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EL LIBERAL . Santiago

WILLIAM BROWN: EL PADRE DE LA PATRIA EN LAS AGUAS (Segunda Parte)

13/03/2021 20:18 Santiago
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WILLIAM BROWN: EL PADRE DE LA PATRIA EN LAS AGUAS (Segunda Parte) WILLIAM BROWN: EL PADRE DE LA PATRIA EN LAS AGUAS (Segunda Parte)

Pocas personalidades tienen tanta identidad marinera como el almirante Brown. Para sostener esta afirmación,voy a relatar una anécdota personal. De viaje por Chile, entré en una librería y me sorprendí al encontrar a Brown en la tapa de un libro. Al tomarlo, descubro que se trataba de “El Motín del Bounty”, un clásico literario de Nordolff y Hall, que relata una tragedia naval inglesa.Me puse en contacto con el editor, quien a su vez me relacionó con el ilustrador de la tapa, el que me dijo: “No hay otro hombre como Brown que muestre en su rostro el mar, la audacia y la autoridad”.

Hoy los invito a recorrer la vida guerrera de Brown y varias anécdotas que muestran el coraje, la templanza y la valentía de nuestro “Padre de la Patria en las aguas”.

La guerra contra el Brasil

El juicio que se lleva a cabo en su contra en Londres lo desequilibra emocionalmente, y luego de contraer fiebre tifoidea, el 23 de septiembre de 1819 se arroja al vacío desde un tercer piso, salvando milagrosamente la vida, aunque sufre la quebradura del fémur, que lo obliga a permanecer acostado seis meses. Terminado el proceso judicial emprende el regreso al Plata y llega a Buenos Aires en 1820, quebrado económicamente y convertido en un neurótico consumado, tal como describe Alberto Palcos, uno de sus grandes biógrafos.

Es puesto preso y enfrenta un juicio por desobediencia, siendo absuelto de culpa y cargo. Brown entonces se dedica con fervor a su familia, a sanar su cuerpo y a reparar su espíritu. Su “Casa Amarilla” cerca del puerto de La Boca se convierte en su refugio y se convierte en un ciudadano ilustre. Pero la calma no dura mucho. Los Treinta y Tres Orientales, que el 19 de abril de 1825 desembarcaron en la playa Agraciada para iniciar el levantamiento del pueblo contra los imperiales brasileños, iban a desencadenar una guerra.

El Congreso Argentino apoyó la gesta oriental y aceptó la reincorporación de la Banda Oriental. Frente a esto, el Brasil declaró la guerra a las Provincias Unidas el 10 de diciembre de 1825. Brown es llamado el 12 de enero de 1826 y ascendido a coronel mayor de marina. Unos pocos barcos formaban la escuadra republicana y en pocos días Brown logró quintuplicar la cantidad de buques y de cañones, en una demostración rotunda de su capacidad de organización.

El 11 de junio de 1826 la flota imperial intenta tomar Buenos Aires con sus 31 naves. Brown, a cargo de sus pocos barcos, insufla ánimo a sus oficiales y marineros con esta arenga, que ha pasado a la historia: “Marinos y soldados de la República: ¿Veis esa gran montaña flotante? ¡Son 31 buques enemigos! Mas, no creáis que vuestro general abriga el menor recelo, pues no duda de vuestro valor y espera que imitaréis a la “25 de Mayo” que será echada a pique antes que rendida. Camaradas: ¡confianza en la victoria, disciplina y tres vivas a la Patria!”. Esto ocurría a mil metros de la costa y los porteños se agolpaban para observar los movimientos navales. Al ordenar el ataque, Brown dirá:“Fuego rasante, que el pueblo nos contempla”. En este combate, llamado de Los Pozos, el comandante iba a mostrar su genialidad. Brown conocía los fondos del río como la palma de su mano, y por eso ubicó a sus barcos en “los pozos de agua”. Los buques brasileños, seguros de su victoria, se envalentonaron y uno a uno fueron encallando en los bajos ribereños, traicioneros como pocos. Esto permitió a la flota republicana propinar una derrota a los invasores, que vieron frustrado el objetivo de hacer caer la capital enemiga.

El 29 de julio de 1826 se produce el combate de Quilmes, con resultado incierto, quedando destrozada la nave de Brown, la “25 de Mayo”, pero se evita el avance brasileño contra la costa argentina. El apasionante movimiento de las naves en esta batalla hace que el más reconocido pintor de marinas del siglo XX, el italiano Eduardo De Martino la retratara con sólo estudiar las cartas de navegación. Ese cuadro se encuentra hoy en el Centro Naval de Buenos Aires.

La más grande batalla de esta campaña naval fue Juncal, el 8 y 9 de febrero de 1827,que fuera relatada el domingo 21 de febrero ppdo. en estas páginas de “El Liberal”.Pero el combate que cambiará para siempre la vida de Brown es Monte Santiago. El 7 y 8 de abril de 1827 la flota argentina sufrirá su más grave derrota frente a lo que es hoy el puerto de La Plata, aguas abajo de la ensenada de Barragán. Las acciones dejaron en claro el heroísmo de los marinos patriotas, pero las pérdidas navales fueron enormes. Brown vio morir al novio de su hija Elisa, el capitán escocés Francisco Drummond, lo que puso al irlandés frente a dos terribles compromisos: sepultar el cadáver de su futuro yerno y contarle a su hija lo ocurrido.

