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EL LIBERAL . Santiago

Sábanas

La fragancia era la misma que ahora, Calvin Klein. Juan la olió por primera vez en la casa de la zona universitaria en la que su mamá lavaba ropa dos veces por semana.

Ahora la vuelvo a oler, pero no siento nada, la gente con plata y rico olor antes me provocaba una fascinación extraña, quería y no a la vez ser ellos, quería tener ese olor a gente con plata, pero no el olor del perfume, el olor de la piel que cargan siempre, es como una mezcla de ropa recién planchada, con años de perfumes caros con micropartículas que se van acumulando en la piel y van dejando mezclas extrañas. Ahora no los odio, pero no quisiera vivir en su burbuja, me caen mal, sigo adorando su olor en secreto, pero los detesto.

Sobre todo porque a mi mamá la corrieron de una casa porque insinuaron que se robaba las sábanas, y no, no lo hacía, nunca robó ni una sola funda. Pero después de que la echaron, cuando me mandó a buscar sus cosas que habían quedado ahí, me saqué 3 juegos de sábanas de dos plazas, y 2 de una plaza. Si querían motivos, ahí los tenían, porque igual mi mamá iba ser ladrona para toda la vida en esa casa donde sábanas era lo más tonto que sobraba.

El mismo olor, pero lejos de ahí, en el número 1200 de crisis existencial en lo que va del año, siento ese olor y me doy cuenta que es probablemente una señal para salir huyendo, estoy atrapado con alguien que tiene olor extraño, pero sabroso en la piel. él es para mí un domingo con pastas caseras en la casa de tu abuela y de postre budín de pan, o helado. Yo soy para él un plato de arroz, sin atún en un departamento sin amoblar. No necesito ser el inventor de la pólvora para darme cuenta que en primer lugar, jamás voy a tener ese aroma enceguecedor. Y en segundo lugar, que Juan no me ama.

él no entiende por qué lo estoy dejando, cree que me ama más que yo a él por aceptarme como soy, así sin ese olor en la piel, yo sé que lo amo más que él por dejarlo por la misma razón. Y porque me di cuenta que me excito con sus olores, confieso encontrar excitación oliendo su ropa interior, él no lo sabe, no me animo a decirle que estoy fascinada hasta de sus secreciones, pero por eso también lo dejo, nunca llegamos a sexualizar las mismas cosas, y con el tiempo me di cuenta que era el deseo, tan fácil y complejo a la vez como el simple deseo de coger con la persona de la cual estás enamorada. Juan me hacía sentir extraño, quizás por eso también lo estoy dejando.

El olor cuando entrabamos a su casa el fin de semana también era algo inevitable, después de comer nos hacíamos el amor, a esa hora no cogíamos, a esa hora nos amábamos y después nos dormíamos la siesta. Cristina, la señora que nos dejaba la comida hecha los sábados y domingos, era nuestra hada madrina pagada por tu padre.

Juan tenía la idea de que todo era posible con esfuerzo y dedicación, y que nadie en este mundo es capaz de detenerte sobre qué desear, cómo hacerlo y sobre todo no dimensionaba que alguien podía interferir en sus propias aspiraciones personales, para él era más fácil comprarse esa idea que pensar que los factores materiales, económicos y políticos generalmente son personales, incluso azarosos, pero sobre todo que no dependen de uno mismo. él pensaba eso aunque alguien lavaba las sábanas donde cogíamos todas las noches, él solo las tenía que amontonar en una bolsa de tela y llevárselas para que las lavaran en el lavarropa de la casa de su madre. Alguien como mi mamá, o como yo robándole las sábanas en serio para que tengan motivos.


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