filme-, y que recaudó
más de 350 millones de dólares por
taquilla en todo el mundo.
En esta revival a cargo de Joseph
Kosinski, hay muchísima y mejor acción,
con tomas áreas de los combates
y los vuelos de los F-18 de la Marina
de EE.UU. absolutamente increíbles
e inéditos, casi un proceso
inmersivo en las cabinas de los pilotos
de los modernos McDonnell Douglas a
velocidades insospechadas y en una
vibrante operación de destrucción y
fuga.
A 36 años de haberse graduado
como teniente y luego de haber acumulado
fama en acciones de guerras
cercanas del imperio como Afganistán
e Irak, Maverick languidece cerca del
retiro obligado, pero es salvado por la
máxima autoridad de la aviación marine,
su antiguo contrincante y amigo
Ice (Val Kilmer), que lo necesita para
que capacite y dirija una operación de
destrucción de bases de uranio enriquecido
enclavadas en peligrosas
montañas de un país que no se nombra,
acaso como resguardo geopolítico
ya que se ha vuelto común que los
aliados se transformen en enemigos y
los enemigos en aliados de un día al
otro en el complejo tablero donde se
dirimen los intereses de las potencias
internacionales.
Partes emotivas, además de las
de acción frenética, hay varias: una,
el nuevo romance de Maverick, ahora
con una mesera interpretada por
Jennifer Connelly; dos, las ceremonias
de camaradería y 3, lo más importante,
el encuentro de Maverick
con Bradley “Rooster” Bradshaw (Milles
Teller), hijo de Goose, el fallecido
copolito de Marverick en una acción
de entrenamiento de la primera película,
cuya culpabilidad por la pérdida
sigue cargando.
De hecho, la relación Rooster-
Maverick arranca muy mal, producto
de una serie de malentendidos que
han ido creciendo con el tiempo y que
nunca se pusieron en claro pero, como
es de esperar en un filme como
este, el amor prevalece.
Jon Hamm, el atractivo publicista
de la logradísima serie “Mad Men”,
como el superior incómodo e iracundo
de Maverick, Monica Barbaro, como
expresión de territorios laborales ganados
por la mujeres en las últimas
décadas, y Ed Harris como otro malhumorado
jefe de la aviación marítima,
junto a una entrañable aparición
de Val Kilmer, completan el elenco.
Aquella recordada escena de bellos
cuerpos masculinos en cueros jugando
al vóley en la playa y que generó
suspiros por años se remplaza
ahora por un juego de fútbol americano
en la orilla del mar con la idea de
renovar el mito, y mantenerlo vivo.
Férreo defensor del cine de sala,
Cruise produce y trae otra vez a la
pantalla historias que se narran para
ser vistas en cinemascope y seguir
batallando la guerra que algunos creen
perdida contra las plataformas,
porque aunque alguno pueda ver “Top
Gun: Maverick” meses más tarde a su
estreno comercial en la pantalla de un
televisor o una computadora nunca
podrá decir que efectivamente “la
vio”, su experiencia será parcial, mutilada,
menor, olvidable.
La nueva película de Tom Cruise
que tuvo premiere mundial en Cannes,
donde recibió una Palma honorífica le
acerca al público puro entretenimiento,
y del mejor.