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TOMÁS ESPORA: EL PRIMER ARGENTINO EN DAR LA VUELTA AL MUNDO (1ª Parte)

Por Eduardo Lazzari. Historiador.

- 22:30 Santiago

Las grandes epopeyas de la historia tienen lugar gracias a la concurrencia de contextos, personajes y oportunidades. Esa conjunción hizo posible el viaje de la expedición de Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano entre 1519 y 1523 que culminó con la vuelta al mundo, el cruce de los Andes por el Ejército al mando de José de San Martín en 1817, el vuelo trasatlántico de Ramón Franco entre España y Argentina en 1923, la llegada del hombre a la Luna en 1969, y tantos otros que la historia conmemora y que ocurrieron en el momento que debían ocurrir.

Nuestra historia nacional tiene algunos personajes que merecen ser conocidos en profundidad, ya que en general se recuerda su nombre, el tiempo de su vida, pero cuando se indaga sobre ellos no hay mayores referencias. Es el caso de Tomás Espora, uno de los grandes marinos de la Independencia, protagonista de dos décadas fundamentales en la construcción de la Argentina y protagonista de hazañas legendarias que no tienen el reconocimiento merecido.

Por eso hoy ahondaremos en la vida del primer marino argentino, honor que comparte con Leonardo Rosales, quienes fueron nombrados por el almirante Guillermo Brown, fundador de la Marina de Guerra, como los “tres valientes”, incorporándose al elogio él mismo para quedar fuera de esa honrosa calificación.

Nacimiento e Infancia

Tomás Domingo de los Dolores Espora Ugarte nació en Buenos Aires, capital del Virreinato del Río de la Plata el 19 de septiembre de 1800, en el hogar formado por don Domingo Espora Casana, genovés, y doña Tomasa Ugarte, santafesina. El matrimonio vivía en los altos de Escalada, frente a la plaza mayor y a la Catedral. El niño fue bautizado el 20 de septiembre en la parroquia Nuestra Señora de la Merced. Sus nombres eran los de sus padres y su madrina. Se sabe que tuvo un hermano menor llamado Juan Bautista.

Para los tiempos de la Revolución de Mayo de 1810, ambos niños ya eran huérfanos, y no se sabe mucho acerca de su formación ni sobre quienes se hicieron cargo de ellos en ese tiempo. Sin duda, la falta de los padres les dio una libertad inesperada e indeseada, pero que sirvió para que Domingo se acercara al río y contemplara con placer aquellas velas que flotaban cerca de la costa y probablemente fue el tiempo en el que comenzaron sus sueños de navegante viajero, que lo llevarían tan lejos como nadie se atreviera a pensar.

Comienza su amor por la navegación

En 1814 se produjo el legendario bloqueo del puerto de Montevideo y su posterior caída por parte de la flota comandada por el teniente coronel de marina Guillermo Brown, episodio que San Martín consideró “lo más importante hecho por la revolución americana hasta el momento”, lo que provocó un gran entusiasmo en Buenos Aires y sirvió para consolidar la vocación marinera de Espora, quien en 1815 se alista en la flota que Brown, ya comodoro, estaba preparando para su campaña corsaria contra los buques españoles en el océano Pacífico.

Espora fue aceptado como grumete en la corbeta “Halcón”, bajo el mando del francés Hipólito Bouchard, de quien se convertiría en su lugarteniente. Esa flota, compuesta por la nombrada “Halcón”, la fragata “Hércules”, la goleta “Constitución” y el bergantín “Trinidad”, se hizo a la mar desde el puerto de la Ensenada de Barragán el 27 de octubre de 1815 rumbo al estrecho de Magallanes. Vale aclarar que esta escuadra era corsaria, es decir que los marinos habían recibido una patente del Directorio para hacer la guerra contra España, corriendo los gastos y las pérdidas por cuenta propia, repartiendo el botín con el Estado, y obligándose a cumplir las órdenes gubernamentales, bajo la bandera nacional.

El marino de la Independencia

Espora participó de la campaña contra el puerto del Callao y contra la fortaleza de Guayaquil, donde fueron apresados y liberados poco después. A menos de un año de partir, la flota al mando de Bouchard, reducida a la fragata “Consecuencia”, capturada en la costa del Perú, arribaba al río de la Plata el 18 de junio de 1816. Inmediatamente comenzaron los preparativos para una misión de mucho mayor alcance que comenzó con el bautismo de la “Consecuencia” como “La Argentina”.

Bouchard y su financista, el rosarino Vicente Anastasio Echavarría, convirtieron a la nave en un poderoso buque de guerra con 180 tripulantes, 34 cañones y 464 toneladas de desplazamiento. Y Tomás Espora se anotó como “pilotín”, es decir como el hombre que estaría a cargo del timón durante la navegación. El carácter volcánico del comandante ya le había ganado la antipatía de Brown y pocos días antes de levar anclas, un motín de la tripulación culminó con la muerte de dos hombres y cuatro heridos el 25 de junio de 1817. Dos días después la nave se trasladó a Barragán y desde allí partió rumbo al África el 9 de julio, como un gesto de celebración de la Independencia, jurada justo un año antes.


