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EL LIBERAL . Santiago

25 de Mayo de 1810: ¿pasó algo en Santiago del Estero?

24/05/2021 20:45 Santiago
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25 de Mayo de 1810: ¿pasó algo en Santiago del Estero? 25 de Mayo de 1810: ¿pasó algo en Santiago del Estero?

“Nuestra historia de medio siglo puede resumirse en tres palabras: sangre, sangre y sangre”. Esto decía en 1860 José Hernández, periodista y autor del célebre “Martín Fierro”. Y si hacemos las cuentas, si a 1860 le restamos medio siglo el resultado nos da un año clave: 1810. O sea, Hernández señalaba -con gran economía de palabras- que desde la Revolución de Mayo en adelante este país naciente estaba marcado por la violencia.

Es que vivimos en una Argentina que tuvo guerras civiles, guerras con países vecinos, un país que tuvo mucha sangre derramada de compatriotas e incontables enfrentamientos en el seno de su clase dirigente. Y eso está muy claro desde 1810, cuando se eligió aquella primera junta de gobierno en Buenos Aires. Ya lo enseñó el gran historiador Tulio Halperín Donghi en “Revolución y guerra”: no se puede pensar un término separado del otro, porque con la revolución vino la guerra.

Pero nuestro foco en este texto no estará puesto en lo que sucedió en Buenos Aires en aquella fecha célebre que los argentinos conmemoramos cada vez que llega el mes de mayo. Por lo que no hablaremos de Cornelio Saavedra ni de Fernando VII. Tampoco del cabildo abierto del 22 de mayo o de los paraguas en la plaza el día 25. No contaremos nada acerca de Napoleón Bonaparte y su avance sobre España. Menos aún haremos referencia a la rivalidad entre Moreno y Saavedra en el seno de la Primera Junta. Para todas esas cosas están las glosas de actos escolares, los documentales sobre la Revolución de Mayo, los libros sobre el tema y los memes que andan dando vueltas por ahí.

¿Y entonces? Hablaremos de Santiago del Estero durante mayo de 1810.

¿Cómo era nuestra provincia en aquella época? Tenía aproximadamente 40 mil habitantes y su población se concentraba mayoritariamente en zonas rurales. Gran parte del territorio estaba dominado por pueblos indígenas. La ciudad de Santiago del Estero propiamente dicha no superaba los 5000 habitantes, era apenas una aldea, en donde la principal institución política era el Cabildo, ubicado en la esquina de las actuales calles Libertad y Tucumán.

¿Quiénes tenían el dominio del cabildo? Unas pocas familias cuyos miembros eran los “notables”, a quienes se les anteponía el “don” como símbolo de distinción.

Se trataba de una sociedad agraria, con una importante producción textil y una vida religiosa intensa. Hacia principios del siglo XIX no contábamos con periódicos y los centros educativos (escuelas) funcionaban en iglesias de la ciudad.

A grandes rasgos eso éramos.

Ahora bien, ¿saben qué pasó en Santiago del Estero el 25 de Mayo de 1810? Bueno, a decir verdad, en Santiago, en nuestra ciudad, en nuestra provincia, no pasó nada el 25 de Mayo. ¿Cómo? Sí, no pasó nada. O pasó lo que pasaba todos los días. Digamos que fue un día más, igual que el 24 o el 26 de mayo.

No había televisión en esa época, como para que los habitantes se enteraran por los canales TN o C5N que en Buenos Aires estaban destituyendo al virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros. No había facebook ni twitter como para que cualquier hijo de vecino leyera las alternativas de un día políticamente intenso en la capital del Virreinato del Río de la Plata. No había WhatsApp como para que algún miembro del cabildo de Santiago le enviara un audio a un cabildante porteño, diciéndole “Che, contame qué está pasando”. Nada de eso.

Terminó el mes de mayo y seguíamos sin tener ninguna información.

Recién el día 10 de junio de 1810 llegaron las noticias mediante una circular en la que la Junta formada en Buenos Aires invitaba a Santiago del Estero a sumarse a la revolución. En ese momento Santiago pertenecía a la gobernación-intendencia de Salta del Tucumán, no éramos una provincia autónoma, faltaban unos diez años para ello.

¿Qué hicieron los cabildantes locales frente a esta “invitación”? Algún comentador malicioso podría decir que hicieron “la gran Poncio Pilato”, o sea, se lavaron las manos. Tiraron la pelota afuera. Decidieron esperar que se pronuncie el cabildo de Salta (porque Salta era cabeza de gobernación), y de ahí analizar. “Que se arreglen ellos”, habrán dicho.

Días después llegaron las noticias de que Salta juraba lealtad a la Junta. Que Catamarca y Tucumán hacían lo mismo. Entonces, ya no había tiempo para continuar dilatando las cosas. El 29 de junio Santiago del Estero hizo lo propio. “Vamos por todo”, habrá pensado algún cabildante.

Y en medio de este barullo, cada vez cobraba más protagonismo Juan Francisco Borges, figura clave de la historia provincial y del proceso de autonomía. Los miembros del cabildo por un lado, Borges por otro, quien acusaba a aquellos de tibios y cobardes. Borges era así, de carácter fuerte, de ideas potentes. Un espíritu ardiente.

Se solicitó a Borges el reclutamiento de voluntarios para aumentar el número de hombres armados que lucharan por consolidar la revolución en ciernes. De inmediato se puso en marcha y se comprometió a sumar poco más de trescientos soldados a las expediciones: ahí nacieron los “Patricios Santiagueños”. Uno de los jefes del Ejército Auxiliar del Perú, Antonio González Balcarce, afirmó al llegar a Santiago: “Aquí hay más patriotismo que en parte alguna, hoy he visto a más de trescientos hombres ya acuartelados, todos contentos y deseando marchar”.

Es decir, que Santiago contribuyó con fuerzas militares a ese proceso de la Revolución de Mayo que recién empezaba. Y gran parte de la suerte y destino de esa revolución se jugó en aquel ejército; con soldados que eran jovencitos, hoy diríamos adolescentes, de 16, 17 y 18 años. Muchos de ellos no volvieron a sus hogares porque murieron en el campo de batalla, como Pedro José Cumulat, quien murió en la batalla de Ayohuma, como nos cuenta el historiador Héctor Peralta Puy en su texto “Claves de la Autonomía de Santiago del Estero”. Tantos de esos más de 300 soldados santiagueños no tienen calles que lo recuerden, monumentos que los celebren, biografías que los elogien. Unos pocos de ellos sí, como Juan F. Ibarra, Lorenzo Lugones y Manuel Besares. Otros son menos conocidos como Ramón Olivera, Lorenzo Goncebat, Esteban Jugo, Luis Beltrán Martínez y José Coronel, solo por nombrar a unos pocos de aquellos 317 patriotas.

En ese ejército nacieron liderazgos, alianzas, ideas y también conflictos por supuesto. En ese ejército se jugó buena parte de la suerte de la posterior independencia (1816), tal como nos muestra el historiador Alejandro Morea en su excelente libro “El ejército de la revolución”.

De modo que, aunque en Santiago del Estero no haya pasado nada políticamente relevante el día 25 de Mayo de 1810, sí pasaron muchas cosas desde que llegaron los informes de los sucesos de Buenos Aires a principios de junio. En una comunidad que hizo de la guerra su tarea más urgente, Santiago sumó sus fuerzas.

Así empezaron esos 50 años bañados de “sangre, sangre y sangre” como decía José Hernández. Hacer la revolución era, por supuesto, tener ideas. Pero hacer la revolución era, en ese momento, ir a los campos de batalla.

Y ahí estuvimos. l

 


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