La joven de 17 años hizo como si nada, pero el día pactado para la boda, 27 de diciembre de 1827, se vistió con su traje de novia, bajó las barrancas rumbo al río y se suicidó arrojándose a sus aguas. “Allá voy, papá, a buscar el alma de mi novio muerto” dejó escrito Elisa en el escritorio de su padre. Fue sepultada junto a Drummond en el cementerio británico de Buenos Aires, el primero de Sudamérica, y se dice que nunca más el almirante volvió a sonreir.

En 1828 decidió pedir el retiro, y en su carta a las autoridades demostró su espíritu: “La sangre y la vida del que suscribe son del Estado. Si en otra ocasión las reclamase éste, con el mayor alborozo se apresuraría a volver al seno de tan dignos compañeros y honrarse de muchos de sus valientes compatriotas. Mas entretanto desea contemplar en la vida privada las glorias de la Patria y educar sus hijos de manera que penetrados de la dignidad del país y de las bondades de su gobierno, puedan algún día ser útiles y llenar los votos de su padre”.

De gobernador unitario a comandante de la flota federal

El prestigio de Brown estaba ya por entonces encima de las diferencias partidarias. Homenajeado por los federales, terminó siendo elegido por Lavalle como su delegado cuando partió en persecución de Dorrego en diciembre de 1828. Brown hizo gestiones ante el cónsul de Estados Unidos para lograr el destierro del derrocado, pero la carta en la que relataba el éxito de su idea llegó a Lavalle luego de haber perpetrado el fusilamiento del gobernador destituido.

Desde entonces fue el almirante de la flota. Nadie más fue almirante mientras vivió Brown. En 1835 desafió al mismo Rosas al asistir al funeral de Tomás Espora, quien se había opuesto al Restaurador de la Leyes. Al llegar a la casa de uno de los “Tres Valientes”, junto al mismo Brown y a Rosales, el almirante pidió que abrieran el ataúd porque no podía creer que Espora hubiera muerto. En el discurso fúnebre dijo: “Yo conocí el valor de este hombre en combate, se ha perdido una de las espadas más importantes de América, pero lamentablemente pertenece a un país que no sabe reconocer a sus héroes”. Esta frase sigue teniendo vigencia.

En 1842, en el combate de Costa Brava, en el río Paraná, la flota porteña al mando de Brown derrotó a la flota oriental comandada por el italiano Giuseppe Garibaldi, y el almirante dio la orden de dejar ir al italiano con esta frase: “Déjenlo escapar, ese gringo es un valiente”. La caída de Rosas no fue óbice para que la Confederación Argentina, presidida por Justo José de Urquiza, respetara sus laureles y en una comunicación oficial se le notifica a Brown que: “V.E. tiene títulos por sus viejos y leales servicios a la República Argentina en las más solemnes épocas de su carrera”.

Muerte y Homenajes

Muerte y Homenajes

El 3 de marzo de 1857, a sus 79 años, el almirante William Brown murió en la “Casa Amarilla”. Su esposa Elizabeth lo sobreviviría 12 años. El funeral fue multitudinario y Bartolomé Mitre despedirá a Brown diciendo: “Brown, en la vida, de pie sobre la popa de su bajel, valía para nosotros una flota. Brown en el sepulcro, simboliza con su nombre toda nuestra historia naval. él, con solo su genio, con su audacia, con su inteligencia guerrera, con su infatigable perseverancia, nos ha legado la más brillante historia naval de la América del Sur”. El capellán de la comunidad irlandesa, el padre Antonio Fahy escribió que fue: “un cristiano cuya fe no pudo conmover la impiedad, un patriota cuya integridad la corrupción no pudo comprar y un héroe a quien el peligro no logró arredrar”.

En la Catedral Anglicana de Buenos Aires, primer templo protestante de América del Sur, hay vitrales en recuerdo de Brown, colocados por su familia. Su tumba en la Recoleta luce el verde desde el tiempo en que Irlanda se convirtió en una nación soberana. La primera estatua de un prócer argentino hecha por un escultor argentino es la que se encuentra en la plaza Brown de Adrogúe, al sur de Buenos Aires, obra de Francisco Cafferata inaugurada en 1885. En Buenos Aires su monumento se encuentra a 150 cincuenta metros de la Casa Rosada. En Mar del Plata su escultura mira al mar entre el Casino y el Hotel Provincial.

Hay museos dedicados a su figura en Bernal y en Foxford, donde nació. Un liceo naval se llama “Almirante Brown” y no hay museo histórico argentino que no le dedique un espacio al viejo general de marina. El nombre de Brown está en plazas, parques, calles, avenidas y escuelas. Incluso una canción en homenaje al “Admiral William Brown”, compuesta por el grupo musical “Wolfe Tones”, al son de gaitas irlandesas, convierten a este prócer de dos naciones en el protagonista de una canción que reivindica en su último verso el reclamo argentino por las islas Malvinas. Asombra que estos músicos irlandeses conozcan con precisión la vida de Brown y la historia argentina.

Finalizamos este texto con la esperanza de haber corrido algunos velos que pesan sobre la biografía de Brown, un gigante de los mares que vale la pena conocer.

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