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La guerra gaucha: El bastión del Norte en la guerra de la Independencia

29/05/2021 23:26 Santiago
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La guerra gaucha: El bastión del Norte en la guerra de la Independencia La guerra gaucha: El bastión del Norte en la guerra de la Independencia

Por Eduardo Lazzari

HISTORIADOR

 

E n veinte días, los argentinos conmemoraremos el bicentenario del paso a la inmortalidad del único general americano que murió en una acción bélica durante la guerra de la Independencia sudamericana, el salteño Martín Miguel de Güemes. Hace pocos años, ese día fue convertido en feriado nacional, haciendo justicia a un hombre fundamental en aquellos años en los que cada rincón del Gran Norte se convirtió en trinchera para defender los principios que habían emanado de la Revolución de Mayo de 1810 y de la Declaración de la Independencia de 1816.

Sin duda, la epopeya militar protagonizada en las geografías ubicadas al norte de Santiago del Estero forma parte de una historia épica sin par. Las características de las campañas llevadas adelante por los soldados revolucionarios, con el fin de lograr una autonomía que derivó en la independencia, muestran a las claras del uso de todos los recursospara defender el territorio y, sobre todo, lograr la libertad del antiguo virreinato del Río de la Plata, y de Sudamérica toda.

Siempre los historiadores nos esforzamos por explicar con claridad y ordenadamente los procesos que en la historia fueron muchas veces caóticos. Tomando en cuenta esto, a veces el cronista no logra transmitir el espíritu del momento.Es fundamental valorar el sacrificio que hombres y mujeres de nuestras tierras realizaron para sostener la igualdad, la libertad y la fraternidad en el amanecer de nuestra vida nacional. Sacrificios que fueron personales y sociales. Un tiempo de empobrecimiento de las provincias, de pérdida de vidas y familias, pero que permitió alzar la voz y cantar que: “Se levanta a la faz de la tierra una nueva y gloriosa nación”.

Comenzaremos aquí con la crónica de la gran historia de “La Guerra Gaucha”, tal como la tituló el gran escritor cordobés Leopoldo Lugones, en su libro de 1905, y que en 1942 fuera llevada al cine por Lucas Demare, con guión del santiagueño de Añatuya, Homero Manzi y el porteño Ulises Petit de Murat.

 

La primera campaña del Ejército del Norte

El 14 de junio de 1810, por orden de la Junta Gubernativa del Río de la Plata, su vocal Juan José Castelli comenzó a reunir tropas en los cuarteles del Retiro para organizar un ejército que defendiera a Buenos Aires del ataque de la contrarrevolución que, de la mano del gobernador intendente de Córdoba Juan Gutiérrez de la Concha, se había lanzado sobre la antigua capital virreinal para reprimir al gobierno surgido el 25 de mayo. El 7 de julio, bajo el mando del coronel Francisco Ortiz de Ocampo, partieron hacia Luján 1.150 hombres. Esas tropas fueron bautizadas como el Ejército Auxiliar del Alto Perú, objetivo militar a conquistar para la causa. Hay que destacar que, a la usanza de los antiguos ejércitos de la revolución francesa, al comandante militar lo acompañaba, como una suerte de comisario político, un representante de la Junta de Gobierno que fue Hipólito Vieytes, el dueño de la legendaria jabonería.

 

El fusilamiento de Liniers

Luego de pasar por Salto y Pergamino y llegar al sudeste de Córdoba, el Ejército Auxiliar se encontró con las tropas que venían desde la “Docta”, cuyos efectivos disminuían por las deserciones a medida que avanzaban hacia el este. El ambiente revolucionario se iba asentando en todos los rincones del Plata. El 6 y el 7 de agosto fueron capturados los jefes realistas (nombre que daremos a quienes respondían al régimen leal a la corona española) Gutiérrez de la Concha, el antiguo virrey Santiago de Liniers, el coronel Santiago de Allende y otros, junto al obispo Rodrigo de Orellana. El Cabildo de Córdoba, ya revolucionario, mandó enviar a la capital a los reclusos, pero la Junta de Buenos Aires decidió pasarlos por las armas.La negativa de Ortiz de Ocampo a cumplir la orden de la Junta hizo que fuera relevado junto a Vieytes, y reemplazados por el coronel Antonio González Balcarce como jefe militar y Juan José Castelli llegado urgentemente desde Buenos Aires como jefe político.