Sudáfrica, Madagascar, 
Java, Sumatra


Sudáfrica, Madagascar, Java, Sumatra

Esta epopeya, sin igual en la historia argentina, tuvo todos los matices para convertirla en una aventura extraordinaria: desde el incendio que casi acaba con la nave en el medio del Atlántico hasta encuentros con piratas. El objetivo de la expedición era atacar a España en todos los mares, por eso Bouchard decidió navegar hacia la ruta del Cabo de Buena Esperanza, para capturar los buques que comerciaban con las islas Filipinas desde Europa. Al alcanzar el extremo sur del continente africano, lo rodearon y llegaron hasta la isla de Madagascar, donde recalaron en el puerto de Tamatave a mediados de septiembre.

Allí se produjo un encuentro con cuatro naves que transportaban esclavos y Espora mostró su habilidad para evitar caer en una trampa tendida por los marinos franceses y británicos que se dedicaban a tan vil comercio. Luego de requisar todo el alimento destinado a los prisioneros, obligando a los buques a permanecer en puerto hasta reponer lo perdido, “La Argentina” con el timón a cargo de Espora, partió hacia las Filipinas, sufriendo la tripulación una epidemia de escorbuto que acabó con cuarenta hombres. El 7 de noviembre llegaron al estrecho que separa a las islas de Java y Sumatra. Allí desembarcaron, lo que permitió que la tripulación se repusiera y descansara para continuar la derrota marinera. Hay que destacar que ninguno de esos marinos había estado nunca en esas aguas asiáticas.

Piratas, Filipinas

El 7 de diciembre de 1817 “La Argentina” debió enfrentarse a una flotilla pirata derrotándola en un combate cuerpo a cuerpo cuando la más grande de las naves intentó abordar el buque argentino. Luego de la victoria, se instruyó un consejo de guerra que condenó a muerte a los piratas, que fueron ejecutados luego de embarcarlos en su propia barca, cañoneada hasta hundirse por orden de Bouchard. El 2 de enero de 1818 avistaron el archipiélago filipino, por entonces bajo el dominio español, y recalaron en la isla de Joló. Allí se hicieron de víveres y resistieron el acoso de los nativos, que finalmente enviaron una balsa muy decorada con regalos para los argentinos.

La navegación por los canales que Espora llevó a cabo con maestría lo convirtieron en la figura notable para la tripulación y la confianza del comandante Bouchard fue absoluta para siempre. La fragata se dirigió a Manila, capital de la Capitanía General de Filipinas, recalando el 31 de enero fuera del alcance de la artillería española y allí comenzó su faena cazadora. En dos meses de asedio fueron capturadas 16 naves mercantes españolas. El efecto fue devastador ya que en la ciudad los precios subieron exageradamente ante la falta de mercancías. El objetivo se iba logrando.

El 30 de marzo partieron los corsarios rumbo al sur y en el puerto de Santa Cruz de Mindoro fueron atacados por un bergantín español que les tendió una trampa y provocó la muerte de catorce tripulantes de “La Argentina”. Finalmente, el buque hispano fue capturado y fue incorporado como auxiliar de la capitana argentina.

China, Polinesia, Hawai

La flotilla se dirigió al mar de la China, donde transitaba el tráfico español, pero no hubo suerte.Fue entonces que Bouchard decidió emprender rumbo hacia las islas de Sandwich, cuyo nombre es hoy Hawai. El 17 de agosto de 1818 arribaron al puerto de Kealakekua, en la isla mayor del archipiélago, donde fueron informados por una chalupa nativa, muy formalmente y en un inglés bastante prolijo, que el rey de Hawaideseaba recibirlos.

Pero como también los nativos comentaron que el día anterior había dejado ese apostadero un buque, Bouchard le ordenó a Espora salir a perseguirlo, logrando alcanzarla esa misma tarde. Era la “Santa Rosa”, una nave porteña que se había sublevado y el capitán ordenó castigar a los hombres que se habían amotinado. De regreso al puerto, al día siguiente la tripulación de “La Argentina” desembarcó en la isla grande de Hawai, con las mejores vestimentas de que disponían, y con el comandante Bouchard al frente, con su uniforme de teniente coronel, seguido por Espora con su traje de pilotín, comenzaron una caminata rumbo al trono de Kamehameha I, el rey de Hawai.

Este encuentro es extraordinario por su importancia histórica, a pesar de la falta de documentación, pero que tiene características cinematográficas, y por lo tanto merece un capítulo aparte. Nuestro personaje, el primer marino argentino Tomás Espora, ya por entonces teniente de marina, fue protagonista y testigo de un acontecimiento que, si Dios quiere, completaremos en estas páginas de EL LIBERAL el próximo domingo.



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