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EL LIBERAL . Santiago

Los golpes de estado en la Argentina -segunda parte-

Casa Rosada después del bombardeo

Casa Rosada después del bombardeo.

27/03/2021 20:09 Santiago
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La conmemoración de los 45 años del golpe del 24 de marzo de 1976, como todos los años, refresca la memoria de aquel evento trágico y dramático, y es deber del historiador tratar de establecer con claridad las causas y las motivaciones para continuar avanzando en la comprensión de los hechos y, sobre todo, profundizar en el aprendizaje para las generaciones futuras de argentinos.

El establecimiento del contexto histórico, tanto nacional como global, sobre un hecho tan trascendente obliga a recordar la secuencia de golpes de estado, tarea comenzada en esta columna de El Liberal la semana pasada, y que continua hoy. Vale destacar que los quiebres constitucionales entre 1930 y 1983 muestran algunas características en común, sobre todo cuando se los estudia como episodios de una serie prolongada. Se puede afirmar que cada golpe de Estado fue más extenso que el anterior (1930: 17 meses; 1943: 3 años; 1955: 3 años y 1 mes; 1966: 6 años y 11 meses; 1976: 7 años y 9 meses).Y no puede pasarse por alto que cada golpe se acercó en su inicio al anterior: de 1930 a 1943 transcurrieron 13 años; de 1943 a 1955, 12 años; de 1955 a 1966, 11 años; y de 1966 a 1976, sólo 10 años.

Otro detalle no menor es la característica “partidaria” de los golpes: dos fueron contra los radicales (1930 y 1966), uno contra los conservadores (1943), uno contra los desarrollistas (1962) y dos contra los peronistas (1955 y 1976). De la sola enumeración de esto surge que el “sistema” de golpes de Estado estuvo más destinado a la toma del poder por parte del “partido militar”, que a combatir una forma de pensamiento o de gobierno determinados. Continuamos hoy con el golpe de Estado que acabó con el segundo gobierno de Juan Perón, cuyo pretencioso nombre marca un nuevo escalón en la sofisticación de las revoluciones. No sólo se trataba del reemplazo de un gobierno, sino de un plan para perpetuar objetivos que la historia demostró que no fueron conseguidos.

La Revolución Libertadora

Sin duda, el golpe de Estado de 1955 constituye el más violento de la historia argentina cuando se desató la lucha por el ejercicio del poder. Fue la única vez que las fuerzas armadas estuvieron claramente divididas y ello llevó a enfrentamientos muy cruentos e inéditos desde de 1880. Es imprescindible analizar con amplitud los orígenes de este golpe de estado que en la práctica fue una fugaz guerra civil.

La reelección consecutiva del presidente, gracias a la discutida reforma constitucional de 1949, benefició a Juan Perón, pero coincidió con un hecho de enorme impacto en la opinión pública y en el propio mandatario: la muerte de María Eva Duarte, su esposa. Hay consenso que 1952 marca un notable cambio en el estilo de Perón, quien llevó a su segunda presidencia rumbo a una mayor intolerancia política;a enfrentamientos cada vez más frontales con sectores de la sociedad civil, como la Iglesia y el empresariado; y sobre todo las modificaciones a la orientación económica del gobierno fueron campo fértil para el debilitamiento del frente oficialista ante la crisis de las balanzas fiscal, comercial y de pagos.

Enfrentamiento del gobierno de Perón con la Iglesia

1954 quedó signado por el conflicto con la Iglesia Católica, que cuestionaba la injerencia del gobierno en los planes de estudios escolares, el intento de “canonización” laica de Evita y el adoctrinamiento juvenil a través de la UES (Unión de Estudiantes Secundarios), espaciosque la institución religiosa creía propios. Perón decidió escalar en la discordia y en una andanada legal brutal fueron legalizadas la prostitución, el divorcio vincular, y se suprimió la educación religiosa en las escuelas públicas. La Iglesia se defendió a través de documentos discretos y públicos, pero aceptó el desafío ante la prohibición de la tradicional marcha de Corpus Christi en Buenos Aires, que no fue autorizada por las autoridades municipales y que se realizó de todos modos.

Aquél 11 de junio de 1955, monseñor Manuel Tato, quien en 1961 sería obispo de Santiago del Estero, gobernando la diócesis hasta 1980, encabezó la procesión dentro de la Catedral Metropolitana, por delegación del cardenal Santiago Copello, arzobispo porteño y jefe de la Iglesia Argentina. Colmado el templo se reunieron en la Plaza de Mayo miles de ciudadanos, muchos católicos, pero también aquellos que siempre habían hecho gala de laicismo y anticlericalismo: socialistas, radicales, comunistas y conservadores, que encontraron allí el escudo para expresar su oposición al régimen, que aumentaba su tendencia autoritaria frente a la disidencia. Terminada la ceremonia Tato salió a saludar desde el Arzobispado y fue ovacionado. La multitud tomó los estandartes religiosos y, en una imagen bastante surrealista, fueron los “comecuras” quienes trasladaron el palio y la custodia por las calles hasta el Congreso Nacional. Allí se produjo un evento horrendo que fue la quema de la bandera nacional, en un hecho aún hoy controvertido respecto de sus responsables.