El 26 de agosto, en el Monte de Papagayos, cercano a la posta de Cabeza de Tigre, ubicada sobre el Camino Real, fueron fusilados los fieles al virrey depuesto Cisneros, salvo el obispo Orellana, que fue enviado confinado al Cabildo de Luján. Para la Revolución ya no había vuelta atrás. Mientras tanto las fuerzas porteñas, que iban sumando milicianos a lo largo de la expedición, llegaban a Córdoba y frente al ejército juró el cargo de gobernador intendente Juan Martín de Pueyrredón.

 

La batalla de Suipacha

El retroceso de los expedicionarios a Tupiza para reorganizar el ejército, que había mostrado en Cotagaita la falta de disciplina y la ausencia de método para la guerra, hizo que los realistas se envalentonaran y avanzaran hacia el sur. Rápidamente Balcarce organiza una ofensiva, abandona Tupiza y alista a sus hombres en las afueras del pueblo de Nazareno, sobre el río Suipacha, donde se produce la primera batalla de magnitud con más de dos mil soldados en combate el 7 de noviembre de 1810, obteniendo los revolucionarios una victoria contundente. Quedaron 150 prisioneros realistas en el campo de batalla y la noticia provocó la adhesión a la Junta de Gobierno de Buenos Aires de las capitales de las gobernaciones altoperuanas: Potosí, Chuquisaca, La Paz y Cochabamba. Balcarce fue ascendido a brigadier inmediatamente. Milicianos de Cochabamba comandados por Esteban Arce vencen a los realistas en la batalla de Aroma el 17 de noviembre, iniciando una persecución en el rumbo de La Paz, pero el desorden impide aprovechar el triunfo.

El ejército triunfante en Suipacha entró en la Villa Imperial de Potosí, que se encontraba bajo el mando del revolucionario Francisco del Cerro, y el 16 de enero de 1811 Pueyrredón asume como presidente de la Real Audiencia de Charcas. La Revolución se consolidaba y el ejército del Norte, como se lo empezaba a conocer, comienza su marcha hacia Oruro, con cerca de 8000 hombres.La presión del Ejército Real del Perú, que realizó distintas campañas coordinadas para obligar a los revolucionarios a descuidar algunos frentes, llevó a Balcarce a plantear una gran batalla para definir la situación entre las dos fuerzas: la realista al mando del brigadier José Manuel Goyeneche, y el ejército a su mando.Vale destacar que ambos jefes habían firmado un armisticio que ninguno pensaba cumplir. La consigna era ganar tiempo.

 

El desastre de Huaqui

En las orillas del lago Titicaca, a casi 4000 metros de altura sobre el nivel del mar, por orden de Balcarce se concentraron los distintos contingentes del Ejército del Norte, en la localidad de Laja. Se destacan dos oficiales: Eustoquio Díaz Vélez y Juan José Viamonte. El 18 de junio de 1811 avanza la vanguardia revolucionaria hacia el río Desaguadero, pero los distintos regimientos actúan sin coordinación. El 20 se da la batalla de Huaqui o Guaqui, quedando de manifiesto el orden del ejército realista bajo el mando de un oficial brillante, que triunfa frente a la valentía y arrojo del ejército revolucionario, carente de una estrategia unificada. Combatieron 20.000 hombres, siendo el primer enfrentamiento de grandes ejércitos en la guerra de la Independencia.

El combate se convirtió en una masacre para las tropas de las ya por entonces Provincias Unidas del Río de la Plata. Más de mil muertos, la pérdida de todo el parque de artillería y gran parte del armamento, culminando con una retirada desordenada hacia Potosí. Para Balcarce el castigo fue la destitución. Para Castelli, la acusación de ser el culpable de la dispersión de los ataques en Huaqui: fue juzgado en Buenos Aires desde diciembre de 1811. En la desbandada, Pueyrredón deja Chuquisaca rumbo a Potosí, donde el porteño ordena el saqueo de la Ceca, institución que acuñaba las monedas del imperio español, y los caudales en metálico son llevados hasta Salta, con la finalidad de usarlos para sostener la revolución. Pueyrredón anuncia a Buenos Aires este hecho con una frase histórica: “Resolví intentarlo todo”.

Los vencidos reunidos en Potosí retrocedieron hasta San Salvador de Jujuy y luego a Salta. El 1° de septiembre asume como jefe del Ejército el brigadier Pueyrredón, quien no tendrá éxito en su intento de reorganizar las fuerzas y se acantona en la zona de Yatasto, donde lo reemplazará el general Manuel Belgrano el 26 de marzo de 1812. Ya había sido izada la bandera celeste y blanca en las orillas del río Paraná, en la villa del Rosario, y comenzaba otra etapa que, si Dios quiere, compartiremos el próximo domingo en las páginas de El Liberal. l


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