El 12 de junio simpatizantes peronistas intentaron tomar la Catedral y un grupo de católicos frenó el intento, terminando en una refriega que arrojó una sorpresa: entre los laicos detenidos estaba el juez de la Corte Suprema de Justicia Tomás Casares. El lenguaje de la prensa oficialista era muy agresivo y este ejemplo vale como documento: se calificó a los defensores como “clericales y sus guías negros…falsos profetas de sotana y sus seguidores obsecuentes”. El 15 de junio el gobierno exoneró al obispo Tato y al cura Ramón Novoa de sus cargos eclesiásticos y los desterró, embarcándolos en un vuelo hacia Roma ese mismo día. Perón fue excomulgado.

La revolución de septiembre de 1955

Los opositores encontraron un jefe en el general retirado Eduardo Lonardi. El 16 de septiembre, exactamente tres meses después del levantamiento de junio, Lonardi encabezó los combates desde la Escuela de Artillería de Córdoba, mientras oficiales de las tres armas tomaban el control de guarniciones, aviones y buques, aunque quedó en claro que el bando rebelde era minoritario, salvo en la Armada. El relato histórico del 55 suele omitir la gravedad de los enfrentamientos en Córdoba, que incluyeron el bombardeo del Cabildo, sede de la Policía provincial, los combates entre infantes y artilleros, la destrucción de instalaciones militares y aéreas y la muerte de más de cien argentinos.

Los sublevados alcanzaban un tercio de las fuerzas armadas, pero la resolución del jefe naval Isaac F. Rojas, que bombardeó los depósitos de combustible de Mar del Plata y amenazó destruir la destilería de La Plata, sumada a cierta labilidad de los jefes leales a Perón, hizo que el presidente renunciarael 20 de septiembre, iniciando el camino del exilio al embarcarse en una cañonera paraguaya, para trasbordar en Paraná un hidroavión que lo llevó hasta Asunción.

Centenares de argentinos murieron violentamente entre junio y septiembre de 1955 y las heridas materiales y morales tardaron mucho tiempo en cicatrizar. Lonardi, que asumió el poder el 21 de septiembre,fracasó en su intento de incorporar de alguna manera al peronismo, concretando su consigna “ni vencedores ni vencidos”. El 13 de noviembre de 1955 fue desplazado por el ala dura encabezada por el nuevo general Pedro E. Aramburu, el nuevo presidente, acompañado por el almirante Isaac F. Rojas, abanderado del antiperonismo. Por primera vez en la historia fue destituida la Corte Suprema de Justicia. Se intervino la CGT y los sindicatos, se prohibieron los partidos políticos y se anuló la reforma constitucional del 49. Santiago del Estero fue intervenida, junto a las demás provincias, y durante veinte días gobernó José Orozco, quien fue reemplazado el 9 de octubre de 1955 por el almirante Gabriel Maleville.

El gobierno revolucionario hizo hincapié en la investigación de la corrupción administrativa con resultados dispares, y finalmente la única forma de evitar un regreso de Perón a la política fue a través de su proscripción y la de su partido, llegando al absurdo de prohibir su nombre. El próximo domingo, si Dios quiere, continuaremos con la zaga de los golpes de Estado. Una triste historia en la que hay curiosidades y anécdotas que merecen ser contadas.

Sublevación naval de junio de 1955

El 16 de junio de 1955 fue el día más violento de la historia moderna argentina. Un levantamiento de la base aeronaval de Punta Indio culminó con el bombardeo contra la Casa Rosada al mediodía, que provocó la muerte de unas 300 personas. El objetivo de los sublevados, que era matar a Perón, no se alcanzó por las demoras en las acciones como consecuencia del clima, lo que permitió al presidente trasladarse al Comando del Ejército.Los aviones de los atacantes aterrizaron en el Uruguay, provocando un grave conflicto diplomático.

Esa misma tarde, grupos vinculados al gobierno, que sabían de la prescindencia de policías y bomberos, saquearon e incendiaron en Buenos Aires el Palacio Arzobispal, las iglesias del Rosario (Santo Domingo), La Merced, El Socorro, San Nicolás, San Ignacio, entre otras. El templo predilecto de Perón y Evita, San Francisco, fue la más dañada, destruyéndose totalmente. El gobierno pudo dominar la situación, pero eso no duraría mucho tiempo. Perón buscó calmar el ambiente, pero el 31 de agosto pronunció un discurso que tiró por la borda todo intento de conciliación: “Por cada uno de los nuestros que caigan, caerán cinco de ellos”.

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